martes, 27 de febrero de 2018

Pilar Fundamental: Un propósito



El pilar fundamental del Judaísmo es la convicción de que la vida tiene un propósito. 

Por supuesto, esto también es cierto de las principales religiones del mundo, pero en el caso del judaísmo es el eje central. En caso de que podamos afirmar que el Judaísmo tiene una enseñanza central, sería que la existencia humana posee un propósito. 
El universo entero fue creado por alguna razón, y de algún modo el ser humano participa en eso (Zohar Jadash 70d). Sin embargo, afirmar meramente que el universo existe para un propósito no es suficiente. El Judaísmo va un paso más allá, y asevera que tanto el ser humano como el universo tienen un propósito porque fueron creados por un Ser capaz de tener un propósito. 

A este Ser lo llamamos Hashem. La verdad es que no tenemos la capacidad para comprender qué es Hashem. Y así como no podemos entender lo que Él es, tampoco podemos entender Sus razones. No hay nada que podamos decir acerca de Hashem mismo; sólo podemos afirmar que existe. No obstante, sí podemos hablar de la relación que Él tiene con Su mundo. Por ello, podemos intentar entender el mundo y preguntar por qué existe. 

Podemos reflexionar y averiguar qué es lo que Hashem mismo nos ha enseñado acerca del propósito de la Creación Una de las ideas que podemos afirmar acerca del Creador es que es bueno. Pero no sólo afirmamos que es bueno, sino incluso que Él define lo que el Bien es. Cualquier acto de Hashem contiene el Bien en su estado más puro e infinito. La bondad y el amor de Hashem son dos de las cualidades más básicas que podemos comprender, y ambas actúan en conjunto para llevar a cabo el propósito que Él tiene para el mundo. Es sobre esto que el Salmista canta: “Hashem es bueno para todos, Su amor está sobre todas Sus obras”(Tehilim 145:9). 

Hashem no tenía necesidad alguna de crear al mundo. Él es la perfección absoluta y, por consigiente, no tiene necesidad de nada en absoluto, incluso de la Creación. Por ello, hasta donde podamos comprender, lo único que podemos decir es que Hashem creó el universo con la finalidad de prodigar el bien al ser humano. Hashem mismo define a Su Creación como un acto de bondad. Es por esta razón que, al final de los primeros seis días de la Creación, después de haber creado al ser humano, la Tora dice: “Y Hashem vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno”(Bereshit 1:35). Aquí se nos dice que la creación del universo fue una expresión de Su bondad. Es por ésta razón que Hashem hizo al ser humano último en el orden de la Creación. 

El mundo entero tenía que ser preparado para la aparición del hombre. Es por ello que Hashem dice por medio del profeta: “Yo he hecho la Tierra, y Yo he creado al hombre en ella”(Yeshayahu 45:12). Pues es el ser humano el receptor último de la bondad divina, y de este modo cumple el propósito del Creador en Su mundo. El Talmud cita una parábola acerca de esto: una vez, un rey construyó un palacio suntuoso y lo decoró con elegancia, llenándolo además con los mejores manjares y las bebidas más finas. Cuando estuvo terminado, convocó invitados para que vinieran a disfrutar el palacio diciendo: “Si no hay invitados, ¿qué placer podría tener el rey con todas las cosas buenas que ha preparado?” En el mismo sentido, una vez que todo estuvo preparado, el invitado principal -el ser humano- apareció en el universo (Tikuney Zohar, introducción 6a). 

El regalo perfecto 

No importa qué tan altruista sea un acto humano, siempre hay un beneficio para el que lo realiza, aunque no sea más que un cierto grado de satisfacción personal. Sin embargo, el Creador no necesita nada, y por ello no tuvo necesidad alguna de crear el mundo; no hay ninguna carencia en Él que el mundo pudiera satisfacer. Por ello, es que la Creación constituyó el acto perfecto de altruismo , amor y bondad. Ahora bien, afirmamos que el Creador hizo el mundo con el fin de prodigar el bien al ser humano. Pero, ¿en qué consiste este bien? 

Antes que nada, debemos comprender que cualquier bien que Hashem otorgue tiene que ser el mayor bien que la Creación pueda aceptar. Sobre esto, el Salmista dice: “Qué tan grande es Tu bondad que has guardado para aquellos que te temen”(Tehilim 31:20). 

En el Midrash, los Sabios talmúdicos interpretaron este versículo en el sentido de que Hashem prodiga el bien en la forma más abundante posible (Ester Raba 10:14). Y en otro lugar, explicaron que éste versículo significa que Hashem dice al ser humano: “Tú conforme a tus capacidades, y Yo conforme a las Mías”(Midrash Tehilim 31). Esto quiere decir que el Creador nos proporciona el mayor bien que nosotros seamos capaces de recibir. 

Pero, ¿en qué consiste este bien supremo? ¿Cuál es el mayor bien que el Creador puede prodigar? La respuesta es muy sencilla. El bien supremo es Hashem mismo. El mayor bien que Él puede proporcionar a los demás es Él mismo. No existe un bien más grande que experimentar un cierto grado de unión con el Creador mismo. Es por esto que el Salmista afirma: “No tengo más bien que Tú”(Tehilim 16:2). El bien supremo consiste en apegarse al Creador, y es precisamente este bien el que Él tuvo la intención de otorgar al mundo. Hashem creó un mundo donde Sus creaturas pudieran , en cierta medida, participar en Su esencia y experimentarlo. 

Los Maestros de la Cabalá enseñan que éste es el concepto básico que expresa el Nombre mas sagrado del Creador: el Tetragrama YHVH)(Shaaré Orá 5). El Tetragrama está compuesto por cuatro letras: yud (י), he (ה), vav (ו), he (ה). Éstas cuatro letras poseen un significado muy especial. El Tetragrama está relacionado con los tiempos pasado, presente y futuro del verbo hebreo ser. En hebreo, fue es hayá (היה), es, es hové (הוה) y será es yihyé). Por ello, cuando se lee el Tetragrama se debe tener en mente que el Creador “fue, es y será”,simultaneamente (Oraj Jayim 5:1, Zohar III, 257b, Etz Jayim 1:1; Shaar haYijud vehaEmuna 7,82 a). 

Esto indica que el Creador es trascendente en términos absolutos, y que está más allá de la dimensión del tiempo. El Creador existe en una dimensión donde el tiempo no existe. Pero al mismo tiempo, el Tetragrama también significa que el Creador es mehavé (מהוה), es decir, que Él es “Aquél que hace que todo exista”. Es en éste sentido que el Tetragrama expresa la relación causal que Él tiene con Su Creación. Hashem constituye la fuente de todo aquello que existe, y Su esencia permea toda la Creación (Tikuney Zohar 57(91a). Podemos comprender este concepto tomando como base una antigua enseñanza cabalística, que afirma que las cuatro letras del Nombre Inefable representan el misterio de la Caridad (Baal Shem Tov y Sefer haLikutim del Arizal). 

Según ésta ensenanza , la primera letra yud (י)puede ser comparada con una moneda. La letra yud es pequeña y simple, al igual que una moneda. La segunda letra, he (ה) representa la mano que da la moneda. Cada letra del alfabeto hebreo también representa un número. Ya que le letra he es la quinta letra tiene un valor numérico de 5. El valor numérico de 5 alude a los 5 dedos de la mano. 

La tercera letra, vav (ו) , que tiene forma alargada de un brazo, alude al acto de extender el brazo y dar algo. Además, en hebreo la palabra “vav” significa “gancho” y por ello este término connota la idea de vínculo. 

Y por ultimo, la cuarta letra, he (ה) final, representa la mano del receptor de la caridad, el que recibe la moneda. Esta es la esencia de la caridad en el nivel del mundano. Pero el concepto de “caridad” también puede ser entendido en un nivel divino. [En este sentido, las cuatro letras del Tetragrama aluden a las cuatro dimensiones existenciales (universos) primordiales. La letra yud se corresponde con Atzilut, el universo de la esencia divina. La letra he inicial se corresponde con la dimensión de Beriya, que es la dimensión del Trono (Kise). 

La vav se corresponde con Yetzira, la dimensión de los ángeles. Y la he final se corresponde con Asiya, que es el mundo físico junto con su aspecto espiritual (Zohar III, 92a y otras fuentes como Pardes Romonim).] El mayor bien que el Creador prodiga es la existencia misma. No tenemos ningún derecho inherente a la existencia; no es algo que podamos exigirle. Por consiguiente, cuando Él nos concede la existencia, eso constituye un regalo de amor y el acto de caridad mas perfecto. 

Ahora entendemos que la letra yud representa el regalo mismo de la existencia. No obstante, en el nivel conceptual de la yud, la existencia todavía no es nuestra. Así como la letra yud al final de una palabra representa la posesión personal de algo, al nivel conceptual de la yud, la Existencia misma constituye una propiedad personal del Creador. 

Además, al inicio de una palabra, la letra yud indica el futuro, es decir, algo que todavía está en estado potencial. Es por esta razón que a nivel de la letra yud la existencia todavía está en estado oculto y latente, no asequible. No hay forma de acceder a ella hasta que sea creada una mano que sea capaz de recibirla. La primera letra he del Tetragrama es la mano del Creador que sostiene la existencia que Él nos quiere dar. Al nivel de la yud , la existencia es trascendental , incognoscible e imperceptible. Antes de volverse accesible a nosotros, primero debe pasar por un proceso de concrección. Esto es lo que indica el valor numérico de la he, que alude a los 5 dedos de la mano. 

En el Tetragrama, la primera letra hei representa el recipiente que es creado con el fin de contener y definir el poder abstracto de la Creación. La vav del Tetragrama es la mano del Creador que se extiende con el fin de brindarnos la existencia. Es en el nivel de la vav que el concepto de “dar” llega a su perfección. Esto significa que se debe establecer un equilibrio entre el donador y el receptor. 

Esto lógicamente implica que debe existir una relación entre ambos. Hasta donde podemos expresar ésta idea, tanto como Hashem desee darnos, lo que da debe ser consistente con nuestra capacidad para recibir, así como la manera en que lo hará, sera determinado por sus acciones. Esta relación recíproca también tendrá como resultado que el ser humano podrá ensanchar su capacidad para recibir lo que Hashem le quiere dar. Finalmente, la ultima he del Nombre Inefable representa nuestra mano que recibe la existencia. Ahora bien, es obvio que Hashem tiene que proveernos incluso con la mano que tenemos. Por ello, en cierto sentido, el Creador nos concede la capacidad para recibir la existencia de parte de Él. 

Pero lo más importante es abrir nuestra mano para recibir lo que Hashem nos está dando. Cuanto más ampliemos nuestra percepción de la Presencia de Hashem y la mano Divina que guía nuestra vidas, tanto más grande será nuestra capacidad para recibir. Las letras del Tetragrama nos pueden enseñar muchas cosas acerca de la relación que Hashem tiene con Su Creación. Por un lado, aprendemos que el Creador es absolutamente trascendente, y por consiguiente, completamente diferente a cualquier cosa que haya en el universo. Por otro lado, también aprendemos que la presencia de Hashem permeabilidad toda la Creación y le proporciona existencia continúa. En este sentido, la existencia misma que tenemos no es más que una sombra o reflejo del poder de Hashem. 

Sobre esto, los cabalistas explican que si Hashem se revelara completamente, la Creación y todo lo que hay en ella no podría subsistir y se anularía completamente. Si Hashem se revelara a sí misml , no habría la posibilidad de una existencia independiente en ningún nivel. Es justamente porque el Creador se retiene y se oculta a sí mismo que la Creación puede subsistir. La idea anterior está relacionada con uno de los conceptos más importantes de la Cabalá : el Tzimtzum, palabra que denota la restricción o contracción de la luz del Creador. 

El concepto de Tzimtzum se origina en una paradoja fundamental. Por una parte, el Creador debe estar, de algún modo, presente en Su mundo; pero por otro lado, sí Él no se retrae a sí mismo de él, todo el universo sería completamente avasallado por su esencia. 

Así pues, la razón de que haya un Tzimtzum es para que la Creación pueda existir. Por definición, la Creación debe existir como una entidad independiente y, en consecuencia, no debe estar totalmente imbuida de la esencia divina. No obstante, al mismo tiempo, tampoco puede afirmarse que la esencia de Hashem no permea toda la Creación, ya que “ningún lugar está vacío de Él”. 

Por ello, Hashem debe separarse de la Creación mientras que, simultáneamente, permanece íntimamente vinculado con ella. Esta es la paradoja fundamental de la Creación. 

Rab Arye Kaplan

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