lunes, 15 de enero de 2018

Origenes



¿Qué significa la palabra “Cábala”? Se deriva de la raíz “Kabal”, que quiere decir “recibir”. Éste vocablo implica que se trata de un tipo de sabiduría que es recibida (R.Abraham Abulafia, Sefer haJeshek 31a, Bezot lo Yehuda 15). 

 La Mishna declara: “Moshe Kibel la Tora en el Sinai y la transmitió a Yehoshua. Yehoshua la transmitió a los Ancianos…”(Abot 1:1, likutey Tora del Arizal, y otros)

Moshe fue el maestro de todos los profetas (Tikuney Zohar 18, 31b.). Él llegó a comprender la Tora completamente. 
[Moshe tuvo así acceso a todas las cuarenta y nueve puertas de la Sabiduría, Zohar I, 260b, e innumerables otras fuentes] En este sentido, su visión profética es análoga al de un recipiente abierto que siempre es capaz de recibir más. Quizá el secreto de la capacidad profética de Moshe era que cuanto más transmitía a otros, más era capaz de recibir. 

Es por esta razón que la Mishna precisa que “Moshe recibió Tora” , ya qué él constituyó el paradigma de recepción (Cabalá) de la experiencia profética (Shaare Kedusha 3:6, Ramban a Shemot 34:19, y otros). En este sentido, la idea central de la Cabalá consiste en imbuirse completamente de la Tora y conectarse con ella en todos sus niveles posibles. [Es por eso qué la Tora es frecuentemente designada como PaRDes, acrónimo de las palabras Peshat (sentido llano), Remez (alusión), Derush (análisis) y Sod (misterio). Véase Zohar III, 110 a, y muchas otras fuentes. 

Cuando se agrega el quinto nivel de comprensión de la Tora, Razín Setimín (misterios ocultos), los niveles de interpretación se corresponden con los cinco niveles del alma, y los cinco universos (Deguel Majane Efraim, Haazinu 77c, citado en Sefer Baal Shem Tov, Yitro 9.)] Sin la Cabalá una persona podría comprender la Tora en varios niveles. Sin embargo, la única forma de captar todos los matices de la Tora es por medio de la sabiduría profética que está contenida en la Cabalá (Derej Hashem 3:3:1-2). 

 Ahora podemos comprender qué fue lo que Moshe “Transmitió a Yehoshua” y así sucesivamente. En Bemidbar 27:20, la Tora relata que Hashem dijo a Moshe que impusiera su espíritu sobre Yehoshua. Esto quiere decir que Moshe debía imbuir a Yehoshua con su propio espíritu de profecía. Según un antiguo Midrash, esto incluía los métodos y las disciplinas necesarias para adquirir el nivel profético. Por consiguiente, lo que Moshe transmitió a Yehoshua fueron las fórmulas para acceder al estado profético. Estas fórmulas constituyen la tradición cabalística. 
 A lo largo del periodo de los Profetas, la Cabalá fue preservada por los profetas principales y transmitidas a discípulos selectos (siempre es necesario un maestro que sirva de guía). Durante esa época el Santuario (y más tarde, el Primer Templo), sirvió como punto focal de todas las experiencias proféticas. [La cámara situada en la parte más interna, tanto del Santuario (Mishkán) en el desierto como del Templo (Bet haMikdash), era el Kodesh HaKodashim -el lugar Santisimo-, en medio del cual estaba colocada el Arca de la Alianza y los Querubines. 

La estructura total del Arca y los Querubines es descrita en detalle en Shemot 25:10-22 y 37:1-9. Fueron construidos bajo la supervisión de Moshe después de que descendió del monte Sinai. Hashem dijo a Moshe: “Yo me comunicare contigo, y te hablaré por encima de la cubierta del Arca, de en medio de los Querubines que están en el Arca del Testimonio”(Shemot 25:22). Este versículo implica que el flujo primario de la profecía llegaba a través de estos dos Querubines situados en el Kodesh HaKodashim. Y lo que era cierto respecto de Moshe también aplicaba a los demás profetas] Cuando el Templo fue destruido, al profeta Yejezkel le fue mostrada una visión que tenía como finalidad señalar el final del periodo de mil años de profecía. 

 Esta visión es conocida como “Maase Merkaba”, la Disciplina o el Arte del Vehículo. A diferencia de los mensajes proféticos previos, la visión de Yejeskel incluía una descripción detallada del ascenso espiritual del profeta, así como de los obstáculos que enfrentó antes de poder escuchar la voz de Hashem. Dado que vivía en la época del cierre de la profecía, la visión de Yejezkel tenía que contener instrucciones precisas acerca de como alcanzar y entrar en el estado profético. No obstante, estas instrucciones fueron dadas en un lenguaje altamente oscuro y ambiguo. 

El resultado fue que para todo efecto práctico, la tradición cabalística permaneció más oculta de lo que había sido hasta entonces. Al llegar la época de la construcción del Segundo Templo, la llave de entrada a la tradición cabalística fue transmitida a los últimos profetas y a los más grandes sabios del pueblo de Israel. Juntos esos profetas y sabios, integraron el conjunto de 120 miembros de los Hombres de la Gran Asamblea (Anshe Keneset haGhedolá). Fueron estos sabios quienes formularon el texto de la Mishna citada en el tratado de Jaguiga, que dice: “El conocimiento de Maase Merkaba sólo puede ser enseñado a discípulos individuales (uno por uno), y éstos deben ser sabios y comprender a partir de su propio conocimiento. 

 Restringiendo sus prácticas místicas a un reducido número de maestros de Cabalá, estos sabios se aseguraron de continuar la transmisión de la tradición cabalística. Fuera de este circulo de maestros místicos, éstas practicas permanecían casi totalmente desconocidas. Ésta fue la norma que siguió hasta justo después de la destrucción del Segundo Templo en el año 70 e.c. Fue sólo entonces que las cosas comenzaron a cambiar. Analizando en retrospectiva ese periodo histórico, podemos observar que incluso después de que el Segundo Templo fue destruido, el Imperio Romano continuó permitiendo que un remanente de judíos siguiera habitando en la Tierra de Israel. No obstante, como consecuencia de la rebelión de Bar Kojbá contra los romanos en los años 132-135 e.c , la situación se deterioró drásticamente. 

En esa época, los romanos adoptaron el propósito de extirpar los últimos restos de Tora del pueblo de Israel. Las persecuciones del emperador Adriano contra los judíos llegaron a tal intensidad que todos los maestros de Tora fueron condenados a muerte. Ésta fue la época de los Diez Mártires, entre quienes se contaba a los transmisores finales de la tradición cabalística. Como resultado de estas persecuciones, la tradición oral de Tora desde su revelación y en especial, la tradición de la Cabalá, corrió el riesgo de ser olvidada. Fue en esa época que Rabí Akiba recibió la tradición por parte de sus Maestros. Él fue considerado el más grande sabio de su generación, Maestro tanto de la Tora revelada como de la esotérica. 

Rabí Akiba fue uno de los receptores de la tradición mística de la Merkaba. Muchas fuentes atribuyen a Rabí Akiba la autoría del “Sefer Yetzirá” (Libro de la Formación), uno de los textos cabalísticos mas antiguos y esotéricos. Fue Rabí Akiba quien transmitió estas enseñanzas místicas en un formato preciso y definido. En esa época, Rabí Nejunia ben haKana y su discípulo, Rabí Ishmael ben Elisha, quien era el Kohén Gadol, pusieron por escrito el Sefer HaBahir (Libro de Iluminación o Resplandor), así como Pirke Hejalot Rabatai (Gran Libro de los Aposentos Celestiales). 

Estos dos sabios escribieron las tradiciones que habían recibido con la finalidad de preservarlas del olvido. El conocimiento contenido en el Zohar que fue uno de los principales pilares de la Cabalá, fue enseñado por Rabí Shimon bar Yojai alrededor del año 135 e.c. Rabí Shimon también vivió durante esa época turbulenta en la que los romanos, perseguían y asesinaban a todos los grandes Maestros, quienes eran los únicos transmisores de las tradiciones reveladas y ocultas. 

Durante los trece años que Rabí Shimon permaneció escondido en una cueva con sus discípulos, se dedico a enseñar lo que había transmitido de sus Maestros. Fue también durante ese periodo que recibió Inspiración Divina (Ruaj HaKodesh) y se hizo digno de recibir la revelación del profeta Eliahu. Una tradición oral antigua estipulaba que si la Tora Oral corría el riesgo de ser olvidada, era permitido ponerla por escrito. Por consiguiente, todos los Maestros establecieron el precedente de comenzar a escribir ciertas partes de la tradición oral. A pesar de eso, todos esos textos no recibieron su forma final hasta varias generaciones después. 

 Los textos mencionados, Sefer Yetzira, Sefer HaBahir, y Pirke Hejalot Rabatai y el Zohar, así como las diversas partes de la Tora revelada -contenían las enseñanzas básicas que habían sido transmitidas de Moshe a los profetas y a los sabios. El tiempo había llegado para poner todo eso por escrito. Ahora bien, todos esos textos son tan impenetrables que uno podría preguntarse qué se gano con ello. Lo mismo que la Tora en su época , el conocimiento puesto por escrito siguió siendo impenetrable. 

Las claves de su comprensión seguían siendo orales. Sólo se había puesto por escrito lo mínimo para asegurarse de que sólo el individuo ya familiarizado con la tradición pudiera comprenderlo. Este conjunto variado de textos -que abarcan desde la comprensión práctica de los preceptos hasta la experiencia sublime de la profecía- siguió siendo un libro sellado. 
A pesar de todo, la tradición de la Cabalá había sido preservada. 

Hemos mencionado ya, que uno de los pilares de la Cabalá era el Zohar. Fue sobre la base del Zohar que dos de los más grandes cabalistas de la época moderna elaboraron sus sistemas: Rabí Moshe Cordovero, conocido como el Ramak, y Rabí Itzjak Luria conocido como el Arizál. El lenguaje del Zohar es opaco. Con mucha frecuencia, el Arizál solía tomar un pasaje del Zohar y meditar largamente sobre él, quizá repitiéndolo una y otra vez como un mantra, hasta que su significado profundo le era revelado (Shaar Ruaj haKodesh 36,b). 

La primordial relación que hay entre los escritos del Arizál y el Zohar reside en el hecho de que sin las enseñanzas del Arizál, el Zohar no tiene sentido en absoluto. Un individuo podría estudiar el Zohar, que es un texto de alto contenido poético, sin detectar en él ninguna estructura o sistema. Pero una vez conociendo los escritos del Arizál, todo el Zohar se vuelve un libro abierto. 
Un ejemplo de éste fenómeno son las cualidades de los metales. Un individuo podría estudiar los metales y darse cuenta de que la plata es blanca, el oro amarillo y etc. 
A pesar de todo, no podrá comprender las razones de éstos fenómenos a menos que estudie las teorías científicas sobre los átomos y los objetos físicos. Las enseñanzas del Arizál podrían ser consideradas como la teoría atómica del Zohar: con ellas toda la información comienza a tener sentido. A partir de ahí, el ser humano puede profundizar cada vez más, hasta donde su mente pueda alcanzar, y siempre descubrirá nuevos tesoros (Etz Jayim 19). Esto aplica al estudio de todos los libros del Arizál. 

Un punto primordial, que a veces es pasado por alto, es que la Cabalá no puede mantenerse por sí sola sin la totalidad de la Tora revelada, ya que forma parte integrante de toda la Tora. No hay una sola obra de la Cabalá que no contenga citas de la Tora, el Talmud y el Midrash, y por ello se requiere un conocimiento general. 

Hay tres tipos de Cabalá: la teórica, meditativa y práctica. La teórica esencialmente proporciona una descripción de la dimensión espiritual. La meditativa enseña la forma de acceder a esta dimensión interna. La teórica proporciona ese tipo de parámetros: en que dimensión espiritual uno se halla, si del lado positivo o negativo, etc. El tercer tipo de Cabalá es el práctico o mágico. En este caso casi no hay libros publicados, excepto Raziel HaMalaj, el cuál está dividido en tres secciones. Sin embargo, al primer impresor de esta obra se le cayó el manuscrito y lo imprimió con los folios en desorden. 

El que se ocupó de la impresión no encontró errores en ella porque no se suponía que debía entender el texto. Uno de los principios más importantes del Judaísmo es la convicción en la unidad absoluta del Creador en todos los aspectos posibles. Concebimos al Creador como una unidad simple, simultáneamente Uno y Simple en forma absoluta. En él no hay ningún aspecto de estructura, forma o pluralidad. No obstante, esto plantea una interrogante fundamental: ¿de qué modo el Creador -que es simple en forma absoluta- interactúa con los diversos aspectos y partes que forman Su Creación? ¿De qué manera lo Uno puede interactuar con lo múltiple?. 

Pero también, mientras reflexionamos sobre esta interrogante, incluso antes que responderla surge otra pregunta que nos deja perplejos: según los cabalistas, la esencia simple del Creador es tan poderosa que forzosamente debe permanecer oculta para que la Creación pueda existir. Pero por otro lado, si Él se retirase completamente, la Creación dejaría de existir. Tenemos así una paradójica situación en la que la existencia misma de cualquier otro ser que no sea Hashem se vuelve sumamente tenue y frágil. 

Esto implica que, en realidad, la pregunta esencial ya no es ¿Cómo puede el Uno interactuar con lo múltiple?, sino ¿ Cómo puede lo múltiple existir?. Los cabalistas responden a ésta y a la anterior pregunta explicando que el Ser Supremo creó una dimensión espiritual. Esta dimensión está formada por el concepto básico necesario para crear el universo y mantenerlo. 

Es básicamente a través de esta dimensión espiritual que el Creador interactúa con el universo. Constituye un puente entre Hashem y la Creación que actúa como mecanismo atenuante, impidiendo así que la Creación sea avasallada por la intensidad de la esencia de Hashem, al mismo tiempo que le permite estar imbuido en ella. Según la mayoría de los cabalistas, la existencia de esta dimensión espiritual nos permite hablar de la relación multifacetica que Hashem tiene con el universo sin contradecir el principio básico de Su unicidad y Su simplicidad. 

La razón de esto es que, según la Cabalá, cualquier acción o estado de ser que podamos atribuir al Creador se refiere en realidad a una entidad espiritual que Él creo con el fin de interactuar con el universo, no a Él mismo. Por ello, si no se tiene algún conocimiento básico de cómo esta realidad está estructurada -en otras palabras, conocimiento de la Cabalá teórica-, el ser humano realmente no puede saber de qué modo Hashem interactúa con nosotros. Además, el conocimiento de ésta dimensión espiritual nos proporciona las claves para comprender toda la tradición profética, comenzando con la Tora misma y culminando con las ideas cabalísticas más abstractas. Así pues, se deseamos formarnos una idea de la dimensión espiritual, podríamos describirla como una computadora espiritual infinitamente inmensa. Esta computadora está programada para cumplir el propósito Divino último de prodigar benevolencia a Su Creación. 

La principal diferencia entre la dimensión espiritual y una computadora reside en el hecho de que los elementos constitutivos de aquélla están formados por seres espirituales inteligentes y sensibles. Ya que el principal objetivo de la Cabalá consiste en resolver la paradoja inherente a la forma en que Hashem se relaciona con la Creación, casi exclusivamente trata acerca de la estructura y la dinámica de ésta dimensión espiritual. 

 Rab Arye Kaplan

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