sábado, 24 de febrero de 2018
El Elemento Aire
Para conocer las ramificaciones que tiene el elemento aire en la persona, conozcamos primero las características de éste, y así entenderemos sus efectos en la persona.
• El viento se mueve de un lugar a otro y sin rumbo definido.
• Se presenta en diferentes temperaturas. A veces es templado, y a veces frío; en ocasiones es viento de aire caliente. Alguna vez traerá polvo e incluso podrá llegar a convertirse en tormenta de arena y hasta en tornado o huracán.
• La diferencia en la temperatura del viento causa a quienes les afecta que cambien con frecuencia su modo de vestir y de abrigarse. Algunas veces saldrán para tomar aire y otras se resguardarán de él.
• El viento sopla y susurra, mientras pasa y mueve las ramas de los árboles.
• El viento es metiche: se mete por cualquier abertura que encuentra; basta con que le abras una pequeña ventana y ya invade tu casa.
Así es la persona que sufre de altas dosis del elemento aire.
Es inestable como él, sin metas ni rumbo en la vida; es una persona impredecible que no sólo cambia con facilidad su “clima”, sino el estado anímico de los que le rodean. Es muy comunicativo y en cada conversación buscará la “ventanita” para meter su aire. Desde un punto de vista más detallado y profundo, el elemento aire ataca tres áreas importantes en la persona: el pensamiento, el habla y la acción. Veamos las consecuencias de esto, primero en el lado negativo y después en el lado positivo.
En el área del pensamiento, el aire causa en ocasiones ser amable y sonriente y, de pronto, sin aviso, cambiar 180 grados a una cara larga. Por ello, en hebreo, cuando quiere preguntarse a alguien: “¿Cómo estás hoy?” o “¿Con qué pie te levantaste?”, se dice: “¿Cuál es tu clima?”; o para preguntarle cómo está su ánimo: “¿Cómo está tu aire?”, para simbolizar al elemento que provoca a ciertas personas la volatilidad en su ánimo y pensamiento. Además, eso le ocasiona estar siempre en un estado de confusión, lo que la hace tener falta de decisión e inestabilidad.
Prácticamente, al igual que el elemento aire refleja las cuatro estaciones del año, esta persona puede mostrarlas todas en un solo día. Y hasta cierto grado, se notará en ella algo de bipolaridad. En el área del lenguaje, esa inestabilidad se reflejará en sus promesas, dichos y palabras.
Es el tipo de persona que “no tiene palabra”. Por otra parte, posee una gran facilidad de expresión y de convencimiento, por lo que si deseara incitar a alguien al mal, no le resultaría difícil. Su palabra, más que la de los demás, destruye y construye.
También se le hace fácil mentir y ser hipócrita, ya que el viento le ayudará a ser como un camaleón para “cambiar de colores” y adaptarse con facilidad a cualquier ambiente y encontrar las palabras adecuadas. Cambia constantemente la actitud y la temperatura de quienes lo rodean, ya que éstos estarán basándose en su palabra y, al cambiar ésta como el viento, cambian ellos también su “vestimenta”: una vez se pondrán camisa de manga corta para abrazarlo y en otra usarán abrigos para cubrirse de él.
En el área de la acción, habla mucho y hace poco, gasta todas sus energías en soltar sólo palabras y no le queda energía para actuar. Si sumamos a esto el hecho de que quien está dominado por el elemento aire no tiene metas ni rumbo, tendremos ante nosotros el perfil de alguien que cambia de carrera profesional constantemente, y ni siquiera en las mismas con facilidad un día querrá ser astronauta y al día siguiente zapatero.
Esto se reflejará también en sus trabajos y planes, los cuales empezará y no terminará. Por supuesto, no le faltarán palabras para justificarse. Al ser volátil como el viento, no soporta el control ni los limites; no acostumbra obedecer ni seguir las reglas, y menos todavía comprometerse con un plan de vida, porque al viento no se le puede limitar ni preguntar a donde va.
Como cualquier elemento, el aire posee un lado positivo que nos ofrece grandes beneficios para la vida. En el área del pensamiento, tendremos a una persona que no se enterca en una sola idea. De tal manera, si considera necesario cambiar de opinión por haber cometido un error, lo hará sin problema. En este sentido, podemos decir que el aire le hace ser flexible y adaptable a diferentes personas con distintos temperamentos, por lo cual incrementa con facilidad su núcleo de amigos.
En la Toráh hay varios ejemplos de este don.
Cuando Moshé Rabenu estaba ya despidiéndose del liderazgo y preparando el terreno para un sucesor, pidió a Hashem: “Por favor, nombra para este pueblo un nuevo líder, que este lleno de vientos”. Explican nuestros Sabios que quiso decir que ese nuevo líder debía tener el don del elemento aire y saber adaptarse a cada hombre según su “clima”. Al no ser terca ni estancada, la persona de elemento aire olvida rápido lo malo que otros le hacen; da vuelta a la hoja y empezara un capitulo nuevo en una relación personal o de trabajo.
A veces lo que construimos llega a enfrentar un “terremoto” que puede derrumbar todo lo que hemos logrado. Y no todos sabemos levantar cabeza y empezar de nuevo. Alguien del elemento tierra, por ejemplo, caerá en depresión y quizá su flojera no le permita empezar de nuevo la construcción. Sin embargo, la persona de elemento aire positivo simplemente dirá: “Borrón y cuenta nueva”. En el área del lenguaje, en su lado positivo podrá la persona-viento aprovechar este don y desempeñarse en el área de la comunicación: orador, buen maestro y educador, ya que nunca le faltarán las palabras y el poder de expresarse convincentemente.
Por el hecho de llevarse bien con el viento de cada uno de los demás, y agregando su poder de palabra, que posee ser un buen mediador, un puente entre dos bandos en o entre una pareja con problemas. Su viento llevará y traerá el polen de una flor a otra creando nueva vida, llena de paz y armonía. En el área de la acción, será ágil, eficiente y rápido para ayudar o resolver problemas; intercambiará ideas entre las personas para beneficio de todos, así como el viento que transporta el polen y otras semillas diminutas provocan el florecimiento en otros terrenos.
En su dosis correcta podrá incluso hacer varias labores a la vez; como el viento, que en una zona puede soplar a la derecha y en otra irá a la izquierda. Aunque debe tener cuidado de no provocarse un remolino. Resumamos: el elemento aire, como todo, es una moneda de dos caras. Pero lo que resulta seguro es que la dosis alta es mala en la persona, inclusive en su lado positivo. Por ejemplo, si alguien sufre de altas dosis de viento y además tiene una cantidad notoria de fuego, será un enojón devastador.
Al igual que el fuego con el viento quema hectáreas enteras de bosque y a una mayor velocidad, así esta persona arrasará incansablemente todo. En su lado positivo de esta combinación, ya que el fuego representa la Toráh, la mística y la espiritualidad, será una persona que “tome vuelo” en esta área. Si es viento en combinación con el agua —la cual, como veremos, representa los placeres y las adicciones—, será una persona que volará de un bar a otro y, de ahí, a las “maquinitas” y sin cansarse “soplará” en una pista de baile.
En su lado positivo, el agua simboliza la bondad; por tanto, en este caso la combinación de viento y agua será alguien que brinde mucha ayuda, que corra de una organización de caridad a otra, que esté disponible las 24 horas del día… pero a costa de su pareja, familia y persona. En su combinación de aire y tierra, será una persona depresiva que contagia su desánimo a mucha gente; prácticamente lleva un viento de amargura de una casa a otra y de persona a persona.
En su lado positivo, en el cual la tierra simboliza acción, será una persona hiperactiva que puede abrir múltiples terrenos con gran diversidad de planes, sólo que empezando mucho y no acabando nada. Si el elemento aire se halla en alto porcentaje en la persona, siempre tendrá efectos devastadores.
Por tanto, para cumplir el primer paso, el de Hakarat hamidot, es decir, reconocer la cualidad y sus ramificaciones, y la medida que poseemos de ésta, deberemos analizar todo lo dicho, ponerlo como un espejo ante nuestra persona, reconocer las diversas tormentas que podemos llegar a poseer, y sólo entonces pasar a la siguiente etapa, que es Avodat hamidot, el estudio y la información amplia de cada ramificación, a fin de que este entendimiento (los “ladrillos”) nos sirva como material para construir una muralla-casa, que como nuestro hogar, limite el viento, el frío y las tormentas, y nos permita abrir las ventanas, dependiendo del lugar por el que queremos que entre y actúe el elemento aire.
Dependiendo del grado y la dosis que queramos, así será el tamaño de la abertura de la ventana, controlando nosotros, de esta forma, al elemento aire no él a nosotros; e impidiendo de tal manera que seamos que el viento se llevó”.
El Estado del Clima Después de la primera etapa, pasemos a conocer en detalle los efectos de este elemento en nuestra vida, a fin de que veamos cómo lo podemos poner a trabajar a nuestro favor. El solo hecho de que ponga orden en tu vida demuestra que eres un rey con el control en la mano, al igual que el orden en una orquesta sinfónica es señal de que hay un director que con su batuta va controlando y dirigiendo todos los instrumentos, permitiendo asi que la sinfonía de la vida suene bien.
El problema del elemento aire es que vuela todo, creando desorden y caos en todas las áreas de la vida, desde pensar, hablar y hacer. Y así no se puede vivir. Más aun si tomamos en cuenta que la vida vuela como el aire. Si no tomamos el control de este elemento en la mano, nos pasaremos los días diciendo y desdiciendo, haciendo y no haciendo, prometiendo y no cumpliendo. Y sin metas claras ni retos terminaremos, incluso si vivimos 120 años, sin haber hecho nada.
Hasta nuestro recuerdo se lo llevará el viento, ya que no dejaremos ningún hecho sólido o palabras firmes que mantengan nuestra memoria. Una persona muy cambiante e inconstante, en hebreo se denomina hafajfaj; es igual que una caja de sorpresas, que no se sabe lo que hay en ella. Nunca sabes qué dirá ni cómo reaccionara el hafajfaj; es impredecible.
Y dependiendo del porcentaje de este elemento en su persona será la magnitud su volatilidad. La Toráh relata la historia del primer rey de Israel, Shaúl, quien sufría de diversos climas internos, lo cual se reflejó en su relación con su yerno, el futuro rey David.
Un dia lo abrazaba calurosamente y al otro, mientras David tocaba el arpa para alegrarlo, el rey tomaba la lanza y la arrojaba contra él para atravesar su corazón. Un día lo perseguía por todos los desiertos de Yehudá para matarlo y luego se disculpaba y le pedía perdón, ofreciéndole su amistad y cercanía. Así también era el famoso Ajashverosh, rey de Persia en la época del milagro de Purim, como dice la Guemará (Meguilá 11a):
“Dijo Rabán Gamliel: Ajasheverosh era un rey hafajfaj”, ya que mató a su esposa por lo que le dijo su amigo Hamán y, posteriormente, mató a Hamán por lo que le dijo su nueva esposa, Esther. Mandaba cartas en las que decretaba el exterminio de los judíos y a los pocos días enviaba nuevas cartas que decían:
“Hay que amar y proteger a los judíos, y se les da permiso de matar a sus enemigos”. ¡Vete a vivir con un rey así!. Hoy en día ya no hay tantos reyes, pero este problema puede llegar a presentarse en cada hogar, donde uno de los padres —y tanto más en el caso de los dos— sufre de ” viento hafajfaj”.
El efecto devastador en los niños se verá a la larga, tal como lo dice el profesor Samuel Tiano, psiquiatra y subdirector de la Asociación Internacional para el Niño y el Adulto: Cuando un niño crece en una casa donde ambos padres (o uno de ellos) sufren de un comportamiento no estable y su ánimo varía polarizadamente, sin motivos razonables, el niño pierde la capacidad de entender la normatividad, ya que no sabe qué acción suya causará una sonrisa y cuál provocará enojo ya que, en ocasiones, el mismo hecho o calificación causa reacciones opuestas.
Por tanto, el niño concluye que, sin importar lo que haga, la reacción siempre será rara e inesperada. Agrega al respecto la profesora Levi Schiff: El niño se apoya mucho en su mamá. Para él, ella es su resguardo seguro, pero cuando ésta sufre de inestabilidad, y ante la misma acción una vez reacciona desproporcionadamente con enojo, molestia y cara larga; y en otra ocasión, con abrazos, besos y tolerancia, la falta de certeza de parte del niño a cómo reaccionará su madre esta vez, le provoca perder la seguridad en sí mismo. Y más que eso, siente que, sin importar lo que haga, la reacción siempre dependerá del viento.
Además este niño podrá cargar una culpa de que él es responsable de la variedad del clima y, por tanto, se encerrara en si mismo evitando la relación con ella y perdiendo su propia seguridad, cosa que le afectará el día de mañana en su relación con la sociedad. Lo mismo se aplica en la relación de pareja, donde el hafajfaj provoca que el cónyuge sienta que camina en un campo minado, pues teme a cada momento que, sin previo aviso ni motivo que lo justifique, una bomba estallará. Imagínense el efecto del elemento viento en un joven que desea casarse… No sabe qué quiere ni qué exigir, ni cuál es su rumbo de vida a fin de buscar a la persona adecuada para formar con ella una sociedad conyugal.
Y cuando ya conoció a alguien y le presentó su plan de vida e ideas, y a la siguiente cita ya cambió al otro extremo opinando diferente y planeando otro rumbo, lo más probable es que su pretendiente lo deje, ya que, si no puede vivir ni consigo mismo, menos todavía con una pareja… Excepto que se encuentre una igual que él y lamentablemente juntos vuelen a donde el viento los lleve. Como dijo el profeta Yejezquel (1:20): “A donde vuele el viento irán”. Es importante definirse, ya que quien “baila en dos pistas” termina por no bailar en ninguna. Este concepto lo aprendemos de nuestra matriarca Rivká.
Cuando estaba embarazada, cuentan nuestros Sabios, al pasar junto a lugares puros pateaba en su vientre Yaakov, y al pasar al lado de lugares desagradables y llenos de impureza, pateaba Esav. Ella acudió al gran profeta Shem, el hijo de Nóaj, y se expresó asi: “¿Para qué necesito esto?”. Explican nuestros Sabios que ella no sabía que iba a tener mellizos. Creyó que se trataba de un solo bebé, y que era hafajfaj.
Por eso se expresó de tal modo como diciendo: “No quiero tener un hijo no definido, al que todo le llama la atención y en un momento puede ser justo y a los cinco minutos quiere ser malvado”. Sin embargo, cuando Shem le dijo que iba a tener dos hijos, de los cuales uno tendría una definición al camino de la pureza y la bondad, y el otro al camino negativo y de la maldad sorprendentemente ella se tranquilizó y, con un suspiro, pareció decir: “Más vale dos precisos, cada uno en su camino que uno confuso”.
Esta Idea se repitió muchísimos años después, en la época del profeta Eliyahu, cuando muchos de los judíos en Israel siguieron a la idolatría con sus 400 profetas falsos. Él los desafío a debatir en el Monte Karmel para que, de una vez por todas el pueblo definiera su camino. En esta reunión ante todo el pueblo, el profeta Eliyahu pronunció unas palabras adecuadas al tema que estamos abordando: “¿Hasta cuándo caminaran por los dos senderos? Si creen que Hashem es la verdad, síganlo a Él y sólo a Él.
Pero si creen que la idolatría es el verdadero camino, rompan cualquier vínculo con el judaísmo y váyanse. Pero no bailen en las dos pistas”. Encontramos este concepto en la orden de la Toráh que dice “No ararás tu tierra con un toro y un burro juntos”. En la explicación literal, esto se entiende con claridad, ya que la fuerza del toro es mayor que la del burro y, además, el toro es rumiante.
Al caminar el toro y regurgitar la comida para masticarla de nuevo, el burro puede creer que a su compañero le dieron de comer otra vez y a él no, por lo que sufre.
Y está prohibido provocar sufrimiento innecesario a un animal. Pero en la dimensión del Rémez significa lo siguiente el toro es un animal kasher y puro, y el burro es no Kasher e impuro. Por tanto, insinúa la Toráh: “No ares tu camino de la vida sin estabilidad, una vez con pureza y otra con lo contrario. Sé claro y definido en tu senda”.
El Viento Parlante Profundizaremos en esta sección los efectos devastadores que puede tener el elemento aire en su ramificación del habla. Con esto sentaremos las bases del control de la palabra, pues cuando ésta se escapa y hiere resulta difícil curar el daño, y a veces no bastan mil palabras para reparar una mala. Es sabido que Hashem creó el mundo con la palabra, como dice el versículo: “Y dijo Hashem: Que se haga…”. También las catástrofes y la destrucción que mandó el Creador, como el diluvio, la lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, las diez plagas en Egipto, etc., fueron ordenadas con un dicho, para enseñarnos que la palabra construye y destruye.
El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Hashem. Por tanto, también posee en su pequeña boca el poder de destruir y construir. Por medio de buenos consejos, críticas constructivas adornadas con elogios y bendiciones, puede llegar a construir toda una vida para un hijo, un alumno o un amigo. Y al contrario, con una humillación, una maldición o una burla la destruirá por completo.
Escuché una vez que en un colegio se hizo una investigación respecto al poder que tienen sobre los alumnos las palabras y la atención del maestro. Al nuevo profesor de un grupo le cambiaron las notas y el reporte de los alumnos: sobre los que llevaban diez, dijeron al maestro que eran los peores y que tenían déficit de atención y notas bajas. Y sobre los que demostraban flojera y tenían notas bajas, le informaron que eran buenos muchachos, muy amables y con gran potencial. Sorprendentemente, al final del año, los estudiantes igualaron las notas inventadas sobre ellos al principiar el curso.
Esto significa que las palabras del maestro, sus elogios alumnos flojos pensando que eran buenos estudiantes mirada amigable y su atención ayudaron a mejorar su personalidad y desempeño. Y por el contrario, los reproches, las ofensas, la falta de cariño hacia quienes el maestro considero que eran malos alumnos, provocaron que así lo fueran. El viento alza globos y hace caer ramas, al igual que la palabra: puede elevar y puede hacer caer. Por ello, quien posee dosis del elemento aire en su derivación del habla debe medir sus palabras. Como dice el dicho: “El que habla mucho, seguro peca”.
Es imposible abundar en palabras sin “meter la pata”. ¿De qué maneras específicas afecta la palabra, perdemos el control sobre ella? • La maledicencia y la difamación. Cabe citar aquí una parábola de nuestros Sabios: “Preguntaron a la serpiente: ¿Por qué tienes una boca tan mala y venenosa?’. Ella respondió ‘La boca de ustedes es peor que la mía; yo daño sólo haciendo contacto y ustedes pueden dañar a kilómetros de distancia”.
Si elaboraron esta parábola hace aproximadamente 1500 años, ¡imagina qué dirían hoy nuestros Sabios con el uso que se da a los medios de comunicación! Basta con que inventes una historia sobre alguien para difamarlo, o que simplemente difundas lashón hará (calumnias) contando sus fallas a tus contactos en las múltiples redes sociales. De esta manera afectarlo de por vida.
• La hipocresía.
El elemento aire puede hacer que sintamos o pensemos una cosa y que digamos otra, engañando así con nuestras palabras y ocultando nuestros verdaderos sentimientos, lo que está prohibido y va contra la ética. El problema es que en la actualidad, esto se ha legalizado e incluso se considera un don, ya que hemos remplazado la palabra “mentiroso” por “político”, como podemos verlo en cada proceso electoral: antes de las elecciones, los candidatos prometen cada clase de cosas, las calles y las paredes están llenas de fotos suyas y anuncios con sus promesas, las cuales olvidan minutos después de haber sido elegidos.
No en vano se dice: “Antes de las elecciones las paredes te hablan; después de ellas, tú hablas a las paredes”. Cuando confesamos nuestros pecados, decimos: “Perdón por hablar Dofí”. Dofí es una palabra hebrea compuesta por dos: du y fí, Que significan: “dos bocas”, lo que alude a decir algo y pensar otra cosa.
La mentira, al igual que la hipocresía, es una característica del elemento aire. Para muchos de nosotros la mentira fue un medio para salvarnos de castigos en el colegio o en la casa, ganar partidos de futbol, y además hacernos interesantes con nuestras falsas historias, etc. Más adelante en la vida, este “don” puede llegar a ayudarnos a hacer dinero, ya que con una pequeña mentira sobre la mercancía la vendemos al doble.
Sin embargo, es de suma importancia aclarar que el viento mentiroso tiene efectos devastadores. El Rey David (Salmo 15:2) menciona las características que debe tener la persona a fin de obtener “la visa” para entrar al paraíso y estar cerca de Hashem; entre otras, se encuentra: “Siempre di la verdad”.
El sello de Hashem es la verdad y el de la serpiente es la mentira. Por tanto, al mentir nos apegamos a lo negativo y a su veneno, y al hablar con la verdad nos apegamos a Hashem y obtenemos Su bendición. Relata Rashí (Makot 24a) que Rab Safrá era un hombre apegado a la verdad y un día, mientras rezaba, se le acercó un gentil que le ofreció diez monedas por una mercancía que vendía. Al ver que el rabino no respondía, el gentil pensó que el precio era muy bajo, por lo que le aumentó un poco la oferta; al seguir sin responderle, éste la duplicó e incluso la triplicó.
Cuando finalizó Rab Safrá de rezar, dijo al gentil: “Disculpa, estaba rezando. Te escuché desde un principio. Dame la primera cantidad que ofreciste, ya que en mi mente la acepté en el momento que la escuché”. La pregunta que surge aquí es: ¿acaso no era válido quedarse callado y aceptar la oferta más elevada, ya que al hacerlo no causaría daño a nadie? Sin embargo, es posible que Rab Safrá nos hubiese respondido: “Quizás perdí valores pero gané valores. Además, con la verdad estoy más cerca de Hashem.
Y si Hashem es mi pastor, nada me faltará” (Tehilim 23:1).
• La educación.
Las palabras a través de los dichos y enseñanzas son material de construcción y formación. Pero cuando se contradicen, destruyen la formación de los niños. Por ejemplo, podemos decir a nuestro hijo: “No se miente. Siempre hay que decir la verdad”; sin embargo, si lo llevamos a un parque de diversiones y hay un cartel que dice: “Niños menores de seis años no pagan”, y le “aconsejamos”: “Di que no tienes seis años”, estamos arruinando el valor que le inculcamos. Lo mismo ocurre cuando suena el teléfono y ordenamos a nuestra hija: “Di que no estoy”, y un rato más tarde, cuando está jugando con su hermanita y miente, nos enojamos con ella.
Cuenta la Guemará (Yevamot 63:1) que Rab tenía una esposa muy mala. Cada mañana ella le preguntaba: “¿Qué quieres de comer? ¿Pollo o pescado? ¿Con papas o con arroz?”. Y cuando él respondía pollo con papas, ella le preparaba pescado con arroz, y si pedía pescado con arroz le preparaba lo contrario. Así ocurría día tras día, año tras año. En cierta ocasión, su hijo se dio cuenta de lo que pasaba; preguntó a su padre qué quería comer y, simplemente, cambió la orden a fin de que comiera lo que le había apetecido ese día. Una semana después, el padre expresó: “Estoy muy contento. Tu mama, gracias a Hashem, empezó a portarse bien conmigo”, a lo cual contestó su hijo: “No, papá, lo que sucede es que yo le cambio la orden cada mañana”.
Al escucharlo, le dijo Rab: “¿Tú crees que yo no puedo hacer eso? Sólo que está prohibido mentir. Así que, hijo, prefiero comer todos los días lo que no me apetece, con tal de que ni tú ni yo saquemos una mentira por la boca. Además, otra gran pérdida del mentiroso es que cuando finalmente dice la verdad nadie le cree. Como en la famosa fábula de pedro y el lobo cuando el niño gritó: “¡Lobo, lobo…!”, nadie le hizo caso. Y peor aún: “Quien habla mentiras vive en las mentiras y su vida se vuelve una gran mentira”.
Meditación y Control En el tercer paso, el Tíkún hamidot —reparar las malas cualidades y suministrarlas en la dosis correcta—, deberíamos, como ya explicamos anteriormente, irnos por un tiempo al extremo contrario aplicando la regla de Teshuvat hamishkal, la reparación por medio del contrapeso.
Debemos hacer lo mismo que se hace con los adictos descontrolados, que al ser internados en un centro de rehabilitación, se les lleva al otro extremo a fin de quitarles la adicción. Se espera que, después que hayan pasado de un extremo al otro, logren el equilibrio y una vida normal. Sin embargo, para controlar una dosis alta de alguno de los elementos, no es recomendable quedarse definitivamente en el otro extremo; sólo debe servirnos como rehabilitación, a fin de que logremos una dosis equilibrada de los elementos.
Ya que el elemento aire hace “volar” nuestra mente, pensamientos, palabras y planes, necesitamos iniciar un proceso de meditación, que consiste en frenar los múltiples pensamientos, así como seleccionar, analizar y, lo más importante, cuál es la idea correcta para eliminar las demás, fijándonos la meta, trazar el camino hacia ella y poner manos a la obra para ejecutarla.
Para entender mejor el poder de la meditación, usaremos el ejemplo de la lupa. Cualquier hoja de papel que pongamos frente al sol no se quemará, ya que los rayos solares están dispersos sobre ella. Pero si entre el sol y la hoja ponemos la lupa, con ella enfocamos los rayos solares y así magnificamos su potencia hasta quemar el papel. Así funciona en general la mente: las ideas están tan dispersas que perdemos la concentración en cierto punto.
La meditación consiste en concentrar la mente y canalizar todas las ideas que tenemos, junto con la inteligencia que poseemos, para invertir toda esa fuerza en el camino que deseamos trazar. Para ello la persona necesita, de vez en cuando, frenar su viento y su ánimo volátil, “desconectarse” del mundo y sentarse en un lugar tranquilo, relajado, con buen ambiente, y olvidar el ajetreo de la vida cotidiana… y, por supuesto, también el celular.
Hay varios tipos de meditación. Algunos sirven para “desconectarse” del mundo y “conectarse” con un rezo; otros son para relajarse del enojo y del odio hacia alguien, y otras más. La clase de meditación que estamos abordando aquí podríamos llamarla “meditación y acción”, porque nos permitirá meditar para saber qué hacer… y hacerlo, y no solo para analizar y volver a analizar, y así sucesivamente, sin actuar.
Sobre esto dijeron nuestros Sabios (Zóhar, 258a): Sof maáse bemajshabá tejilá, cuya traducción literal es “Al final, acción; pensar primero”. Esto quiere decir que cuando te sientes a meditar, el fin que debes tener en mente es llegar a la acción, y para lograrlo, piensa y medita desde un principio. De esta forma irás eliminando ideas vanas que no tienen ningún futuro y que sólo estorban y ocupan espacio en tu mente. Otras quizá sean buenas, pero no para hoy. “Congelalas” para usarlas el día de mañana.
Así irás limpiando tu mente de fantasías, ideas irreales o planes obvios que igualmente se darán, y podrás escoger la mejor idea, la más benéfica para tu vida, a fin de fijarla como tu meta principal y tu mayor reto. Normalmente, después de meditar de esta manera, terminarás con una sonrisa, pues como dijeron nuestros Sabios (Metzudat David, Mishlé 15:30): “No hay mayor alegría que quitarse las dudas de encima”.
Esto se halla insinuado también en la orden de la Toráh (Debarim 25:19): “Elimina a Amalek”, que en su sentido literal era un llamado a la guerra contra el pueblo de Amalek. Pero en la dimensión del Rémez, dicen nuestros Sabios que el valor numérico de la palabra Amalek es el mismo de la palabra hebrea safek (“duda”) (ambas suman 240), para insinuarnos: “Elimina las dudas de tu vida”, porque las dudas son un ancla mental que no nos permite avanzar.
Quien tiene mucho del elemento aire carece, entre otras cosas de decisión, ya que cada día espera ver hacia dónde soplara el viento y hasta dónde llegará. Si no es capaz de tomar control, mucho menos puede sentarse para meditar y emitir un veredicto que marque su camino.
En la Kabalá, este proceso de decisión se define por medio de los conceptos Jojmá, Biná y Daat. • Jojmá es la primera idea que nos surge en la mente; por ejemplo, “Voy a construir una casa”, “Quiero dibujar un árbol”, “Voy a comprar una mercancía”. • Biná es el desarrollo de esa idea; implica analizar cómo, cuándo y cuánto, sopesando los pros y los contras, los beneficios y los riesgos.
• Daat es el canal más importante, ya que representa la ejecución de todo lo analizado por la Jojmá y la Biná.
Sin éste, seguiría la idea “rebotando” entre la Jojmá y la Biná, para nunca realizarse. Este concepto se observa también en la estructura cerebral. El cerebro está dividido en tres partes: hemisferios izquierdo y derecho, y tallo cerebral.
El hemisferio derecho del cerebro percibe el mundo y la vida de manera muy general, y hasta fantasiosa. El hemisferio izquierdo, en cambio, lo ve con más detalle y a un nivel más realista. Al respecto, un reconocido neurólogo dijo: “El lado derecho ve el bosque, pero el lado izquierdo ve los árboles”.
Lo increíble es que nuestros Sabios de la Kabalá enseñaron que la Jojmá corresponde al lado derecho y la Bina al izquierdo. La Jojmá es lo general y la Biná es el desglose y los detalles, lo cual, en palabras modernas, sería: Jojmá- bosque y Biná-árboles.
El Daat está ubicado en el tallo cerebral, el cual se encarga de concretar lo pensado y llevarlo a la acción. Y justamente es esto lo que falta al elemento aire. Cabe mencionar aquí las palabras de nuestros Sabios en la Guemará (Nedarim 41:1): “Si adquiriste Daat, nada te falta. Si Daat te falta, no sirve de lo que adquiriste”.
He aquí, entonces, la fórmula de meditación que debemos aplicar para mantener el control de los vientos de ideas y usar nuestro Daat para no quedarnos “en el aire”.
EI Silencío Como ya vimos, perder el control de la boca nos hace hablar demasiado y, por tanto, podemos pecar, dañar y destruir; pensamos equivocadamente que las palabras “se las lleva el viento” y, en consecuencia, no medimos los resultados catastróficos del poder del habla. La rehabilitación y la corrección de todo lo anterior se logra mediante el don del silencio. No es fácil para alguien del elemento aire mantenerse sin hablar. Sin embargo, si quiere controlar la palabra y usarla sólo para lo positivo, necesita primero irse al otro extremo, por un tiempo no hablar más de lo estrictamente necesario y, cuando haya dominado el arte de guardar silencio, sólo entonces podrá hablar para bien… pero también con moderación.
El Rey David dice: “¿Quién es el hombre que desea la vida buena?”, a lo que cualquiera contestaría con un entusiasta: “!Yo!”. A continuación el Rey David dice: “Si es así, pon un candado a tu boca” (Tehilim 34:13). Y así lo expresó Rabí Shimón en Pirké Abot (1:17): “Toda mi vida me senté entre los sabios; escuché consejos, conceptos y sabias ideas. Y si me preguntas cuál es mi mejor mensaje, te diría: no hay nada mejor para el hombre que el silencio”. Cada vez que quieras decir algo lógico, adecuado y medido, debes primero guardar silencio, pensar, analizar y medir tus palabras.
A eso se refirió el versículo (Ejá´3:29): “Pon tierra en tu boca”, queriendo decir: sabemos que la tierra es la muralla limitante del mar; sin ella, las olas arrasarían y destruirían. Por tanto, en un sentido metafórico, debemos usar ese límite para evitar que de nuestra boca salgan “palabras-tsunamis”.
De esta manera, evitaremos también hechos lamentables, como se vio con el patriarca Yaakov cuando su suegro Laván lo persiguió para reclamarle: “¿Por qué huiste sin avisarme? ¿y por qué robaste mis ídolos?”. Yaakov Avinu, que normalmente era una persona centrada y tranquila, en ese momento estalló y en esa situación dejó salir de su boca una maldición, diciendo: “El que te robó, que muera”, sin saber que había sido su amada esposa Rajel quien los tomó para impedir que su padre siguiera rindiendo culto a la idolatría. Aunque Yaakov Avinu no pronunció esa maldición a propósito, y menos todavía con la intención de matar a su propia esposa, estas palabras surtieron su efecto y Rajel, a la hora del parto de Binyamín, falleció con solo 36 años de edad.
Después de tres décadas, hubo hambruna y los hijos de Yaakov viajaron a Egipto para comprar comida. Allí Yosef — el hermano al que primero quisieron matar y al que después vendieron como esclavo— era ya el virrey y el abastecedor de los alimentos; aprovechó que no lo reconocieron para hacerse pasar por un dictador malo, que los acusó de espionaje y los trato muy mal (aunque todo era un plan maravilloso de Teshuvá, como puede leerse en mi libro las Alturas de Mi Pueblo pág. 120, en la segunda edición).
Cuando los hijos contaron a su padre sobre aquel malvado, por lógica Yaakov Avinu pudo haber soltado una maldición devastadora, pero “llenó su boca de tierra” y optó por guardar silencio, y esperar a ver qué rumbo tomarían los caminos de Hashem. Gracias a este silencio Yaakov no provocó la muerte a su querido hijo Yosef. Con esto, nuestros Sabios quieren enseñarnos que es menos riesgoso y más benéfico mantenerse callado. En cuanto al área de la acción, dicen nuestros Sabios (Abot 1:14): “Habla poco y haz mucho”, lo que aprendimos de Abraham Avinu en la forma en que recibió a sus invitados: “Pasen y tomen un poco de agua y una rebanadita de pan”, les decía.
Y cuando ya pasaban, extendía ante ellos mesas llenas de manjares dignos de reyes. Esto también se refleja en el famoso dicho: “No hables sobres tus acciones; deja que tus acciones hablen por ti”. Además, dicen nuestros Sabios que la persona a la que otros ofenden en público y, aunque ella tenga mucho responder, guarda silencio, y se muerde los labios, debe aprovechar ese momento para bendecir a sus familiares, ya que este acto provoca que, cuando use la boca para rezar, sus plegarias sean bien recibidas en el Cielo. El Gaón de Vilna dijo al respecto: “En cada momento que la persona guarda y controla su boca, se envuelve con una luz divina que le trae bendiciones” (Igueret Hagrá).
Los Limites del Rezo Uno de los dones del elemento aire es el poder de expresión que se manifiesta de manera especial a través del rezo: el rezo es la maravillosa oportunidad de comunicarnos con nuestro Creador, desahogarnos con él y pedirle favores. Sin embargo, como ya vimos en el capítulo anterior, también las cosas buenas (como el estudio de la Toráh) deben ser controladas y limitadas. Así, pues, en primer lugar, los rezos del día están limitados a un tiempo específico. No podemos rezar Shajrit por la noche, o Minjá por la mañana.
Cada rezo tiene un orden establecido por nuestros Sabios, con hermosos motivos y explicaciones basados en la Kabalá, en la estructura de los cuatro mundos y en la forma en que las plegarias van ascendiendo los Cielos, hasta llegar al Trono celestial (como lo explique en la introducción al Yalkut Yosef; tomo 5). En segundo lugar, el Jazán que dirige el rezo debe tener un límite de tiempo para no extenderse y causar molestias al público pensando que disfrutan de su “agradable” voz, lo que se conoce como Tirjá detziburá.
Aunque esté haciendo algo positivo con su elemento aire, al pasar cierto límite convierte el sublime rezo en algo fastiHashemo. En tercer lugar, también la forma de expresar las plegarias debe ser delimitada, ya que es incorrecto pedir, por ejemplo: “Hashem, ayúdame a casarme con fulana”, “Hashem, dame este negocio”, “Haz que fulano acepte mi sociedad”. Esta forma de rezar, en lugar de ser una petición, parece más una orden. Además, puesto que nadie sabe en realidad lo que es bueno para él, puede pedir algo que le resulte perjudicial. Por eso, la forma correcta de pedir algo a Hashem es, por ejemplo “Hashem mío, quiero casarme. Ayúdame. Tú sabrás con quién”, “Quiero buena manutención. Tú sabrás por cual canal y con qué socio mandármela”.
A este respecto, el Midrash (Esther Rabá) cuenta que una vez el sabio Rabá llegó a una aldea y al finalizar el rezo en un templo, escuchó a un joven clamar frente al hejal: “Hashem, haz que fulana se enamore de mí. Quiero casarme con ella y sólo con ella”. Al terminar su plegaria, se le acerco Rabá y le dijo “Así no se reza. ¿Quién te dijo que ella es buena para ti?”. Con esto el rabino quiso decir al joven: “Controla tus instintos que persiguen la belleza, el dinero y el placer, y pide a Hashem que te dé la mujer adecuada para ti. Si insistes en que sea ésa y no otra, te la darán, aunque no sea la mejor para ti.
Un rezo así es una falta de respeto al Creador, pues parece que dices: ‘Mira, Hashem, no me interesa la que planeaste darme. Yo quiero a fulana. Yo sé lo que es bueno para mí”. Y finalmente es posible que Hashem te la dé, pero como castigo”. El joven miró con burla al sabio que se entrometía en su vida, y le dijo: “Tú, sabio, entenderás de libros. Yo entiendo de mujeres. Ésta, con su belleza, dinero y fama, es lo adecuado para mí”.
Relata el Midrash que al cabo de dos años, Raba fue de nuevo a esa aldea y se asombró al ver de nuevo al muchacho aquel, pero diciendo ahora frente al hejal: “¡Oh, Hashem! Llévame a mí o llévatela a ella! ¡Los dos ya no podemos vivir juntos! Ten cuidado con lo que pides, porque se te puede cumplir. Es por esto que al terminar nuestros rezos decimos: “Cumple nuestros deseos, siempre y cuando sean para nuestro bien”.
Con esto aclaramos que si acaso nos extendemos o pedimos, o peor aún, exigimos algo que no es para nuestro bien, que quede nulo, y que recibamos sólo lo adecuado y lo positivo para nosotros. Ahora bien, aunque las plegarias son placenteras al Creador, no debemos pasarnos el día entero rezando por la manutención y esperando que nos caiga del Cielo. Hay un tiempo para rezar y un tiempo para actuar. Así lo aprendimos también del caso de la partición del Mar Rojo: durante un buen rato estuvieron parados frente a las aguas Moshé y el pueblo elevando plegarias, hasta que, sorpresivamente, Hashem dijo a Moshé: “jQué tanto rezas? Deja de hacerlo y avanza. Llego la hora de la acción”.
Por último, la ramificación positiva del habla como rezo tiene sólo una dificultad: por pertenecer al elemento aire contiene el don de la palabra, pero también la volatilidad de la mente. En el momento del rezo puede ser que la mente vuele muchas veces ni el Cielo es su límite. De ahí que sea tan difícil concentrarnos al rezar. Para lograr la plena concentración en nuestros rezos debemos usar también la “lupa mental” para canalizar todos nuestros “rayos mentales” y concentrarlos en las plegarias dirigidas Hashem, en lugar de “lanzar flechas” sin dirección y esperar que alguna casualmente dé en el blanco, es decir: al Trono Celestial.
El control de la mente y la boca en el momento de rezar es lo que puede ayudar a que el viento no se lleve nuestras palabras.
Conclusión Equilibrada
Después de analizar el elemento aire en sus aspectos positivo y negativo, busquemos el equilibrio para el beneficio de nuestra vida. Este equilibrio lo tenemos insinuado en la anatomía del cuerpo humano, que está formado por dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales, dos manos y dos pies, además de la mente, la boca y el corazón, y nos enseña que en la vida, para tomar buenas decisiones, primero debemos usar la volatilidad del viento y ver con cada uno de tus dos ojos las dos caras de la moneda; escuchar con tus dos oídos diferentes opiniones, argumentos, consejos; olfatear con tus dos orificios nasales cuál puede ser el mejor de los dos caminos; medir las acciones que realizas con tus dos manos; ver qué resultara si caminas con tus pies a la izquierda o a la derecha.
Después de analizar bien, toma la decisión más centrada y ubica tu mente, tu palabra y tus sentimientos en un solo canal. Debido a que el mejor camino es el del medio, la dualidad de los miembros está en los extremos (oídos, pies, manos) y la unidad está en el centro (cerebro, boca y corazón), y lo que debes procurar es pensar, hablar y sentir con congruencia. Así que ahora procederemos a ver cómo se vive y se disfruta el elemento aire en equilibrio.
• En cuanto al don de la adaptabilidad a las personas, es lograr entenderse con cualquier estilo de maestro, amigo o familiar; incluso con “la santa suegra”. Y aunque aquí hablamos del elemento aire, cabría aplicar la “regla del agua”, el único elemento en la naturaleza que se presenta en tres estados: solido, líquido y gaseoso: a veces debemos adaptar nuestro perfil al de ciertas personas y ser fríos y duros como el hielo, y con otras hay que ser como el líquido, ágil y fluyente; y con otras más, debemos simplemente “esfumarnos” y “evaporarnos”.
Así lo dijo la Mishná en Pirké Abot “Sé ágil con los jóvenes y cómodo con los ancianos” (3:16).
• Respecto a nuestras ideas, no es bueno ser terco ni tampoco volátil. El término medio entre estar abierto a las nuevas idas y a los cambios, combinado con firmeza en las decisiones, es lo ideal. Así lo dijo el Rey Salomón: “El que es terco y de corazón duro no hallará el bien, y el volátil caerá en el mal (Mishlé 17:20).
• Usemos la agilidad del viento y volemos de un nivel a otro, de hacer un favor a brindar otro. Sólo recordemos que todo exceso es malo y que debemos aplicar la “ley de la ventana”: aunque el viento sea bueno, a veces hay que cerrar la ventana. Respecto al don del habla, usemos la boca para sacar sólo perlas.
Tengamos cuidado con la lengua filosa y siempre tengamos presente la siguiente moraleja del Jafetz Jaim: una vez se le aproximó un hombre diciéndole que quería reparar todas las difamaciones que había pronunciado durante su vida. El Jafetz Jaim le dijo: “No hay problema. Sólo tráeme una almohada de plumas”. El hombre se la llevó, el sabio subió a la azotea y la rasgó dejando que todas las plumas volaran con el viento. Luego pidió al hombre que fuera a recogerlas.
Cuando el hombre le replicó, asombrado, que eso era imposible, el Jafetz Jaim le dijo: “Así han sido tus palabras. Después que las soltaste y dañaste mentes, vidas y personas, ¿cómo puedes recogerlas ahora?”. Un último consejo: en tu vida debe haber dos cosas, una brújula y un reloj. Algunos usan el reloj y corren todo el tiempo, apurados para realizar a tiempo todas las diligencias del día; sin embargo, no usan la brújula para analizar y decidir el rumbo. Otros más usan sólo la brújula; saben exactamente a dónde ir y qué hacer, pero no usan el reloj a fin de fijar un tiempo para hacerlo. Así, para controlar tu vida primero hazte de una brújula y decide tu rumbo; y luego observa el reloj, para que puedas alcanzar la meta lo más rápido posible. Nuestro tiempo de vida es muy valioso… pero vuela. Y no importa si vives hasta los 120 años; al final, miras hacia atrás y ves qué rápido pasaron los días.
Lo único que quedará son los hechos. Hoy en día, en Israel, hay una frase muy popular: Javal al hazmán, que traducido literalmente significa “Lástima por el tiempo”, pero se usa más como sinónimo de “buenísimo”. No me pregunten qué tiene que ver una expresión con la otra, pero así se ha acostumbrado a usar. Constantemente y ante cualquier pregunta, como: “iQué tal estuvo la boda?”, parece el traje?”, “¿Te gustó la comida?”, responden: Javal al Hazmán.
Considero que fue Hashem quien nos mandó esta frase en esta generación, en la que la velocidad de la tecnología, el ritmo de los placeres, y la persecución constante de la manutención nos hacen perder el tiempo y no usarlo para lo que realmente vinimos al mundo. Y por eso debe resonarnos en el oído: “Lastima por el tiempo”.
Extraído de: “El Control de la Vida”, Rab Anidjar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario