sábado, 24 de febrero de 2018
El Elemento Aire
Para conocer las ramificaciones que tiene el elemento aire en la persona, conozcamos primero las características de éste, y así entenderemos sus efectos en la persona.
• El viento se mueve de un lugar a otro y sin rumbo definido.
• Se presenta en diferentes temperaturas. A veces es templado, y a veces frío; en ocasiones es viento de aire caliente. Alguna vez traerá polvo e incluso podrá llegar a convertirse en tormenta de arena y hasta en tornado o huracán.
• La diferencia en la temperatura del viento causa a quienes les afecta que cambien con frecuencia su modo de vestir y de abrigarse. Algunas veces saldrán para tomar aire y otras se resguardarán de él.
• El viento sopla y susurra, mientras pasa y mueve las ramas de los árboles.
• El viento es metiche: se mete por cualquier abertura que encuentra; basta con que le abras una pequeña ventana y ya invade tu casa.
Así es la persona que sufre de altas dosis del elemento aire.
Es inestable como él, sin metas ni rumbo en la vida; es una persona impredecible que no sólo cambia con facilidad su “clima”, sino el estado anímico de los que le rodean. Es muy comunicativo y en cada conversación buscará la “ventanita” para meter su aire. Desde un punto de vista más detallado y profundo, el elemento aire ataca tres áreas importantes en la persona: el pensamiento, el habla y la acción. Veamos las consecuencias de esto, primero en el lado negativo y después en el lado positivo.
En el área del pensamiento, el aire causa en ocasiones ser amable y sonriente y, de pronto, sin aviso, cambiar 180 grados a una cara larga. Por ello, en hebreo, cuando quiere preguntarse a alguien: “¿Cómo estás hoy?” o “¿Con qué pie te levantaste?”, se dice: “¿Cuál es tu clima?”; o para preguntarle cómo está su ánimo: “¿Cómo está tu aire?”, para simbolizar al elemento que provoca a ciertas personas la volatilidad en su ánimo y pensamiento. Además, eso le ocasiona estar siempre en un estado de confusión, lo que la hace tener falta de decisión e inestabilidad.
Prácticamente, al igual que el elemento aire refleja las cuatro estaciones del año, esta persona puede mostrarlas todas en un solo día. Y hasta cierto grado, se notará en ella algo de bipolaridad. En el área del lenguaje, esa inestabilidad se reflejará en sus promesas, dichos y palabras.
Es el tipo de persona que “no tiene palabra”. Por otra parte, posee una gran facilidad de expresión y de convencimiento, por lo que si deseara incitar a alguien al mal, no le resultaría difícil. Su palabra, más que la de los demás, destruye y construye.
También se le hace fácil mentir y ser hipócrita, ya que el viento le ayudará a ser como un camaleón para “cambiar de colores” y adaptarse con facilidad a cualquier ambiente y encontrar las palabras adecuadas. Cambia constantemente la actitud y la temperatura de quienes lo rodean, ya que éstos estarán basándose en su palabra y, al cambiar ésta como el viento, cambian ellos también su “vestimenta”: una vez se pondrán camisa de manga corta para abrazarlo y en otra usarán abrigos para cubrirse de él.
En el área de la acción, habla mucho y hace poco, gasta todas sus energías en soltar sólo palabras y no le queda energía para actuar. Si sumamos a esto el hecho de que quien está dominado por el elemento aire no tiene metas ni rumbo, tendremos ante nosotros el perfil de alguien que cambia de carrera profesional constantemente, y ni siquiera en las mismas con facilidad un día querrá ser astronauta y al día siguiente zapatero.
Esto se reflejará también en sus trabajos y planes, los cuales empezará y no terminará. Por supuesto, no le faltarán palabras para justificarse. Al ser volátil como el viento, no soporta el control ni los limites; no acostumbra obedecer ni seguir las reglas, y menos todavía comprometerse con un plan de vida, porque al viento no se le puede limitar ni preguntar a donde va.
Como cualquier elemento, el aire posee un lado positivo que nos ofrece grandes beneficios para la vida. En el área del pensamiento, tendremos a una persona que no se enterca en una sola idea. De tal manera, si considera necesario cambiar de opinión por haber cometido un error, lo hará sin problema. En este sentido, podemos decir que el aire le hace ser flexible y adaptable a diferentes personas con distintos temperamentos, por lo cual incrementa con facilidad su núcleo de amigos.
En la Toráh hay varios ejemplos de este don.
Cuando Moshé Rabenu estaba ya despidiéndose del liderazgo y preparando el terreno para un sucesor, pidió a Hashem: “Por favor, nombra para este pueblo un nuevo líder, que este lleno de vientos”. Explican nuestros Sabios que quiso decir que ese nuevo líder debía tener el don del elemento aire y saber adaptarse a cada hombre según su “clima”. Al no ser terca ni estancada, la persona de elemento aire olvida rápido lo malo que otros le hacen; da vuelta a la hoja y empezara un capitulo nuevo en una relación personal o de trabajo.
A veces lo que construimos llega a enfrentar un “terremoto” que puede derrumbar todo lo que hemos logrado. Y no todos sabemos levantar cabeza y empezar de nuevo. Alguien del elemento tierra, por ejemplo, caerá en depresión y quizá su flojera no le permita empezar de nuevo la construcción. Sin embargo, la persona de elemento aire positivo simplemente dirá: “Borrón y cuenta nueva”. En el área del lenguaje, en su lado positivo podrá la persona-viento aprovechar este don y desempeñarse en el área de la comunicación: orador, buen maestro y educador, ya que nunca le faltarán las palabras y el poder de expresarse convincentemente.
Por el hecho de llevarse bien con el viento de cada uno de los demás, y agregando su poder de palabra, que posee ser un buen mediador, un puente entre dos bandos en o entre una pareja con problemas. Su viento llevará y traerá el polen de una flor a otra creando nueva vida, llena de paz y armonía. En el área de la acción, será ágil, eficiente y rápido para ayudar o resolver problemas; intercambiará ideas entre las personas para beneficio de todos, así como el viento que transporta el polen y otras semillas diminutas provocan el florecimiento en otros terrenos.
En su dosis correcta podrá incluso hacer varias labores a la vez; como el viento, que en una zona puede soplar a la derecha y en otra irá a la izquierda. Aunque debe tener cuidado de no provocarse un remolino. Resumamos: el elemento aire, como todo, es una moneda de dos caras. Pero lo que resulta seguro es que la dosis alta es mala en la persona, inclusive en su lado positivo. Por ejemplo, si alguien sufre de altas dosis de viento y además tiene una cantidad notoria de fuego, será un enojón devastador.
Al igual que el fuego con el viento quema hectáreas enteras de bosque y a una mayor velocidad, así esta persona arrasará incansablemente todo. En su lado positivo de esta combinación, ya que el fuego representa la Toráh, la mística y la espiritualidad, será una persona que “tome vuelo” en esta área. Si es viento en combinación con el agua —la cual, como veremos, representa los placeres y las adicciones—, será una persona que volará de un bar a otro y, de ahí, a las “maquinitas” y sin cansarse “soplará” en una pista de baile.
En su lado positivo, el agua simboliza la bondad; por tanto, en este caso la combinación de viento y agua será alguien que brinde mucha ayuda, que corra de una organización de caridad a otra, que esté disponible las 24 horas del día… pero a costa de su pareja, familia y persona. En su combinación de aire y tierra, será una persona depresiva que contagia su desánimo a mucha gente; prácticamente lleva un viento de amargura de una casa a otra y de persona a persona.
En su lado positivo, en el cual la tierra simboliza acción, será una persona hiperactiva que puede abrir múltiples terrenos con gran diversidad de planes, sólo que empezando mucho y no acabando nada. Si el elemento aire se halla en alto porcentaje en la persona, siempre tendrá efectos devastadores.
Por tanto, para cumplir el primer paso, el de Hakarat hamidot, es decir, reconocer la cualidad y sus ramificaciones, y la medida que poseemos de ésta, deberemos analizar todo lo dicho, ponerlo como un espejo ante nuestra persona, reconocer las diversas tormentas que podemos llegar a poseer, y sólo entonces pasar a la siguiente etapa, que es Avodat hamidot, el estudio y la información amplia de cada ramificación, a fin de que este entendimiento (los “ladrillos”) nos sirva como material para construir una muralla-casa, que como nuestro hogar, limite el viento, el frío y las tormentas, y nos permita abrir las ventanas, dependiendo del lugar por el que queremos que entre y actúe el elemento aire.
Dependiendo del grado y la dosis que queramos, así será el tamaño de la abertura de la ventana, controlando nosotros, de esta forma, al elemento aire no él a nosotros; e impidiendo de tal manera que seamos que el viento se llevó”.
El Estado del Clima Después de la primera etapa, pasemos a conocer en detalle los efectos de este elemento en nuestra vida, a fin de que veamos cómo lo podemos poner a trabajar a nuestro favor. El solo hecho de que ponga orden en tu vida demuestra que eres un rey con el control en la mano, al igual que el orden en una orquesta sinfónica es señal de que hay un director que con su batuta va controlando y dirigiendo todos los instrumentos, permitiendo asi que la sinfonía de la vida suene bien.
El problema del elemento aire es que vuela todo, creando desorden y caos en todas las áreas de la vida, desde pensar, hablar y hacer. Y así no se puede vivir. Más aun si tomamos en cuenta que la vida vuela como el aire. Si no tomamos el control de este elemento en la mano, nos pasaremos los días diciendo y desdiciendo, haciendo y no haciendo, prometiendo y no cumpliendo. Y sin metas claras ni retos terminaremos, incluso si vivimos 120 años, sin haber hecho nada.
Hasta nuestro recuerdo se lo llevará el viento, ya que no dejaremos ningún hecho sólido o palabras firmes que mantengan nuestra memoria. Una persona muy cambiante e inconstante, en hebreo se denomina hafajfaj; es igual que una caja de sorpresas, que no se sabe lo que hay en ella. Nunca sabes qué dirá ni cómo reaccionara el hafajfaj; es impredecible.
Y dependiendo del porcentaje de este elemento en su persona será la magnitud su volatilidad. La Toráh relata la historia del primer rey de Israel, Shaúl, quien sufría de diversos climas internos, lo cual se reflejó en su relación con su yerno, el futuro rey David.
Un dia lo abrazaba calurosamente y al otro, mientras David tocaba el arpa para alegrarlo, el rey tomaba la lanza y la arrojaba contra él para atravesar su corazón. Un día lo perseguía por todos los desiertos de Yehudá para matarlo y luego se disculpaba y le pedía perdón, ofreciéndole su amistad y cercanía. Así también era el famoso Ajashverosh, rey de Persia en la época del milagro de Purim, como dice la Guemará (Meguilá 11a):
“Dijo Rabán Gamliel: Ajasheverosh era un rey hafajfaj”, ya que mató a su esposa por lo que le dijo su amigo Hamán y, posteriormente, mató a Hamán por lo que le dijo su nueva esposa, Esther. Mandaba cartas en las que decretaba el exterminio de los judíos y a los pocos días enviaba nuevas cartas que decían:
“Hay que amar y proteger a los judíos, y se les da permiso de matar a sus enemigos”. ¡Vete a vivir con un rey así!. Hoy en día ya no hay tantos reyes, pero este problema puede llegar a presentarse en cada hogar, donde uno de los padres —y tanto más en el caso de los dos— sufre de ” viento hafajfaj”.
El efecto devastador en los niños se verá a la larga, tal como lo dice el profesor Samuel Tiano, psiquiatra y subdirector de la Asociación Internacional para el Niño y el Adulto: Cuando un niño crece en una casa donde ambos padres (o uno de ellos) sufren de un comportamiento no estable y su ánimo varía polarizadamente, sin motivos razonables, el niño pierde la capacidad de entender la normatividad, ya que no sabe qué acción suya causará una sonrisa y cuál provocará enojo ya que, en ocasiones, el mismo hecho o calificación causa reacciones opuestas.
Por tanto, el niño concluye que, sin importar lo que haga, la reacción siempre será rara e inesperada. Agrega al respecto la profesora Levi Schiff: El niño se apoya mucho en su mamá. Para él, ella es su resguardo seguro, pero cuando ésta sufre de inestabilidad, y ante la misma acción una vez reacciona desproporcionadamente con enojo, molestia y cara larga; y en otra ocasión, con abrazos, besos y tolerancia, la falta de certeza de parte del niño a cómo reaccionará su madre esta vez, le provoca perder la seguridad en sí mismo. Y más que eso, siente que, sin importar lo que haga, la reacción siempre dependerá del viento.
Además este niño podrá cargar una culpa de que él es responsable de la variedad del clima y, por tanto, se encerrara en si mismo evitando la relación con ella y perdiendo su propia seguridad, cosa que le afectará el día de mañana en su relación con la sociedad. Lo mismo se aplica en la relación de pareja, donde el hafajfaj provoca que el cónyuge sienta que camina en un campo minado, pues teme a cada momento que, sin previo aviso ni motivo que lo justifique, una bomba estallará. Imagínense el efecto del elemento viento en un joven que desea casarse… No sabe qué quiere ni qué exigir, ni cuál es su rumbo de vida a fin de buscar a la persona adecuada para formar con ella una sociedad conyugal.
Y cuando ya conoció a alguien y le presentó su plan de vida e ideas, y a la siguiente cita ya cambió al otro extremo opinando diferente y planeando otro rumbo, lo más probable es que su pretendiente lo deje, ya que, si no puede vivir ni consigo mismo, menos todavía con una pareja… Excepto que se encuentre una igual que él y lamentablemente juntos vuelen a donde el viento los lleve. Como dijo el profeta Yejezquel (1:20): “A donde vuele el viento irán”. Es importante definirse, ya que quien “baila en dos pistas” termina por no bailar en ninguna. Este concepto lo aprendemos de nuestra matriarca Rivká.
Cuando estaba embarazada, cuentan nuestros Sabios, al pasar junto a lugares puros pateaba en su vientre Yaakov, y al pasar al lado de lugares desagradables y llenos de impureza, pateaba Esav. Ella acudió al gran profeta Shem, el hijo de Nóaj, y se expresó asi: “¿Para qué necesito esto?”. Explican nuestros Sabios que ella no sabía que iba a tener mellizos. Creyó que se trataba de un solo bebé, y que era hafajfaj.
Por eso se expresó de tal modo como diciendo: “No quiero tener un hijo no definido, al que todo le llama la atención y en un momento puede ser justo y a los cinco minutos quiere ser malvado”. Sin embargo, cuando Shem le dijo que iba a tener dos hijos, de los cuales uno tendría una definición al camino de la pureza y la bondad, y el otro al camino negativo y de la maldad sorprendentemente ella se tranquilizó y, con un suspiro, pareció decir: “Más vale dos precisos, cada uno en su camino que uno confuso”.
Esta Idea se repitió muchísimos años después, en la época del profeta Eliyahu, cuando muchos de los judíos en Israel siguieron a la idolatría con sus 400 profetas falsos. Él los desafío a debatir en el Monte Karmel para que, de una vez por todas el pueblo definiera su camino. En esta reunión ante todo el pueblo, el profeta Eliyahu pronunció unas palabras adecuadas al tema que estamos abordando: “¿Hasta cuándo caminaran por los dos senderos? Si creen que Hashem es la verdad, síganlo a Él y sólo a Él.
Pero si creen que la idolatría es el verdadero camino, rompan cualquier vínculo con el judaísmo y váyanse. Pero no bailen en las dos pistas”. Encontramos este concepto en la orden de la Toráh que dice “No ararás tu tierra con un toro y un burro juntos”. En la explicación literal, esto se entiende con claridad, ya que la fuerza del toro es mayor que la del burro y, además, el toro es rumiante.
Al caminar el toro y regurgitar la comida para masticarla de nuevo, el burro puede creer que a su compañero le dieron de comer otra vez y a él no, por lo que sufre.
Y está prohibido provocar sufrimiento innecesario a un animal. Pero en la dimensión del Rémez significa lo siguiente el toro es un animal kasher y puro, y el burro es no Kasher e impuro. Por tanto, insinúa la Toráh: “No ares tu camino de la vida sin estabilidad, una vez con pureza y otra con lo contrario. Sé claro y definido en tu senda”.
El Viento Parlante Profundizaremos en esta sección los efectos devastadores que puede tener el elemento aire en su ramificación del habla. Con esto sentaremos las bases del control de la palabra, pues cuando ésta se escapa y hiere resulta difícil curar el daño, y a veces no bastan mil palabras para reparar una mala. Es sabido que Hashem creó el mundo con la palabra, como dice el versículo: “Y dijo Hashem: Que se haga…”. También las catástrofes y la destrucción que mandó el Creador, como el diluvio, la lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, las diez plagas en Egipto, etc., fueron ordenadas con un dicho, para enseñarnos que la palabra construye y destruye.
El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Hashem. Por tanto, también posee en su pequeña boca el poder de destruir y construir. Por medio de buenos consejos, críticas constructivas adornadas con elogios y bendiciones, puede llegar a construir toda una vida para un hijo, un alumno o un amigo. Y al contrario, con una humillación, una maldición o una burla la destruirá por completo.
Escuché una vez que en un colegio se hizo una investigación respecto al poder que tienen sobre los alumnos las palabras y la atención del maestro. Al nuevo profesor de un grupo le cambiaron las notas y el reporte de los alumnos: sobre los que llevaban diez, dijeron al maestro que eran los peores y que tenían déficit de atención y notas bajas. Y sobre los que demostraban flojera y tenían notas bajas, le informaron que eran buenos muchachos, muy amables y con gran potencial. Sorprendentemente, al final del año, los estudiantes igualaron las notas inventadas sobre ellos al principiar el curso.
Esto significa que las palabras del maestro, sus elogios alumnos flojos pensando que eran buenos estudiantes mirada amigable y su atención ayudaron a mejorar su personalidad y desempeño. Y por el contrario, los reproches, las ofensas, la falta de cariño hacia quienes el maestro considero que eran malos alumnos, provocaron que así lo fueran. El viento alza globos y hace caer ramas, al igual que la palabra: puede elevar y puede hacer caer. Por ello, quien posee dosis del elemento aire en su derivación del habla debe medir sus palabras. Como dice el dicho: “El que habla mucho, seguro peca”.
Es imposible abundar en palabras sin “meter la pata”. ¿De qué maneras específicas afecta la palabra, perdemos el control sobre ella? • La maledicencia y la difamación. Cabe citar aquí una parábola de nuestros Sabios: “Preguntaron a la serpiente: ¿Por qué tienes una boca tan mala y venenosa?’. Ella respondió ‘La boca de ustedes es peor que la mía; yo daño sólo haciendo contacto y ustedes pueden dañar a kilómetros de distancia”.
Si elaboraron esta parábola hace aproximadamente 1500 años, ¡imagina qué dirían hoy nuestros Sabios con el uso que se da a los medios de comunicación! Basta con que inventes una historia sobre alguien para difamarlo, o que simplemente difundas lashón hará (calumnias) contando sus fallas a tus contactos en las múltiples redes sociales. De esta manera afectarlo de por vida.
• La hipocresía.
El elemento aire puede hacer que sintamos o pensemos una cosa y que digamos otra, engañando así con nuestras palabras y ocultando nuestros verdaderos sentimientos, lo que está prohibido y va contra la ética. El problema es que en la actualidad, esto se ha legalizado e incluso se considera un don, ya que hemos remplazado la palabra “mentiroso” por “político”, como podemos verlo en cada proceso electoral: antes de las elecciones, los candidatos prometen cada clase de cosas, las calles y las paredes están llenas de fotos suyas y anuncios con sus promesas, las cuales olvidan minutos después de haber sido elegidos.
No en vano se dice: “Antes de las elecciones las paredes te hablan; después de ellas, tú hablas a las paredes”. Cuando confesamos nuestros pecados, decimos: “Perdón por hablar Dofí”. Dofí es una palabra hebrea compuesta por dos: du y fí, Que significan: “dos bocas”, lo que alude a decir algo y pensar otra cosa.
La mentira, al igual que la hipocresía, es una característica del elemento aire. Para muchos de nosotros la mentira fue un medio para salvarnos de castigos en el colegio o en la casa, ganar partidos de futbol, y además hacernos interesantes con nuestras falsas historias, etc. Más adelante en la vida, este “don” puede llegar a ayudarnos a hacer dinero, ya que con una pequeña mentira sobre la mercancía la vendemos al doble.
Sin embargo, es de suma importancia aclarar que el viento mentiroso tiene efectos devastadores. El Rey David (Salmo 15:2) menciona las características que debe tener la persona a fin de obtener “la visa” para entrar al paraíso y estar cerca de Hashem; entre otras, se encuentra: “Siempre di la verdad”.
El sello de Hashem es la verdad y el de la serpiente es la mentira. Por tanto, al mentir nos apegamos a lo negativo y a su veneno, y al hablar con la verdad nos apegamos a Hashem y obtenemos Su bendición. Relata Rashí (Makot 24a) que Rab Safrá era un hombre apegado a la verdad y un día, mientras rezaba, se le acercó un gentil que le ofreció diez monedas por una mercancía que vendía. Al ver que el rabino no respondía, el gentil pensó que el precio era muy bajo, por lo que le aumentó un poco la oferta; al seguir sin responderle, éste la duplicó e incluso la triplicó.
Cuando finalizó Rab Safrá de rezar, dijo al gentil: “Disculpa, estaba rezando. Te escuché desde un principio. Dame la primera cantidad que ofreciste, ya que en mi mente la acepté en el momento que la escuché”. La pregunta que surge aquí es: ¿acaso no era válido quedarse callado y aceptar la oferta más elevada, ya que al hacerlo no causaría daño a nadie? Sin embargo, es posible que Rab Safrá nos hubiese respondido: “Quizás perdí valores pero gané valores. Además, con la verdad estoy más cerca de Hashem.
Y si Hashem es mi pastor, nada me faltará” (Tehilim 23:1).
• La educación.
Las palabras a través de los dichos y enseñanzas son material de construcción y formación. Pero cuando se contradicen, destruyen la formación de los niños. Por ejemplo, podemos decir a nuestro hijo: “No se miente. Siempre hay que decir la verdad”; sin embargo, si lo llevamos a un parque de diversiones y hay un cartel que dice: “Niños menores de seis años no pagan”, y le “aconsejamos”: “Di que no tienes seis años”, estamos arruinando el valor que le inculcamos. Lo mismo ocurre cuando suena el teléfono y ordenamos a nuestra hija: “Di que no estoy”, y un rato más tarde, cuando está jugando con su hermanita y miente, nos enojamos con ella.
Cuenta la Guemará (Yevamot 63:1) que Rab tenía una esposa muy mala. Cada mañana ella le preguntaba: “¿Qué quieres de comer? ¿Pollo o pescado? ¿Con papas o con arroz?”. Y cuando él respondía pollo con papas, ella le preparaba pescado con arroz, y si pedía pescado con arroz le preparaba lo contrario. Así ocurría día tras día, año tras año. En cierta ocasión, su hijo se dio cuenta de lo que pasaba; preguntó a su padre qué quería comer y, simplemente, cambió la orden a fin de que comiera lo que le había apetecido ese día. Una semana después, el padre expresó: “Estoy muy contento. Tu mama, gracias a Hashem, empezó a portarse bien conmigo”, a lo cual contestó su hijo: “No, papá, lo que sucede es que yo le cambio la orden cada mañana”.
Al escucharlo, le dijo Rab: “¿Tú crees que yo no puedo hacer eso? Sólo que está prohibido mentir. Así que, hijo, prefiero comer todos los días lo que no me apetece, con tal de que ni tú ni yo saquemos una mentira por la boca. Además, otra gran pérdida del mentiroso es que cuando finalmente dice la verdad nadie le cree. Como en la famosa fábula de pedro y el lobo cuando el niño gritó: “¡Lobo, lobo…!”, nadie le hizo caso. Y peor aún: “Quien habla mentiras vive en las mentiras y su vida se vuelve una gran mentira”.
Meditación y Control En el tercer paso, el Tíkún hamidot —reparar las malas cualidades y suministrarlas en la dosis correcta—, deberíamos, como ya explicamos anteriormente, irnos por un tiempo al extremo contrario aplicando la regla de Teshuvat hamishkal, la reparación por medio del contrapeso.
Debemos hacer lo mismo que se hace con los adictos descontrolados, que al ser internados en un centro de rehabilitación, se les lleva al otro extremo a fin de quitarles la adicción. Se espera que, después que hayan pasado de un extremo al otro, logren el equilibrio y una vida normal. Sin embargo, para controlar una dosis alta de alguno de los elementos, no es recomendable quedarse definitivamente en el otro extremo; sólo debe servirnos como rehabilitación, a fin de que logremos una dosis equilibrada de los elementos.
Ya que el elemento aire hace “volar” nuestra mente, pensamientos, palabras y planes, necesitamos iniciar un proceso de meditación, que consiste en frenar los múltiples pensamientos, así como seleccionar, analizar y, lo más importante, cuál es la idea correcta para eliminar las demás, fijándonos la meta, trazar el camino hacia ella y poner manos a la obra para ejecutarla.
Para entender mejor el poder de la meditación, usaremos el ejemplo de la lupa. Cualquier hoja de papel que pongamos frente al sol no se quemará, ya que los rayos solares están dispersos sobre ella. Pero si entre el sol y la hoja ponemos la lupa, con ella enfocamos los rayos solares y así magnificamos su potencia hasta quemar el papel. Así funciona en general la mente: las ideas están tan dispersas que perdemos la concentración en cierto punto.
La meditación consiste en concentrar la mente y canalizar todas las ideas que tenemos, junto con la inteligencia que poseemos, para invertir toda esa fuerza en el camino que deseamos trazar. Para ello la persona necesita, de vez en cuando, frenar su viento y su ánimo volátil, “desconectarse” del mundo y sentarse en un lugar tranquilo, relajado, con buen ambiente, y olvidar el ajetreo de la vida cotidiana… y, por supuesto, también el celular.
Hay varios tipos de meditación. Algunos sirven para “desconectarse” del mundo y “conectarse” con un rezo; otros son para relajarse del enojo y del odio hacia alguien, y otras más. La clase de meditación que estamos abordando aquí podríamos llamarla “meditación y acción”, porque nos permitirá meditar para saber qué hacer… y hacerlo, y no solo para analizar y volver a analizar, y así sucesivamente, sin actuar.
Sobre esto dijeron nuestros Sabios (Zóhar, 258a): Sof maáse bemajshabá tejilá, cuya traducción literal es “Al final, acción; pensar primero”. Esto quiere decir que cuando te sientes a meditar, el fin que debes tener en mente es llegar a la acción, y para lograrlo, piensa y medita desde un principio. De esta forma irás eliminando ideas vanas que no tienen ningún futuro y que sólo estorban y ocupan espacio en tu mente. Otras quizá sean buenas, pero no para hoy. “Congelalas” para usarlas el día de mañana.
Así irás limpiando tu mente de fantasías, ideas irreales o planes obvios que igualmente se darán, y podrás escoger la mejor idea, la más benéfica para tu vida, a fin de fijarla como tu meta principal y tu mayor reto. Normalmente, después de meditar de esta manera, terminarás con una sonrisa, pues como dijeron nuestros Sabios (Metzudat David, Mishlé 15:30): “No hay mayor alegría que quitarse las dudas de encima”.
Esto se halla insinuado también en la orden de la Toráh (Debarim 25:19): “Elimina a Amalek”, que en su sentido literal era un llamado a la guerra contra el pueblo de Amalek. Pero en la dimensión del Rémez, dicen nuestros Sabios que el valor numérico de la palabra Amalek es el mismo de la palabra hebrea safek (“duda”) (ambas suman 240), para insinuarnos: “Elimina las dudas de tu vida”, porque las dudas son un ancla mental que no nos permite avanzar.
Quien tiene mucho del elemento aire carece, entre otras cosas de decisión, ya que cada día espera ver hacia dónde soplara el viento y hasta dónde llegará. Si no es capaz de tomar control, mucho menos puede sentarse para meditar y emitir un veredicto que marque su camino.
En la Kabalá, este proceso de decisión se define por medio de los conceptos Jojmá, Biná y Daat. • Jojmá es la primera idea que nos surge en la mente; por ejemplo, “Voy a construir una casa”, “Quiero dibujar un árbol”, “Voy a comprar una mercancía”. • Biná es el desarrollo de esa idea; implica analizar cómo, cuándo y cuánto, sopesando los pros y los contras, los beneficios y los riesgos.
• Daat es el canal más importante, ya que representa la ejecución de todo lo analizado por la Jojmá y la Biná.
Sin éste, seguiría la idea “rebotando” entre la Jojmá y la Biná, para nunca realizarse. Este concepto se observa también en la estructura cerebral. El cerebro está dividido en tres partes: hemisferios izquierdo y derecho, y tallo cerebral.
El hemisferio derecho del cerebro percibe el mundo y la vida de manera muy general, y hasta fantasiosa. El hemisferio izquierdo, en cambio, lo ve con más detalle y a un nivel más realista. Al respecto, un reconocido neurólogo dijo: “El lado derecho ve el bosque, pero el lado izquierdo ve los árboles”.
Lo increíble es que nuestros Sabios de la Kabalá enseñaron que la Jojmá corresponde al lado derecho y la Bina al izquierdo. La Jojmá es lo general y la Biná es el desglose y los detalles, lo cual, en palabras modernas, sería: Jojmá- bosque y Biná-árboles.
El Daat está ubicado en el tallo cerebral, el cual se encarga de concretar lo pensado y llevarlo a la acción. Y justamente es esto lo que falta al elemento aire. Cabe mencionar aquí las palabras de nuestros Sabios en la Guemará (Nedarim 41:1): “Si adquiriste Daat, nada te falta. Si Daat te falta, no sirve de lo que adquiriste”.
He aquí, entonces, la fórmula de meditación que debemos aplicar para mantener el control de los vientos de ideas y usar nuestro Daat para no quedarnos “en el aire”.
EI Silencío Como ya vimos, perder el control de la boca nos hace hablar demasiado y, por tanto, podemos pecar, dañar y destruir; pensamos equivocadamente que las palabras “se las lleva el viento” y, en consecuencia, no medimos los resultados catastróficos del poder del habla. La rehabilitación y la corrección de todo lo anterior se logra mediante el don del silencio. No es fácil para alguien del elemento aire mantenerse sin hablar. Sin embargo, si quiere controlar la palabra y usarla sólo para lo positivo, necesita primero irse al otro extremo, por un tiempo no hablar más de lo estrictamente necesario y, cuando haya dominado el arte de guardar silencio, sólo entonces podrá hablar para bien… pero también con moderación.
El Rey David dice: “¿Quién es el hombre que desea la vida buena?”, a lo que cualquiera contestaría con un entusiasta: “!Yo!”. A continuación el Rey David dice: “Si es así, pon un candado a tu boca” (Tehilim 34:13). Y así lo expresó Rabí Shimón en Pirké Abot (1:17): “Toda mi vida me senté entre los sabios; escuché consejos, conceptos y sabias ideas. Y si me preguntas cuál es mi mejor mensaje, te diría: no hay nada mejor para el hombre que el silencio”. Cada vez que quieras decir algo lógico, adecuado y medido, debes primero guardar silencio, pensar, analizar y medir tus palabras.
A eso se refirió el versículo (Ejá´3:29): “Pon tierra en tu boca”, queriendo decir: sabemos que la tierra es la muralla limitante del mar; sin ella, las olas arrasarían y destruirían. Por tanto, en un sentido metafórico, debemos usar ese límite para evitar que de nuestra boca salgan “palabras-tsunamis”.
De esta manera, evitaremos también hechos lamentables, como se vio con el patriarca Yaakov cuando su suegro Laván lo persiguió para reclamarle: “¿Por qué huiste sin avisarme? ¿y por qué robaste mis ídolos?”. Yaakov Avinu, que normalmente era una persona centrada y tranquila, en ese momento estalló y en esa situación dejó salir de su boca una maldición, diciendo: “El que te robó, que muera”, sin saber que había sido su amada esposa Rajel quien los tomó para impedir que su padre siguiera rindiendo culto a la idolatría. Aunque Yaakov Avinu no pronunció esa maldición a propósito, y menos todavía con la intención de matar a su propia esposa, estas palabras surtieron su efecto y Rajel, a la hora del parto de Binyamín, falleció con solo 36 años de edad.
Después de tres décadas, hubo hambruna y los hijos de Yaakov viajaron a Egipto para comprar comida. Allí Yosef — el hermano al que primero quisieron matar y al que después vendieron como esclavo— era ya el virrey y el abastecedor de los alimentos; aprovechó que no lo reconocieron para hacerse pasar por un dictador malo, que los acusó de espionaje y los trato muy mal (aunque todo era un plan maravilloso de Teshuvá, como puede leerse en mi libro las Alturas de Mi Pueblo pág. 120, en la segunda edición).
Cuando los hijos contaron a su padre sobre aquel malvado, por lógica Yaakov Avinu pudo haber soltado una maldición devastadora, pero “llenó su boca de tierra” y optó por guardar silencio, y esperar a ver qué rumbo tomarían los caminos de Hashem. Gracias a este silencio Yaakov no provocó la muerte a su querido hijo Yosef. Con esto, nuestros Sabios quieren enseñarnos que es menos riesgoso y más benéfico mantenerse callado. En cuanto al área de la acción, dicen nuestros Sabios (Abot 1:14): “Habla poco y haz mucho”, lo que aprendimos de Abraham Avinu en la forma en que recibió a sus invitados: “Pasen y tomen un poco de agua y una rebanadita de pan”, les decía.
Y cuando ya pasaban, extendía ante ellos mesas llenas de manjares dignos de reyes. Esto también se refleja en el famoso dicho: “No hables sobres tus acciones; deja que tus acciones hablen por ti”. Además, dicen nuestros Sabios que la persona a la que otros ofenden en público y, aunque ella tenga mucho responder, guarda silencio, y se muerde los labios, debe aprovechar ese momento para bendecir a sus familiares, ya que este acto provoca que, cuando use la boca para rezar, sus plegarias sean bien recibidas en el Cielo. El Gaón de Vilna dijo al respecto: “En cada momento que la persona guarda y controla su boca, se envuelve con una luz divina que le trae bendiciones” (Igueret Hagrá).
Los Limites del Rezo Uno de los dones del elemento aire es el poder de expresión que se manifiesta de manera especial a través del rezo: el rezo es la maravillosa oportunidad de comunicarnos con nuestro Creador, desahogarnos con él y pedirle favores. Sin embargo, como ya vimos en el capítulo anterior, también las cosas buenas (como el estudio de la Toráh) deben ser controladas y limitadas. Así, pues, en primer lugar, los rezos del día están limitados a un tiempo específico. No podemos rezar Shajrit por la noche, o Minjá por la mañana.
Cada rezo tiene un orden establecido por nuestros Sabios, con hermosos motivos y explicaciones basados en la Kabalá, en la estructura de los cuatro mundos y en la forma en que las plegarias van ascendiendo los Cielos, hasta llegar al Trono celestial (como lo explique en la introducción al Yalkut Yosef; tomo 5). En segundo lugar, el Jazán que dirige el rezo debe tener un límite de tiempo para no extenderse y causar molestias al público pensando que disfrutan de su “agradable” voz, lo que se conoce como Tirjá detziburá.
Aunque esté haciendo algo positivo con su elemento aire, al pasar cierto límite convierte el sublime rezo en algo fastiHashemo. En tercer lugar, también la forma de expresar las plegarias debe ser delimitada, ya que es incorrecto pedir, por ejemplo: “Hashem, ayúdame a casarme con fulana”, “Hashem, dame este negocio”, “Haz que fulano acepte mi sociedad”. Esta forma de rezar, en lugar de ser una petición, parece más una orden. Además, puesto que nadie sabe en realidad lo que es bueno para él, puede pedir algo que le resulte perjudicial. Por eso, la forma correcta de pedir algo a Hashem es, por ejemplo “Hashem mío, quiero casarme. Ayúdame. Tú sabrás con quién”, “Quiero buena manutención. Tú sabrás por cual canal y con qué socio mandármela”.
A este respecto, el Midrash (Esther Rabá) cuenta que una vez el sabio Rabá llegó a una aldea y al finalizar el rezo en un templo, escuchó a un joven clamar frente al hejal: “Hashem, haz que fulana se enamore de mí. Quiero casarme con ella y sólo con ella”. Al terminar su plegaria, se le acerco Rabá y le dijo “Así no se reza. ¿Quién te dijo que ella es buena para ti?”. Con esto el rabino quiso decir al joven: “Controla tus instintos que persiguen la belleza, el dinero y el placer, y pide a Hashem que te dé la mujer adecuada para ti. Si insistes en que sea ésa y no otra, te la darán, aunque no sea la mejor para ti.
Un rezo así es una falta de respeto al Creador, pues parece que dices: ‘Mira, Hashem, no me interesa la que planeaste darme. Yo quiero a fulana. Yo sé lo que es bueno para mí”. Y finalmente es posible que Hashem te la dé, pero como castigo”. El joven miró con burla al sabio que se entrometía en su vida, y le dijo: “Tú, sabio, entenderás de libros. Yo entiendo de mujeres. Ésta, con su belleza, dinero y fama, es lo adecuado para mí”.
Relata el Midrash que al cabo de dos años, Raba fue de nuevo a esa aldea y se asombró al ver de nuevo al muchacho aquel, pero diciendo ahora frente al hejal: “¡Oh, Hashem! Llévame a mí o llévatela a ella! ¡Los dos ya no podemos vivir juntos! Ten cuidado con lo que pides, porque se te puede cumplir. Es por esto que al terminar nuestros rezos decimos: “Cumple nuestros deseos, siempre y cuando sean para nuestro bien”.
Con esto aclaramos que si acaso nos extendemos o pedimos, o peor aún, exigimos algo que no es para nuestro bien, que quede nulo, y que recibamos sólo lo adecuado y lo positivo para nosotros. Ahora bien, aunque las plegarias son placenteras al Creador, no debemos pasarnos el día entero rezando por la manutención y esperando que nos caiga del Cielo. Hay un tiempo para rezar y un tiempo para actuar. Así lo aprendimos también del caso de la partición del Mar Rojo: durante un buen rato estuvieron parados frente a las aguas Moshé y el pueblo elevando plegarias, hasta que, sorpresivamente, Hashem dijo a Moshé: “jQué tanto rezas? Deja de hacerlo y avanza. Llego la hora de la acción”.
Por último, la ramificación positiva del habla como rezo tiene sólo una dificultad: por pertenecer al elemento aire contiene el don de la palabra, pero también la volatilidad de la mente. En el momento del rezo puede ser que la mente vuele muchas veces ni el Cielo es su límite. De ahí que sea tan difícil concentrarnos al rezar. Para lograr la plena concentración en nuestros rezos debemos usar también la “lupa mental” para canalizar todos nuestros “rayos mentales” y concentrarlos en las plegarias dirigidas Hashem, en lugar de “lanzar flechas” sin dirección y esperar que alguna casualmente dé en el blanco, es decir: al Trono Celestial.
El control de la mente y la boca en el momento de rezar es lo que puede ayudar a que el viento no se lleve nuestras palabras.
Conclusión Equilibrada
Después de analizar el elemento aire en sus aspectos positivo y negativo, busquemos el equilibrio para el beneficio de nuestra vida. Este equilibrio lo tenemos insinuado en la anatomía del cuerpo humano, que está formado por dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales, dos manos y dos pies, además de la mente, la boca y el corazón, y nos enseña que en la vida, para tomar buenas decisiones, primero debemos usar la volatilidad del viento y ver con cada uno de tus dos ojos las dos caras de la moneda; escuchar con tus dos oídos diferentes opiniones, argumentos, consejos; olfatear con tus dos orificios nasales cuál puede ser el mejor de los dos caminos; medir las acciones que realizas con tus dos manos; ver qué resultara si caminas con tus pies a la izquierda o a la derecha.
Después de analizar bien, toma la decisión más centrada y ubica tu mente, tu palabra y tus sentimientos en un solo canal. Debido a que el mejor camino es el del medio, la dualidad de los miembros está en los extremos (oídos, pies, manos) y la unidad está en el centro (cerebro, boca y corazón), y lo que debes procurar es pensar, hablar y sentir con congruencia. Así que ahora procederemos a ver cómo se vive y se disfruta el elemento aire en equilibrio.
• En cuanto al don de la adaptabilidad a las personas, es lograr entenderse con cualquier estilo de maestro, amigo o familiar; incluso con “la santa suegra”. Y aunque aquí hablamos del elemento aire, cabría aplicar la “regla del agua”, el único elemento en la naturaleza que se presenta en tres estados: solido, líquido y gaseoso: a veces debemos adaptar nuestro perfil al de ciertas personas y ser fríos y duros como el hielo, y con otras hay que ser como el líquido, ágil y fluyente; y con otras más, debemos simplemente “esfumarnos” y “evaporarnos”.
Así lo dijo la Mishná en Pirké Abot “Sé ágil con los jóvenes y cómodo con los ancianos” (3:16).
• Respecto a nuestras ideas, no es bueno ser terco ni tampoco volátil. El término medio entre estar abierto a las nuevas idas y a los cambios, combinado con firmeza en las decisiones, es lo ideal. Así lo dijo el Rey Salomón: “El que es terco y de corazón duro no hallará el bien, y el volátil caerá en el mal (Mishlé 17:20).
• Usemos la agilidad del viento y volemos de un nivel a otro, de hacer un favor a brindar otro. Sólo recordemos que todo exceso es malo y que debemos aplicar la “ley de la ventana”: aunque el viento sea bueno, a veces hay que cerrar la ventana. Respecto al don del habla, usemos la boca para sacar sólo perlas.
Tengamos cuidado con la lengua filosa y siempre tengamos presente la siguiente moraleja del Jafetz Jaim: una vez se le aproximó un hombre diciéndole que quería reparar todas las difamaciones que había pronunciado durante su vida. El Jafetz Jaim le dijo: “No hay problema. Sólo tráeme una almohada de plumas”. El hombre se la llevó, el sabio subió a la azotea y la rasgó dejando que todas las plumas volaran con el viento. Luego pidió al hombre que fuera a recogerlas.
Cuando el hombre le replicó, asombrado, que eso era imposible, el Jafetz Jaim le dijo: “Así han sido tus palabras. Después que las soltaste y dañaste mentes, vidas y personas, ¿cómo puedes recogerlas ahora?”. Un último consejo: en tu vida debe haber dos cosas, una brújula y un reloj. Algunos usan el reloj y corren todo el tiempo, apurados para realizar a tiempo todas las diligencias del día; sin embargo, no usan la brújula para analizar y decidir el rumbo. Otros más usan sólo la brújula; saben exactamente a dónde ir y qué hacer, pero no usan el reloj a fin de fijar un tiempo para hacerlo. Así, para controlar tu vida primero hazte de una brújula y decide tu rumbo; y luego observa el reloj, para que puedas alcanzar la meta lo más rápido posible. Nuestro tiempo de vida es muy valioso… pero vuela. Y no importa si vives hasta los 120 años; al final, miras hacia atrás y ves qué rápido pasaron los días.
Lo único que quedará son los hechos. Hoy en día, en Israel, hay una frase muy popular: Javal al hazmán, que traducido literalmente significa “Lástima por el tiempo”, pero se usa más como sinónimo de “buenísimo”. No me pregunten qué tiene que ver una expresión con la otra, pero así se ha acostumbrado a usar. Constantemente y ante cualquier pregunta, como: “iQué tal estuvo la boda?”, parece el traje?”, “¿Te gustó la comida?”, responden: Javal al Hazmán.
Considero que fue Hashem quien nos mandó esta frase en esta generación, en la que la velocidad de la tecnología, el ritmo de los placeres, y la persecución constante de la manutención nos hacen perder el tiempo y no usarlo para lo que realmente vinimos al mundo. Y por eso debe resonarnos en el oído: “Lastima por el tiempo”.
Extraído de: “El Control de la Vida”, Rab Anidjar.
Elemento agua
El perfil del agua
El elemento agua es la fuente de vida de cualquier ser vivo. Curiosamente, nuestro cuerpo posee el mismo porcentaje de agua como el que tiene el planeta Tierra. Sin este elemento nada crecería y no habría vida. El agua no tiene color, pero puedes teñirla de cualquiera. No tiene forma propia, sino que adopta la del recipiente que la contiene. El agua normalmente se mueve mediante el viento, la gravedad o bombas artificiales, se transporta y es guiada mediante canales, tuberías, etc. Es decir, es guiada por otros.
El agua en forma natural fluye hacia abajo, hacia los lugares bajos, llenando cavidades, huecos y recipientes. El agua es el único elemento en la naturaleza que puede presentarse en tres estados: líquido, sólido (hielo) y gaseoso (el vapor). Así es la persona que posee altas dosis de este elemento. Tal como el agua es el elemento que da vida, a la persona que posee altas dosis de este elemento le gusta gozar de la vida y sentirse vivo, por medio de los placeres.
Al igual que el agua, que no tiene color ni forma, y debe canalizarse, así es la persona con elemento agua dominante: no tiene ideas propias ni forma clara de vivir, pues es llevado y guiado por los placeres y por los sentimientos. Y a donde vaya la tendencia social y la adicción “de moda”, allá irá, y ese será su color y su forma actual. En su lado positivo, permite a la persona ser muy variable y adaptable; puede presentarse como líquido y dejarse lleva por la corriente social. En otra ocasión será sólida, fría y dura, y a veces simplemente se “vaporiza” a fin de pasar desapercibida. El agua tiene mucho poder.
Por un lado, da vida; por otro, en forma desproporcionada resulta devastadora y destructiva, como las inundaciones, los tsunamis, etc. Así que debe tenerse bajo control y obtener de ella lo positivo y limitar su lado negativo, lo que conocimos hasta ahora como hakarat hamidot. El arte del placer Las personas buscamos los placeres durante nuestra vida. Los disfrutamos, los gozamos y nos proporcionan una vida satisfactoria. Los buscamos en cualquier área de la vida, desde el placer de ver un simple paisaje, una soleada playa, escuchar música agradable, la comida, hasta experiencias placenteras más fuerte como el alcohol, las relaciones conyugales, los juegos, etcétera.
Sin embargo, la realidad es que la persecución del placer desproporcionado, en lugar de darnos vida, nos lleva a la ruina, la destrucción e incluso la muerte. Esta idea se halla insinuada en un juego de dos palabras en hebreo: óneg y nega. Óneg significa placer, algo que a todos nos agrada. Sin embargo, nega significa lo malo, lo problemático, de lo que, por lógica, todos huimos (es fácil recordar esta palabra, pues se refiere a todo lo negativo).
Lo curioso es que estas dos palabras en hebreo se escriben con las mismas letras: óneg, con ayn, nun y guímel; y nega con nun, guímel y ayn. Los animales tienen una regla acerca del placer: lo que es nega para ellos no es óneg. Es decir, ya que las verduras afectarían la salud de un león y un bistec de carne dañaría a un cordero, al encontrarse cada uno de ellos con estos alimentos no sienten ninguna atracción; les atraen los alimentos que les hacen bien. Simplemente persiguen el óneg y se alejan del nega.
En el ser humano increíblemente ocurre lo opuesto: cuanto más nega es lo que le atrae, más óneg y placer obtiene de ello. Por ejemplo, los alimentos dulces con grandes cantidades de azúcar, el chocolate, las cremas, etc., son muy placenteros, pero contienen nega: lípidos, carbohidratos y demás sustancias nocivas para el organismo. Y las carnes en general, con mucha grasa, la comida frita, etc., las gozas y hasta te chupas los dedos, pero contienen nega: colesterol, triglicéridos, exceso de proteínas, etc. Y ni hablar del gran placer del alcohol, las drogas, las apuestas, la infidelidad, el dinero sucio. Cuanto más peligroso y prohibido es, más lo deseamos y lo gozamos. En ese momento ignoramos el nega y simplemente gozamos el óneg, hasta que llegan las consecuencias negativas y la vida pasa la factura. ¿Cómo podemos tener en la vida óneg sin nega? La respuesta la insinuó Hashem en las letras de estas dos palabras, que se escriben con las mismas letras, pero con una sola diferencia: la ubicación de la letra ayn.
En la palabra óneg está al principio de la palabra y en nega está al final. Ayn en hebreo significa también “ojo”, para enseñarnos aquel que abre el ojo para medir, limitar y controlar los placeres, previendo las consecuencias de sus actos, y manteniendo las riendas del control en la mano, tendrá una vida llena de placer y óneg. Pero quien cierra el ojo y simplemente disfruta y goza desproporcionadamente, perdiendo el control de sí, al final, cuando le llegue la factura, abrirá el ayn, el ojo. Sin embargo, ya será tarde porque lo nega ya estará instalado.
Abramos bien el ojo y aprendamos la filosofía de para disfrutar de la vida a plenitud. La filosofía del placer Lo que leerán a continuación podrá cambiar por completo su visión de los placeres. Además les dará la fórmula del goce total.
El Rabino Eliyahu Dessler, gran pensador y filósofo, rompe el esquema que todos tenernos del placer con una simple pregunta: “¿Qué es lo que causa al ser humano el sentido del placer?”.
La mayoría contestaríamos: placer es comer, ver un partido de futbol, beber un jugo helado en un día caluroso, ver una película, escuchar a un cantante, entre otros. Sin embargo, Rabí Dessler rechaza esta respuesta y dice: “Nada de esto es lo que causa el placer, ya que si el chocolate es lo que nos causa el placer, ¿por qué al terminar de comernos toda una tableta, y empezar a comer otra y otra más, ya no lo disfrutamos, e incluso puede causarnos vomitar? Si el objeto es el que nos causa el placer, no debería tener un límite”. Y agrega: “Ninguna de estas cosas nos provocan placer.
Lo que provoca placer es el vacío, la necesidad el deseo, el hambre, la carencia. Al llenar el hueco que sentíamos por el chocolate sentimos placer; sin embargo, el siguiente bocado no nos resulta placentero, porque ya no hay ningún vacío”. Es una idea revolucionaria. Tomando en cuenta lo mencionado anteriormente de que los placeres provienen del elemento agua, esto se entenderá mejor. El agua necesita un estanque, un recipiente para estar en él. Si llenamos un vaso pequeño con agua y ésta llega al borde, diremos que el vaso está lleno.
Pero si ponemos la misma cantidad de agua en un vaso tres veces más grande, diremos que hay muy poca agua en él. Es decir, dependiendo del recipiente se evalúa la cantidad de agua. Así ocurre con los placeres. Cuando uno mismo se abre un agujero muy amplio, los placeres tienen que tomarse en cantidad mucho mayor para llegar a sentir el placer de estar lleno. En cambio otro, que limitó y controló el tamaño de su vaso con un poco de aguas placenteras, ya se sentirá lleno. Por ejemplo, tomemos el hecho de disfrutar del placer de tomar vino.
Para unos, tomarse una copita mientras comen es un placer muy grande y se levantan de la mesa satisfechos con el buen sabor que tenía el vino. Para otros, que abrieron dentro de sí un hueco de placer demasiado grande, una copa no les da placer; quizás una botella, pues se autoeducaron a pensar que tomar vino sin llegar a emborracharse no es placer. Entonces no tendrán otra más que tomar y tomar hasta perder la cabeza, y sólo borrachos se sentirán llenos y satisfechos.
Así sucede con todos los placeres de la vida. Todos dependen del vacío interior que nosotros mismos nos creamos. Respecto al estómago, ¿cuánta comida se necesita para llenarlo y sentirse satisfecho? Pues depende. Si la persona es menuda y delgada, con poca comida ya se sentirá llena. Y si es alguien grande y obeso, necesitará mayor cantidad. Así sucede en la vida con los placeres.
Hay algunos que se controlaron y se dominaron para mantenerse “delgados” y poca cantidad de placer los llena, a diferencia de otros “obesos y golosos”, cuyos niveles de placer para sentirse satisfechos son tan exagerados que incluso corren peligro, Y lo peor es que en caso de escasez de comida, el delgado igual se sentirá satisfecho, ya que con poco le alcanza: sin embargo, el obeso estará en problemas.
Esto se refleja, por ejemplo, al hacer un viaje y el único lugar que queda en el avión es hasta atrás y en medio, y el único hotel disponible es uno de tres estrellas, y el único restaurante que queda abierto es uno muy simple. Con este panorama, el hijo de un millonario, digamos, que toda su vida respiró lujos y el único lugar en el avión que conoce es en primera clase, y los hoteles en que se alojó son de cinco estrellas o más, y los restaurantes en que comió fueron para gourmets, se sentirá terriblemente mal, ya que estas “pocas aguas” no alcanzan a llenar el estanque interior que tiene. Sin embargo, una persona común y corriente se sentirá afortunada de volar en un avión, de dormir en un hotel y de comer en un restaurante, incluso de esa calidad, ya que representan suficiente agua para llenar su pequeño vaso. ¿Placer o necesidad?
Cuando educamos a nuestros hijos, sin darnos cuenta les estamos abriendo recipientes de placer y el tamaño de éstos normalmente depende de nosotros. Ningún niño nace con placer por el fútbol, la música o la Toráh. Nosotros, como padres y educadores, les abrimos el vaso del apetito por el placer. Por ejemplo, desde chiquito compramos al niño el uniforme de un equipo famoso de fútbol y un balón, lo sentamos con nosotros para ver un partido, hacemos que escuche nuestros gritos de emoción e incluso lo llevamos al estadio y luchamos allá para que alcance a tocar al jugador y obtenga un autógrafo.
Para este niño, el fútbol será un placer y quizás la música será su mayor aburrimiento. A otro, sus padres lo educaron para gozar de instrumentos musicales, le compraron un piano o una guitarra, un maestro particular le enseñó a dominar el instrumento, le compraron discos musicales e incluso lo llevan a conciertos; en su recámara tiene una gran foto abrazado con el director de una sinfónica. Este niño lo más probable es que goce de la música y tal vez el fútbol no lo atraiga.
Igual sucede con el niño al que educaron a amar a Hashem, a rezar con concentración, leer la parashá, estudiar la Toráh. Incluso su papá lo lleva a escuchar conferencias y recibir bendiciones de un gran tzadik; le compra libros y hasta uno de ellos está firmado por el mismo rabino autor del libro. Este niño disfrutará de una vida espiritual, un Shabat y una clase de Toráh. Y quizá la discoteca y la música de rock no le atraigan, e incluso le molesten.
Y así sucesivamente en todos los casos y en todas las casas, por lo regular educamos a nuestros hijos a que disfrutar y qué no, y qué cantidad de aguas (placer) necesitan para satisfacerse. Y por supuesto, no solamente los padres son quienes abren los “estanques” de placer, sino también la sociedad, el entorno y la naturaleza individual de cada uno pueden llegar a ofrecer todo un menú de placeres. Sin embargo, nos cuesta entender que al darles todo y en mucha cantidad les abrimos tanto el “apetito inferior” que el día de mañana se les hará difícil disfrutar con menos que eso. Por ejemplo, si yo digo a mi hijo: “Apréndete un salmo de Tehilim de memoria y te daré un cuadrito del chocolate. Y si lo dices sin ningún error, te daré dos cuadrito de toda la tableta”.
Digamos que el niño lo hace y recibe uno o dos cuadritos por cada salmo. Si un día, sin ningún motivo especial, le doy por un pequeño salmo toda la tableta, y lo recompenso de la misma manera por los siguientes salmos, después de unos días en que ha estado recibiendo toda la tableta no podré satisfacerlo de nuevo con un solo cuadrito, ya que la proporción de la recompensa por aprenderse un salmo creció. Y al recibir menos, él ya se sentirá vacío y mal pagado.
Este ejemplo del chocolate se aplica a todo lo que damos a nuestros hijos, desde la calidad de casa, cuarto, marcas de ropa, viajes, etc. Cuando se acostumbran a mucho de niños, entonces, cuando se casen, si la situación no presenta la cantidad de “agua” necesaria para llenar el gran vaso que adquirieron, sufrirán de mucha sed. Hace tiempo atendí un caso de problemas de pareja que ella reclamaba: “Es que él no tiene suficiente para llevarme a esquiar dos veces al año”. La verdad, no pude creer lo que escuchaba.
¿Acaso vale la pena dar fin a un matrimonio por no esquiar dos veces al año? Sin embargo, al indagar un poco más, entendí todo. De pequeña, los padres de la mujer la acostumbraron a tener este tipo de placer y la situación económica lo permitía. Y aunque ellos lo hicieron para darle placer, en ella se convirtió en necesidad.
Por eso ahora sufre debido a que los lujos de los padres se convirtieron en necesidades de los hijos. No codiciarás Podemos ver gente con casas bonitas, un coche, trabajo y manutención, familia bonita, y con todo eso van por la vida tristes y con una sensación de vacío, ya que el lujo que vieron en casa del vecino, el auto moderno que maneja el amigo, la riqueza que posee su jefe, abrieron en ellos un vacío tan grande que las aguas que tienen no alcanzan a saciarlo. Por eso la Toráh dijo: “No codiciarás ni desearas lo que tiene el otro” (Debarim 5:18).
Y ahora entendemos la filosofía del porqué: al desear y codiciar tanto, abres en ti un vacío tan grande que lo que te toca tener y vivir no te llena y, por tanto, no te alegra, y vives amargado sin disfrutar de lo que tienes. Este concepto lleva a una ramificación muy delicada, que es la infidelidad. Cuestionémonos: ¿acaso es posible que vivas siempre con la misma pareja, y que ésta te proporcione placer y llene tu vaso sin llegar a hartarte o aburrirte de ella? La respuesta es: depende. Si vas a lugares de tentación o ves imágenes o películas sugestivas, codicias y deseas a la esposa de tu prójimo, o te llenas de fantasías prohibidas, todo eso abre en ti un hueco tan grande que de seguro tu pareja no podrá llenarte, y lamentablemente, buscarás y pastarás en campos ajenos para conseguir más aguas que te sacien.
Si vivimos de acuerdo con la recomendación de Hashem en la Toráh, cuidando nuestros ojos, no yendo a lugares de tentación ni mixtos, no viendo cierto tipo de películas, guardando el recato y no deseando o codiciando nada ni nadie, lograremos controlar el tamaño del vaso y nuestra pareja seguro nos va a llenar. Y si agregamos el poderoso ingrediente de la ley de pureza familiar —por medio de la abstención de relaciones conyugales durante algunos días del mes—, creamos en nosotros un vacío y un deseo, el cual se llena y se desborda en el día de la tevilá.
Así es con todos los placeres de la vida: controlando el tamaño de las expectativas el placer es mayor. Ahora entenderemos cuál es la problemática de los jóvenes en la actualidad. Se sienten tan vacíos porque hay dentro de ellos “agujeros negros” como los que se encuentran en el espacio, y estos les provocan que quieren tragarse al mundo. Y a pesar de tantos placeres que obtienen, nada los llena. Y lo peor es que mientras buscan el placer incrementan la dosis, la cantidad y la frecuencia… Convierten todos esos placeres en adicción y necesidad, y ya no les proporcionan placer. Y las aguas que en cantidades mesuradas normalmente les dan vida, se convierten en una inundación y en un círculo vicioso, como un remolino en el cual terminan ahogados.
Secar el manantial Como señalamos hasta ahora, cuando un elemento se sale de proporción y nos causa daño debemos irnos al otro extremo por un tiempo para poder después dominarlo; es decir, llevar a cabo lo que se denomina en hebreo Teshuvat hamishkal. Sólo hay que saber algo muy importante: secar el manantial por un tiempo debe hacerse con cuidado, orientación y un plan adecuado; de lo contrario es como un resorte que, al comprimirlo demasiado, se desata sin control. Como en el caso de Noaj, que estuvo encerrado en el arca durante un año alejado de los placeres, cuando salió de ella, él mismo se emborrachó y su hijo cometió un acto obsceno e inmoral.
El secreto para no desatarnos sin control está en nuestra mente, la cual en ese periodo de sequía tiene que reflexionar, analizar y ver lo negativo, y la mala situación a la que llego debido a la inundación de las aguas placenteras. Prácticamente todo reside en la diferencia entre aguantarse y controlarse. Aguantarse significa: “Lo quiero, pero no puedo…”. Y controlarse consiste en: “No lo quiero, ya que es dañino para mí…”. La diferencia será notable cuando ya no haya control: el que se aguantó porque no pudo, ahora puede y quizás vuelva a caer, y el que entendió a plenitud con su mente y logra dominarse, también sin ser controlado se cuidará.
Por ejemplo, un fumador o un bebedor cuya esposa lo amenaza con que si vuelve a su vicio se divorciará de él, a fin de conservar su matrimonio y no provocar el enojo de su pareja decide no fumar o tomar. Esta persona puede catalogarse como alguien que se aguanta, pero no se controla, y a la primera oportunidad que tenga, cuando ella no esté o él salga de viaje, volverá a hacerlo. Sin embargo, si a raíz de la petición de ella tomo cursos y asistió a pláticas donde le explican lo dañino que es y las consecuencias negativas a que le puede llevar su adicción, entonces podrá adquirir el control de la situación y bajo cualquier circunstancia, no volverá a caer.
Aunque los deseos lleguen a tener complicaciones, debemos saber que nadie puede vivir sin deseos, con un manantial prácticamente seco, ya que una vida de abstención de todo tipo de placer no es vida, e incluso está prohibido por la Toráh, pues el que no tiene deseos de ganar dinero nunca saldrá a trabajar ni tendrá aspiraciones para lograr una vida mejor, de la misma manera que quien no tiene deseos de honor nunca se desarrollara públicamente ni será una persona exitosa. Todos los deseos son necesarios… solamente que deben ser controlados y mantenidos en equilibrio.
Se relata en la Guemará que durante la época del Segundo Templo, al ver nuestros Sabios que el deseo sexual en el pueblo había alcanzado niveles desproporcionados, se congregaron para realizar un ritual de rezo muy profundo mediante el cual podían opacar ese deseo. El resultado fue que durante tres días ninguna gallina puso huevos. Es decir, redujeron tanto el deseo sexual que ya no hubo ningún contacto físico… ni entre animales. Con esto comprendieron que este deseo es necesario pues sin él se evita la llegada de futuras generaciones, por lo que anularon lo hecho y dejaron que el mundo siguiera su rumbo.
Con esto los Sabios nos demostraron la problemática de los extremos: ninguno de ellos sirve para la vida. Además, en el tratado de Taanit (11a) la Guemará trae la opinión del gran Rabino Shemuel: “Una persona que ayuna mucho, por esa abstención se le considera pecador’. Basa esta declaración en lo que dijo el gran Taná Rabí Elazar: “El nazareo (es decir, el que ha jurado abstenerse de muchos placeres, por ejemplo, no tomar vino y abandonar su belleza al dejarse crecer el cabello y la barba, etc.), al finalizar la fecha de su voto traía un sacrificio, y dice la Toráh: ‘Con este sacrificio se le perdonará el pecado que cometió con su alma”.
Pregunta Rabí Elazar: ¿Qué pecado cometió el nazareo? Y responde: Afligió su alma al no disfrutar de placeres permitidos”. Este relato nos hace entender la visión del judaísmo: no vivas con tu manantial seco ni desbordado; goza del vino pero con control; disfruta de una relación, pero solo con tu pareja y en los tiempos permitidos; disfruta del dinero, pero sólo el que hayas obtenido honestamente; y así sucesivamente en cada placer que Hashem implantó en el mundo.
Mientras tengas control, lo disfrutarás. Sin embargo, ten cuidado con los placeres que te absorben, ya que dejarás de ser rey y serás esclavo de ellos. Cuentan que durante una de sus campañas militares, Napoleón Bonaparte dormía en el campo rodeado de sus soldados. De repente, a mitad de la noche una terrible sed lo despertó y dio inicio una lucha interna en él: “Estoy cansado. No tengo fuerzas para ir hasta el manantial para beber… Pero no puede ser que el cansancio domine a Napoleón”, pensó. Así que se levantó para ir a beber. Entonces se dijo: “No puede ser que un vaso de agua venza a Napoleón y le quite el placer de dormir”.
Por tanto, regresó a la cama. Sin embargo, se cuestionó: “¿No será que de nuevo me ha conquistado la flojera?” y así sucesivamente batalló una y otra vez consigo mismo. ¿Quién lo estaba venciendo? Al final, decidió levantarse, ir hasta el manantial, no beber y regresar a dormir, y se dijo: “No me ganó la flojera ni la sed”. Sin embargo yo creo que en realidad lo único que le ganó fue el orgullo. Nunca debemos ser tan duros con nosotros mismos ni tan controlados. Placeres puros Hay personas que viven en el puro placer y otras que buscan el placer puro.
Cuando Hashem creó el mundo, dice uno de los primeros versículos de la Toráh que todo estaba lleno de agua y posteriormente Hashem separó entre las aguas terrenales y las aguas celestiales. En la dimensión del Rémez, esto tiene un significado maravilloso, tomando en cuenta lo que dijo Rabí Jaim Vital respecto a que el elemento agua se encarga de los placeres: Hashem creó un mundo lleno de aguas, es decir, lleno de placeres, pero los separó en placeres terrenales y celestiales.
La persona tiene el libre albedrío de decidir qué clase de aguas la llenarán, con qué fuente de agua regará su jardín de vida. Por ejemplo, puedes llenar tu vida de puros placeres terrenales: comer, dormir, viajar, gastar, comprar, etc. Pero debes saber que hay otra fuente de agua y si abres un vacío en ti para tomarle gusto, te permitirá disfrutar de conceptos de Torah, de cumplimiento de mitzvot, de ayudar al prójimo y al necesitado, llenarte de fe y amor al Creador y muchas cosas más. Sin embargo, debes saber que hay una diferencia, entre las dos fuentes de placer: la terrenal es fácil y resulta casi natural aficionarse y enamorarse de ella; mientras que para obtener la fuente celestial debes hacer un esfuerzo, abrirte a ella, probarla, saborearla, tomarle gusto y, poco a poco, ir disfrutando de ella.
Unas aguas están abajo y otras arriba. Para llegar abajo sólo debes caer y dejarte llevar, pero para llegar arriba se quiere escalar, realizar un esfuerzo. El resultado vale la pena, ya que no hay nada más dulce, saludable y placentero que las aguas celestiales. Por eso algunas personas te dirán que para ellos el día de Shabat es el más placentero de la semana, por el hecho de convivir con la familia, ir juntos al templo, sentarse a la mesa de Shabat con manjares y cánticos y la reflexión sobre la parashá gozar de clases de Toráh y reunirse en la sinagoga con los amigos de la comunidad.
A pesar de que en ese día no pueden manejar el auto, usar el elevador, cocinar, encender, la televisión, ir de compras y ni siquiera hablar por celular, nada de eso les afecta, porque aprendieron a no necesitarlo en ese día. No tienen siquiera un agujero para esas aguas y abren uno ese día para las aguas celestiales y espirituales. Y para otros, ese modo de vivir el Shabat parece un arresto domiciliario, lleno de aburrimiento y fastidio. Recordemos que en muchas ocasiones la Toráh se compara con el agua, y la condición imprescindible para estudiarla es tener sed, ya que a una persona que no ha creado dentro de si un vacío y una sed por obtener información celestial y espiritual cualquier clase de Toráh le aburre.
Pero quien cumple lo dicho en la Mishná de Pirké Abot (1:4): “Bebe con sed las palabra de Toráh”, o como dijo el Rey David en Tehilim (42:3): “Mi alma está sedienta de Hashem”, es el que la disfruta. Por ello la Toráh se entregó justamente en el lugar en que más se sufre la sed: el desierto, y cada gota de agua que caiga en el rápidamente se absorberá en sus ardientes arenas. De la misma manera hay que sentirnos con las aguas celestiales. Equilibrar las aguas Repito lo que afirma Rab Dessler: nada causa placer, ni siquiera el Shabat, la Toráh o las mitzvot. Todo depende de la clase de sed con que te educaste. Hashem nada más te ofrece un mundo de placeres, lleno de agua, y te invita a combinar y llenar tu estanque con aguas terrenales y celestiales, dependiendo del momento y las circunstancias.
Como hemos aclarado ya, el judaísmo te invita a disfrutar de ambas aguas. El ejemplo típico son los días de festividad y el Shabat, en los que se combinan las aguas terrenales, como exquisitas comidas, un gran lejáim con un buen vino, la reunión familiar, amigos e invitados, risas, alegría, etc., y las aguas celestiales, como los rezos, los rituales, las bendiciones y las palabras de Toráh, llenas de reflexión y enseñanzas. Curiosamente, el valor numérico de la palabra “agua” en hebreo suma 90, y si unimos las aguas terrenales y celestiales, dos veces “agua”, obtenemos 180, el mismo valor numérico que las palabras Midá nejoná, “medidas correctas” simbolizando así que el secreto en la vida es saber juntar estas dos aguas en sus medidas correctas, para poseer Kol ze tov veyafé, todo lo bueno y lo bello en la vida – frase que también suma 180.
Conclusíón En nuestras manos está el tamaño del vaso y la elección de con que aguas llenarlo. Parece ilógico, pero así es. “Tú decides de que disfrutar la vida y cuál es la cantidad que te dejará satisfecho.’ Esta frase vale oro, porque nos deja el control del placer en nuestras manos. No nos eduquemos para disfrutar de cosas dañinas; no nos abramos el apetito por cosas prohibidas; no busquemos llenar el vaso con agua sucia, porque el día de mañana lo lamentaremos. Controlemos el tamaño del vaso, primeramente de nuestros hijos que nacieron sin vaso, y nosotros somos quienes se lo formamos.
Ayudémosles a disfrutar mucho y siempre, acostumbrándolos a una vida humilde. Y aunque tengamos mucho para darles, nadie nos garantiza que el día de mañana ellos podrían tenerlo. Entre las categorías de pobreza se hallan el aní, el pobre; el dal, que vive en extrema pobreza; y el más pobre de todos el evión, que es el rico que se vuelve pobre. El agujero de este último es tan grande que en esta situación de pobreza sufre mucho más que un pobre. Así que no hay como educar a los hijos dándoles de menos a más, para ir ascendiendo paulatinamente, con pasos pequeños, mismos que causarán cada vez mayor placer.
Usemos como ejemplo de vida placentera los siguientes casos: digamos que a dos personas se les decreta vivir un nivel económico de clase media, pero una llega a ese nivel después de unos años de pobreza, y la otra llega después de años de vivir como multimillonario. La misma situación de clase media que tendrán las dos, a la primera la llenará de regocijo, placer y alegría, y a la otra de amargura, lagrimas, tristeza y depresión. Así que no importa cuántos lujos des a tus hijos.
Mientras sean controlados y medidos, y los aumentes y mejores siempre lograrás darles alegría, cosa que no podrás hacer cuando les des todo hoy y mañana menos. Todo depende del agujero. Y en cuanto a nosotros, que no somos niños, y ya cada uno tiene su gran vaso, debemos saber que nos conviene usar el ejemplo del “estómago del obeso”, que necesita muchísima comida para llenarlo. Si quiere dejar de depender de tanta cantidad para satisfacerse, empieza una dieta y, poco a poco va adelgazando y necesitando menos. En casos remotos, incluso necesitará operarse para reducir el tamaño del “vaso” y disfrutar así el día de mañana de porciones normales de comida.
Aunado a eso, le aconsejaríamos que a partir de hoy ingiriera comida sana, nutritiva, con vitaminas y minerales, no un tipo de alimentación que vuelva a abrirle un gran agujero que perjudique su salud. Así es como debemos educarnos para gozar de las aguas celestiales y puras que nos dan placer sano, bueno para nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestra sociedad. Y por supuesto, nos proporcionan la “visa” para los grandes placeres del Mundo Venidero. Uno debe cuestionarse: “De los placeres que persigo en la vida, ¿soy rey de ellos?, ¿los domino y los controlo, disfrutándolos en la proporción que quiero y cuando yo quiero, o simplemente me convertí en su súbdito?”.
En otras palabras, ¿Yo llamo al placer para que venga, o el placer me llama y me atrapa? Cuestionémonos: ¿cuánto dinero gastamos en perseguir los placeres? ¿Vale la pena? ¿Qué placeres dañan nuestra salud por los que hoy o mañana pagaremos las consecuencias? Como dicen por allí: “Hasta los cuarenta años uno gasta su salud para obtener dinero. A partir de los cuarenta, uno gasta su dinero por la salud”.
Pensemos: ¿cuántos de estos placeres que tanto perseguimos afectaron nuestra familia, nuestra vida en pareja, la paz en nuestro hogar o la educación de nuestros hijos, y más que todo, la imagen que les dejaremos como legado para el día de mañana? Reflexionemos: ¿cuántos de estos deseos fueron prohibidos y nos llevaron a transgredir nuestra sagrada ley, factura que terminaremos pagando en el Mundo por Venir? Interroguémonos: ¿cuántos de esos deseos prohibidos nos impidieron disfrutar de muchos placeres permitidos, como nuestra pareja, hijos, hogar, la mesa de Shabat, y nos hicieron perder nuestros principios y valores, estropeando la pureza de nuestra alma? ¿Cuántas aguas sucias mancharon nuestro vaso, y lo peor, le quitaron el sabor a las aguas celestiales?
No olviden cuál es la fuente de los placeres terrenales: La miel, que es la máxima dulzura, proviene del vomito de las abejas; La seda, con la que se produce una tela de la mejor calidad proviene de la saliva del gusano; El perfume, que es la más aromática esencia, proviene de la orina de liebres y el sudor de animales; El placer carnal se realiza a través de un conducto por el cual se eliminan desechos internos; Incluso, el petróleo, que es llamado “oro negro”, proviene de toda la basura orgánica acumulada a lo largo de muchos años. Sin embargo, así actuamos en este mundo. Perseguimos vómitos y saliva, y gozamos del aroma de la orina, y conducimos nuestra vida con basura.
A todo esto lo llamamos “buena vida”. Lamentablemente, la miel de la Toráh, proveniente de “la boca” de Hashem, la vestimenta de seda espiritual que nos envuelve con su esplendorosa aura, el fragante aroma de las mitzvot, con la relación entre el cuerpo y el alma, el cielo y la tierra, lo espiritual y lo material, que nos da el “combustible” celestial para conducirnos en la vida, todo esto lo menospreciamos y no lo deseamos tanto. No olvides: La mayoría de las aguas terrenales son saladas, y mientras mas tomes de ellas, más sed sentirás y no te saciarán. Por el contrario, las aguas que provienen de arriba, como la lluvia, son dulces y te sacian…
En la tierra también hay aguas dulces indicándonos que sí hay placeres terrenales permitidos y necesarios. Las aguas saladas del océano, cuando se elevan hacia el cielo, se convierten en lluvia de agua dulce, para mostrarnos que muchos placeres terrenales, al sublimarlos en un medio para cosas espirituales, se transforman en agua dulce. Relatan que en cierta ocasión llegó un joven millonario a visitar a un rabino que sufría del corazón, por lo que necesitaba estar en cama. El joven entró por primera vez a la casa del rabino para pedir de él una bendición y al ver la pobreza y la humildad en que vivía, le preguntó: Rabino, ¿no tiene televisión? ¿No ve películas? ¿No tiene internet? —No —contestó el rabino. — ¿Cómo puede vivir así? ¿No tiene jacuzzi? ¿Camas grandes? ¿Colchón ortopédico? ¿Ventanas a control remoto? ¿Cómo puede vivir así?
El rabino no contestó; simplemente cambió de tema y habló de su salud, de lo que le había dicho el doctor. Y antes de que el joven se despidiera, el rabino tomó una de las pastillas recetadas para su corazón y le preguntó: ¿Tienes esta pastilla en tu casa? No —contestó el joven. y este medicamento para controlar la presión arterial No, tampoco. — ¿Cómo puedes tú vivir sin esto? Rabino, es que no lo necesito. No estoy enfermo. Pues yo tampoco necesito nada de lo que tú mencionaste. Lleno el vaso de mi vida con otras aguas.
El Lado Positivo del elemento agua
El agua hace alusión a la bondad, ya que al igual que el agua corre de los lugares elevados, como las nubes, las montañas, etc., hacia los lugares bajos, como la tierra, los valles, así la caridad, la misericordia, y el hecho de ayudar provienen normalmente de arriba hacia abajo, es decir, del pudiente al necesitado. Desde el inicio de la Creación, el Creador dividió todo en dos, la parte que da y la parte que recibe.
El sol da y la luna recibe; el rico y el pobre, el maestro y el alumno, los padres y los hijos, el cielo y la tierra, etcétera. Nuestra naturaleza es el egoísmo: nacemos para recibir, vivimos buscando placeres y normalmente al encontrarnos con otro ser humano lo primero que pensamos es: “A ver qué beneficio obtengo de éste”, desde buena compañía, amistad, alegría, “palanca”, enseñanza, etc., todo lo cual es opuesto a lo que es el Creador, que sólo da y da… desde la vida a cada criatura y su manutención necesaria en las cadenas alimenticias, hasta el bien a cada ser, tanto terrenal como celestial. Sin embargo, la Toráh y las enseñanzas de nuestros Sabios nos invitan a romper nuestra naturaleza y parecernos a Él, a ser personas de dar, pues al hacerlo adoptamos Su imagen y semejanza, lo que nos lleva a una mayor cercanía y apego a Él.
La historia de la humanidad comienza con seres egoístas. Por ejemplo, Javá, al comer de la fruta prohibida, inmediatamente se dio cuenta de que fue seducida y engañada y por lógica, no tendría por qué llevar la fruta a su esposo Adam y seducirlo para que también él la comiera. Nuestros Sabios explican que el motivo que la llevó a hacer esto fue el egoísmo, ya que pensó: “Por qué yo seré castigada y el no”. O en el caso de Caín, quien asesinó a su hermano Hébel para obtener más de lo que tenía. Como explican nuestros Sabios, Caín envidió la esposa de Hébel y por obtenerla lo mató. Incluso Nóaj actuó con egoísmo, pues al saber que el y su familia se salvarían del diluvio, no veló ni se preocupó por los demás a fin de lograr el perdón y la salvación ellos.
La Toráh sigue con la historia del rey Nimrod, el primer dictador, que lo único que quería era obtener honores y súbditos, bienes y poder a cuenta del pueblo. Y el peor ejemplo de egoísmo se refleja en el capítulo que habla sobre la gente de Sodoma y Gomorra, quienes prohibían a los pobres a la ciudad y mataban al que daba caridad. Lo que importaba era tomar y acumular más y más, sin dar nada a nadie. En este panorama caótico, en el que lo único que importaba a todos era recibir, llega al mundo un ser humano diferente: Abraham Avinu, y empieza un sistema de altruismo, abriendo su casa para dar a todos los necesitados comida, bebida y refugio; da de su tiempo para sanar a los enfermos, comparte sus conocimientos con los ignorantes y con los equivocados, y todo esto de forma gratuita.
Por ello, en la Kabalá, Abraham Avinu simboliza la mano derecha, la mano de la bondad. La mano con la que debemos dar tzedaká y también representa el elemento agua, el cual baja de los lugares elevados a los bajos para dar vida, como la tzedaká que va de los pudientes a los necesitados dándoles mejor posibilidad de vida. Es por esa actitud que Hashem lo elige y lo nombra el fundador del pueblo elegido. Como dice Hashem en el versículo (Bereshit 18:19): “Sé que él ordenará a todos sus descendientes que vendrán detrás de él que cuiden el camino de Hashem haciendo la bondad y la justicia…”. (La palabra justicia y el concepto que contiene se aclararán más adelante.)
Analizando bien este versículo podríamos subrayar las palabras “el camino de Hashem, lo que significa ” el camino de dar”. Eso es lo que quiere Hashem que seamos y que trasmitamos a nuestros hijos para que también lo sean. No sólo buscar placeres en la vida, sino también darlos. Metafóricamente sería como levantarse por la mañana con un cántaro lleno de agua dulce y refrescante y buscar a quien servirle de esa agua placentera y sacarle una sonrisa. Y la lista de clientes es bien larga: Alegra a Hashem con el rezo del amanecer. A tu pareja, con una sonrisa y un elogio.
A tus padres, que ven la buena persona en la que te has convertido. Al portero de tu edificio, a quien saludas amablemente A cada uno de tus amigos, ya sea por medio de una ´palabra de Toráh, un chiste, una buena noticia. A la gente con la que te cruzas en el día, saludándola con una sonrisa cálida. E incluso a tus seres queridos que ya están en el Mundo Venidero, con un acto que eleve sus almas, llenándolos de gran alegría y honor. Y ni hablar del pobre, del necesitado, o simplemente de alguien que requiere de un consejo, un abrazo o compañía.
Como dije, la lista es larga. Sólo hay que querer ser una persona que da y no únicamente que recibe, usando el elemento agua, del cual todos estamos formados. Quizá por eso Hashem nos hizo con un cuerpo, que por una parte es un recipiente para recibir, y por la otra, nos creó con 75% de agua en el cuerpo, para enseñarnos que lo que espera de nosotros es que demos y no sólo que recibamos. En el libro Imré Shéfer, del rabino Shemuel Pinjasi, dice que este concepto fue insinuado por Hashem en el mapa de la Tierra de Israel, ya que en el norte hay una montaña Ilamada Jermón, que está cubierta de nieve y de ella bajan varios ríos que se concentran en el primer lago llamado Kinéret, con forma de corazón, cuyas aguas son dulces, ricas, llenas de vida acuática y la mayor parte del Estado de Israel bebe de esas aguas.
Del lado sur de este lago, se abre un canal conocido como el Rio Jordán, donde las aguas del Kinéret corren hacia abajo el segundo lago, conocido como el Mar Muerto, que tiene un contenido tan alto de sal que no permite la vida en él y nadie puede saciarse con sus aguas. De ahí el agua ya no corre más abajo; se queda estancada. Cabe preguntar: ¿cómo puede ser que de la misma fuente de agua haya tanta diferencia entre sus dos estanques? Obviamente, si preguntáramos a un geólogo tendría una explicación. Sin embargo, como ya sabemos, todo en la vida contiene un mensaje para nosotros.
El Rab Pinjasi explica que el lago kineret recibe las aguas de arriba y sabe darle agua a quien esta abajo. Por eso está lleno de vida y es dulce. Así es la persona de buen corazón, que sabe recibir, pero también sabe dar. Es una persona dulce y llena de vida. Sin embargo, el que sólo sabe recibir de arriba y no da a nadie, se compara al Mar Muerto: “salado” y sin vida. Usemos el lado positivo del elemento agua que poseemos para ser personas que dan, asemejándonos a Hashem, obteniendo de esta manera cercanía a Él, así como su cariño y bendición.
Controlemos la Bondad Como vimos anteriormente, también las cosas positivas (por ejemplo, el estudio de la Toráh y los rezos) deben tener un control y un límite, ya que la falta de ellos siempre causa daño. En este sentido, también cuando uno hace una obra de caridad o ayuda a alguien, debe saber que hay un límite que al ser rebasado convierte ese acto en una prohibición. Como dice en el Shulján Aruj, en las Leyes de Tzedaká (Yoré Deá 249:1): “Habitualmente uno debe dar una cantidad básica, que es el 10% del dinero que ganó, y lo máximo que puede dar es el 20%”. Y agrega el Ramá: “Y que no dé más de esto para que no llegue a empobrecerse el día de mañana y necesite él mismo ayuda”.
Esta ley no se aplica únicamente a la ayuda monetaria llevándola a la dimensión del Rémez, implicaría también en cualquier área de ayuda. Por ejemplo, si queremos ayudar a una persona que padece problemas y traumas del pasado, a pesar de que tengamos toda la disposición para hacerlo, si carecemos de experiencia o de habilidad, esta ayuda podría abrir heridas del pasado en nosotros y perjudicarnos, lo que pudiera provocar que nosotros mismos el día de mañana busquemos ayuda.
Otro ejemplo es intentar explicar la Toráh a un ateo; aun cuando la intención sea buena, debemos medir nuestra capacidad y analizar si estamos preparados para un debate con alguien que quizá termine confundiéndonos y corramos nosotros mismos un peligro. Hay que aclarar que no es porque él tenga la razón, porque no la tiene, sino por nuestra falta de información. Como en el deporte del box, si eres peso pluma no puedes subir al ring contra un peso pesado.
A pesar de tu buena intención, debes retirarte, conocer tu límite y dar paso al peso pesado. En caso de que éste no aparezca, tienes permitido dejar a tu prójimo en su situación equivocada, con todas las consecuencias de ésta, con tal de que no arriesgues tu vida. Todo esto se aprende de la Guemará (Babá Metziá 72a), que analiza el siguiente caso: dos hombres caminan por el desierto y a uno se le acaba el agua y al otro le queda muy poca. Si la toma, vivirá para cruzar el desierto. Si la comparte morirán los dos. ¿Qué debe hacer?
Ben Petorá opinaba que la dividieran entre los dos, aunque ambos mueran, y que uno no vea la muerte del otro. Sin embargo, el gran Rabí Akivá opinó en forma contraria y estableció la ley: el dueño del agua, a pesar de la mitzvá de hacer bondad con el necesitado, limitará el agua para sí mismo, velando de esta manera por su vida, ya que, en este caso, tiene precedencia sobre la del otro. De ahí que el Rey Salomón dijera en Kohélet (7:15): “Vi justos y bondadosos que se perdieron por su justicia y bondad”, No seas demasiado justo ni bondadoso, y no te creas muy inteligente, porque te quedarás desolado y vacío”, queriendo decir que perder el control, incluso sobre las cosas buenas, lleva a la ruina. Así también, dijo el profeta Amós (5:24): “Vierte como el agua tu justicia y tu bondad”.
Y cabe preguntar: ¿qué tiene que ver aquí la palabra justicia? Con lo explicado anteriormente se entiende: ¿quieres hacer bondad? Primero haz un análisis justo de cuánto tienes que dar y de qué forma lo darás para que no te perjudique, como dijo Hashem respecto, a Abraham: “Sé que educará a sus hijos a hacer bondad con justicia”. En otras palabras, bondad controlada.
Este concepto lo hallamos en las parejas que conformaron el Pueblo de Israel, nuestros Patriarcas y nuestras Matriarcas.
Abraham Avinu era excesivamente bondadoso pero su esposa Saráh era totalmente lo contrario: rígida, dura y con mucho control. La Toráh relata que cuando llegaron los tres invitados a la casa, Abraham le pidió que les preparara comida con harina (la cual es costosa por el esfuerzo de moler bien el trigo), y Saráh dijo que no, que les prepararía sémola, que es más barata. Esta situación es la que refleja exactamente el equilibrio.
Uno necesitaba al otro, más que todo, la bondad de Abraham requería de un límite, pues si los dos fuesen bondadosos, al invitado que llegara le darían todos los manjares y los más costosos; incluso le regalarían la mesa con las sillas; y hasta le dejarían la casa para ellos irse a vivir a otro lado. Y si los dos hubieran sido como Saráh, quizá ningún invitado habría entrado. La combinación ideal es dar, sí, pero con límite.
A esta pareja le nació un hijo llamado Itzjak, que fue rígido como su mamá. Y como dice el Midrash: “Muchas de las personas que acercó Abraham huyeron de la rigidez de Itzjak”. Por ello, cuando el mayordomo Eliézer salió a buscar una mujer ideal para Itzjak, el requisito que ésta debía cubrir era poseer una bondad extrema:
“A la que yo pida un vaso de agua y me conteste: ‘Pues daré a ti y a los diez camellos que traes’, ésa será la mujer adecuada para Itzjak”, ya que uno necesitaba del otro, el abrir su corazón y su mente para ofrecer ayuda a cualquiera ella para poner límite y control a su inmensa bondad.
A esta pareja le nació el hijo llamado Yaacov Avinu, quien refleja el equilibrio entre estos dos extremos. Por ello la Kabalá, Abraham (y Rivká) se reflejan en la mano derecha, denominada Jésed; e Itzjak (y Saráh), en la mano izquierda, denominada guevurá. Pero Yaacov se refleja en el Tórax simbolizando el equilibrio entre los dos. Y debido a que su otro nombre fue Israel, se nombró así a su pueblo, para simbolizar el camino del medio, el del equilibrio entre el gran deseo de dar, colaborar y ayudar, con el análisis de la cantidad, la forma y el tiempo.
Y el ejemplo siguiente lo representa: digamos que te encuentras con uno que cruzó el desierto y se halla en estado crítico, completamente deshidratado. No porque tengas mucha agua fría le abrirás la boca y se la darás en abundancia y de un solo golpe, pues de esa forma lo matarías. Debes analizar la situación, medir las cantidades de agua que puede recibir al principio; analizar la forma en que se la iras dando, desde lavar su cara, mojar sus labios, echar pequeños sorbos dentro de su boca, y así poco a poco hasta saciarlo. Prácticamente podríamos decir que tu control y limitación es lo que le salva la vida.
Este concepto y esta enseñanza se aplica a aquellos que les gusta ayudar tanto a los necesitados y ser voluntarios en comités que abandonan y descuidan, por esta noble causa, su vida matrimonial, su familia, sus negocios y hasta su salud, algo que al ser descontrolado y sin límites, es negativo, dañino y, por tanto, prohibido. Como dijo el Rey Salomón en Shir HaShirim (1:6): “Me pidieron que cuidara las viñas de los demás y mi propia viña la he abandonado”. Así no debe ser. Una vez más, aprendemos así la regla inquebrantable: todo absolutamente todo, debe tener un control y un limite… incluso las cosas buenas.
Extraído del Libro -El Control de la Vida- Rab Anidjar.
domingo, 18 de febrero de 2018
Taller Marzo 2018. Conectando con la Diez Sefirót
Conectando con la diez sefirót es un programa desarrollado para canalizar cada carta del oráculo, dentro de un camino de búsqueda interior , de quien se sumerge en las aguas de la cabalá, e ingresa sabiendo que en el, existe, como registran los sabios de la Cabalá, “el punto en el corazón”.
Este punto es el recuerdo de Luz de otorgamiento.
Es el despertar hacia la conexión con el Boré (Creador)
Estas nekudot , este inicio, procede de nuestra neshamá (Alma), que a su vez, no es total, hasta que todas las chispas puedan elevarse y así encontrar la unidad en el todo. Cada carta del oráculo refleja nuestra inquietud, nuestros deseos, nuestra salida, y por sobre todo, el trabajo de nuestro tikun (rectificación).
El taller consta de dos encuentros aproximadamente 1 hora y media, cada aprendiz se le otorga una copia de los oráculos, para su uso personal y su sistema.
Comienza el Sabado 3 y 17 marzo de 17hs a 18:30 apx.
Zona Lanus Este. Prov. Buenos Aires.
Consulta por mensaje privado a esta misma página, o escriba a losescritos@gmail.com
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