lunes, 12 de marzo de 2018
Materia y forma
La realidad en general está compuesta de dos dimensiones: forma y materia. La materia se refiere al aspecto físico y la forma señala la dimensión espiritual. La Cábala sostiene que no existe materia carente de forma ni forma carente de materia, aunque ambas dimensiones sean completamente opuestas.
De todos modos, su unión y fusión son perfectas y asombrosamente complementarias. Tal como esta fusión de materia y forma aparece en el hombre, se manifiesta también en la realidad entera: en el mundo inanimado, vegetal, animal y humano.
“Luz y recipiente”
El cuerpo es el recipiente que contiene la forma. El hombre revela su forma a través de sus acciones, es decir la totalidad de su fuerza espiritual. Es como si el cuerpo estuviese traduciendo el plano espiritual a un lenguaje comprensible por su semejante o, en otras palabras, el cuerpo obra como instrumento para expresar su forma. En el pensamiento cabalístico, un sinónimo del concepto de forma es el de la luz. La luz está siempre contenida en un recipiente y funciona a través de él.
Luz y recipiente son sinónimos de los términos forma y materia. El recipiente revela y pone de manifiesto la esencia de la luz por medio de su acción. La luz es interna, mientras que el recipiente es externo. La luz es la esencia que se reviste en el recipiente y lo conduce. Es decir que la luz se manifiesta a través de la acción, y por su intermedio se revela su esencia interna.
“Niveles de forma y materia”
La forma es la que se reviste en la materia y la activa. El Eterno quiso crear diferentes tipos de criaturas, de diversos niveles y caracteres, y para lograrlo adaptó a cada una la forma apropiada, de modo que la forma que reviste el mundo animado es superior a la que rige en el inanimado, y así sucesivamente. La esencia y la calidad de un objeto dependen de su forma, es decir, de su poder espiritual. La forma es la quien determina las características de dicha realidad, y por eso podemos afirmar que la forma es la esencia de la realidad, del objeto.
Existen creaciones cuya forma está fijada, y durante su existencia no manifiestan ningún cambio esencial. El hombre, por su parte, dotado de libre albedrío, puede modificar su forma cumpliendo las leyes de la Torá, a través del cumplimiento de los preceptos, elevándose espiritualmente. Frente al hombre dotado de libre albedrío se encuentran los ángeles, cuya característica es el permanecer “estáticos”.
Ya que carecen de libre albedrío no pueden transformar ni mejorar su esencia, y por eso están privados de la posibilidad de elevarse. Es debido a esta razón que teóricamente el hombre puede llegar a un nivel más elevado que el de los propios ángeles.
“Los componentes de la materia”
Los cabalistas dividen a toda la materia, en todas sus categorías -inanimado, vegetal, animal y humano-, en cuatro elementos básicos: 1)fuego, 2)aire, 3)agua, 4)tierra.
La diferencia entre un ente y otro es la proporción de los cuatro elementos que lo componen. El ser humano también está compuesto por los cuatro elementos, fuego, aire, agua y tierra, y además de los poderes espirituales que encontramos en el dominio de lo inanimado, vegetal y animal, posee un poder espiritual denominado alma -neshamá-.
El alma contiene la totalidad del poder espiritual humano tal como, por ejemplo, sus características morales, aunque el principal componente del alma es su poder intelectual.
“Elementos de la forma: nefesh, ruaj, neshamá, jaiá y iejidá”
Dijimos anteriormente que la forma es la esencia de todo ente y que Él Creador fijó la forma apropiada para cada uno de ellos de modo tal que éste pueda cumplir la función para la que fue creado. Ya que el hombre es lo principal de la creación, debe cumplir roles superiores al resto de las criaturas, y es por eso que su forma es superior a la de los demás. Si nos compenetramos en la forma humana reconoceremos dos dimensiones, por un lado la vital y por el otro la dimensión intelectual y emocional.
Las funciones de la dimensión vital no difieren esencialmente de las funciones que realizan los animales, y por eso la forma en esta dimensión se asemeja a la de ellos. Por contrapartida, el alma humana contiene todos los poderes que caracterizan al hombre como una criatura hecha a imagen de Hashem, dotado de libre albedrío, y a quien se delegó el papel de corregir el mundo bajo el Reinado Divino. Los Sabios Cabalistas adjudican nombres a los elementos constituyentes de la forma humana: nefesh, ruaj, neshamá, jaiá y iejidá.
El nefesh es el poder espiritual más bajo entre los cinco niveles nombrados, es el responsable del funcionamiento de la dimensión vital, y es también quien la activa. Los Sabios sostienen que el hígado simboliza el nefesh, y le sirve por hábitat.
El ruáj es el poder espiritual siguiente, y el responsable del aspecto emocional del hombre y su carácter. El ruaj es el poder que despierta los deseos, las pasiones, las aspiraciones y de hecho todas las cualidades del hombre. La capacidad de elegir entre el bien y el mal, así como todos los detalles de la acción están ligados al ruaj.
El corazón simboliza al ruaj, y le sirve por hábitat. La neshamá es el poder espiritual-intelectual que guía al ser humano. Su función es la de orientar y corregir las características negativas, sobreponerse a las bajas pasiones y encausar los poderes personales hacia el servicio divino. La mente simboliza a la neshamá y le sirve por hábitat.
“La conexión entre nefesh, ruaj y neshamá”
Neshamá es el nombre genérico quien incluye todos los elementos componentes de la forma humana, es decir, que este término es utilizado muchas veces en forma general, en referencia al alma general, incluyendo al nefesh, ruaj y neshamá. Los niveles nefesh, ruaj y neshamá constituyen una unidad.
El nefesh activa y controla tanto los órganos internos como los externos, pero él no actúa como un ente independiente sino que está dirigido por el ruáj. Sabemos por ejemplo, que las funciones de nuestro organismo están influidas por nuestro estado de ánimo (enojo, compasión, etc) ligado al ruaj.
Pero también el ruaj está controlado por el intelecto, ya que, según la Cábala, es éste quien decide si amar u odiar. Aquel que sirve a Hashem de un modo íntegro es aquel cuya mente dirige y controla sus emociones y que a su vez somete a su aspecto físico al servicio de su Creador.
“Jaiá y iejidá”
Hablamos por un lado acerca del nefesh y por otro lado del ruaj y la neshamá, quienes caracterizan al hombre como poseedor de libre albedrío. Anexos a estos poderes espirituales que se encuentran interrelacionados en lo más interno de la persona -en la mente, el corazón y el hígado- se encuentran otros poderes espirituales, mas excelsos aún.
Mas precisamente debido a su elevado nivel no existen en el cuerpo recipientes para contenerlos y entonces circundan al hombre y son denominados -or makif- (luz circundante), en contraposición al nefesh, ruaj y neshamá, conocidos como -or pnimi- (luz interior). Todo ser humano tiene la posibilidad y la capacidad para elevarse siempre más y adquirir luces espirituales superiores por encima de las que posee, y esto se hace posible a través del cumplimiento de los preceptos Divinos.
Rabi Lejel Bar Lev
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