domingo, 4 de marzo de 2018

Elemento Tierra



PERFIL DEL ELEMENTO TIERRA 

Veamos el perfil del elemento tierra para entender que tantas ventajas y desventajas nos presenta para no perder el control. Sólo conociendo al enemigo y sus debilidades, así como tus habilidades y tus dones será más fácil predominar en la guerra. La tierra es un elemento pesado, estable, estático, siempre presente que nos da una base, y es el que al definir nuestro territorio, nos provee seguridad. La tierra en sus diferentes presentaciones como piedra, roca, arena, etc., nos sirve como material de construcción, característica que ni otro elemento posee. No es como el fuego, que se dirige siempre hacia a ni como el agua, que va siempre hacia abajo, y menos como el viento, que se mueve de un lado a otro. 

Este elemento es fijo, estático y tranquilo. La tierra se ve como algo simple, sin complicaciones; sin embargo, cuando la trabajamos, logramos hacerla florecer, la embellecemos y sacamos mucho provecho de ella mediante la agricultura. Además, en su interior posee riquezas naturales y, con cierto esfuerzo de excavación y extracción, obtenemos esos dones escondidos. Al ser el elemento más bajo, al que todos pisoteamos, se le considera un símbolo de humildad; como dijo Abraham Avinu: “Soy polvo…”. 

Por otro lado, sentirse pisoteado es causa de tristeza y depresión para la persona, al ver que nadie la valora. El hombre que posee altas dosis de este elemento, en su lado negativo será una persona inactiva, floja, perezosa, y a pesar de que vea muchos dones y minerales valiosos escondidos en su interior, no tendrá la motivación para buscarlos y extraerlos, y menos aún de desarrollarlos. Por ser así, es normal que los demás la pisoteen y se quede metida en la cama por flojera, sintiendo el desprecio y la soledad; luego la tristeza la invade hasta poder llegar a provocarle un “terremoto” emocional depresivo. En su lado positivo, esta persona tendrá el poder de construir, de establecer orden, marcar “territorio” para brindar seguridad a quienes la rodean; estará llena de potencial, él cual no se ve en su superficie, pero quien logre conocerla a fondo descubrirá sus tesoros, que no exhibe debido al don de la humildad que proviene del elemento tierra.  

La Flojera 

El Midrash (Bamidbar Rabá 19:3) nos cuenta que después de la creación, Hashem exhibió los animales ante el ser humano y para demostrar su sabiduría a los ángeles, le pidió que pusiera nombre a todos los animales. El hombre con una inteligencia superior, dio a cada animal un nombre que, en hebreo, encierra toda la característica del animal en las letras que componen esa palabra. 
Al final, Hashem le preguntó: “Y tú, ¿cómo te llamarás?”, a lo que el hombre respondió: “Adam, porque provengo de la Adamá, tierra”. Si el humano ya se había dado cuenta de que poseía dones con los que no contaban los demás seres: inteligencia, alma, habla, etc., ¿por qué no se puso un nombre basado en estas características para destacar esos dones y eligió el elemento tierra como origen de su propio nombre? 

La respuesta nos abre el camino para conocer uno de los más graves problemas que podemos enfrentar en la vida: la f-l-o-j-e-r-a, que nos hace perder tiempo de vida y los múltiples dones que podemos llegar a poseer y no desarrollamos. Por eso el primer humano, el padre de todos nosotros nos trasmite: “Sé que tengo el don de la palabra proveniente del elemento viento y puedo hacer mucho con él. Sé que tengo el don de la energía espiritual en mi alma proveniente del elemento fuego. Sé que para disfrutar de la vida cuento con sabiduría proveniente del elemento agua. 

Pero todo eso se desaprovecha por culpa del elemento tierra, el que nos deja estáticos, cómodos, estancados y pegados a la tierra. Y no sólo vinimos de la tierra y regresaremos a ella, sino que lamentablemente, en el ínterin también vivimos con tierra-flojera. Por eso me llamé Adam, para recordarme siempre el defecto de la flojera que me impide desarrollar mi grandeza”. El Rey Salomón escribió muchos versículos sobre la pereza, lo que demuestra que la consideraba uno de los principales problemas que puede llegar a sufrir el hombre y lo lleva a desaprovechar las maravillosas oportunidades que le presenta la vida. 

Como dijo en Mishlé (26:14): “Al igual que la puerta gira sobre su eje, así el flojo gira en su cama”. Cabe preguntar: ¿no encontró el Rey Salomón otra cosa que gire para comparar al flojo con la puerta? La respuesta es que él versículo nos insinúa lo dicho anteriormente: muchas puertas en la vida pueden abrirse, pero el flojo prefiere quedarse dormido y desaprovechar la oportunidad. Y por eso en el versículo siguiente dice: “Aunque la mesa esté servida, le da pereza hasta alzar la cuchara a su boca”. 

De nuevo, el mensaje: la mesa de la vida está servida con todos los manjares, pero él flojo ni siquiera hace el esfuerzo de tomarlos. Por ello en el capítulo 24:30 dice: “A un lado del campo de un flojo pasé y vi que estaba lleno de espinos, árido, abandonado y el muro de piedra destruido. Me detuve, lo observé, tome la moraleja y la guardé en mi corazón, concluyendo vida se necesita soñar menos y adormecerse menos los brazos, ya que esto te causará pobreza en todos los ámbitos de tu vida”. 

Al respecto hay un dicho: “La pereza viaja tan despacio que la pobreza no tarda en alcanzarla”. Por eso el Rey Salomón nos aconseja: “Observa a la hormiga, flojo, observa su vida y sé inteligente. Mira cómo aunque no tiene policía ni capataz, trabaja con diligencia en el verano para almacenar y tener comida en el invierno” (Mishlé 6:6). La hormiga es un ser trabajador. Nunca veremos a una hormiga holgazaneando. Carga incansablemente alimento y materiales necesarios para llevarlos a su hormiguero. 

No necesita de un capataz con un látigo en la mano para que se mueva; su naturaleza es ágil. Recoge durante el verano para tener alimento en el invierno. Imagino que conocen la parábola de la hormiga y el grillo. En el verano, ella trabajaba sin descanso y el grillo sólo cantaba y cantaba. Cuando llegó el invierno, la hormiga entró a su casa, la cual había preparado con mucho trabajo y estaba calentita, con la despensa llena. Y el grillo, que en lugar de trabajar se la pasó cantando, ahora sufría de frío y estaba muerto de hambre. Esta fábula nos da la moraleja de la vida: el verano hace alusión a la vida en la que el cuerpo está caliente; y el invierno no alude a la muerte, ya que en ésta el cuerpo ya se enfrió. 

La enseñanza es que debemos trabajar incansablemente en “los días de verano” en este mundo e ir almacenando y preparando nuestra casa en el Mundo Venidero, para no sufrir el “invierno”. 
Muchos de ustedes recordarán el mensaje impactante que dejó el multimillonario Eliahu Reichman, a través de dos cartas a sus hijos. Él pidió que una de las cartas fuera abierta antes de su entierro y la otra después de los siete días luto. 

Los hijos de Reichman, al abrir la primera carta, se quedaron impactados. Estaban seguros de que se trataría de herencia, mensaje, enseñanza y, sin embargo, la carta contenía una extraña petición: “Entiérrenme con un solo calcetín”. 
Los hijos no entendieron cómo su padre, que era un hombre de religión y fe, pedía algo así, tan inusual, pues ellos sabían que a los muertos judíos se les entierra desnudos, sólo cubiertos con su mortaja. Acudieron a rabinos y legisladores de la ley para ver de que ” forma se podía hacer una excepción y cumplir el único y extraño deseo de su padre. Sin embargo, la legislación era muy clara: “No hay excepciones con ninguno. Lamentablemente no entendemos qué quería su señor padre, pero tampoco podemos cumplir su petición”. 

Decepcionados y confusos, enterraron a su padre sin ese calcetín, y con ansiedad esperaron que pasaran los siete días para abrir la segunda carta. Cuando terminó el plazo y abrieron el documento, el mensaje que aparecía allí aclaró todo: “Hijos, les dejé como herencia miles de millones de dólares, pero no olviden nunca que ni un calcetín me pude llevar”. La vida es corta y pasa rápido. Debemos dominar el elemento tierra y no dejar que su característica de la flojera nos controle.  

La Tristeza 

El flojo, al ver todo lo que desaprovecha y las múltiples oportunidades que se le presentan en la vida, aplica la regla de: “No hagas hoy lo que puedes hacer mañana”, puede llegar a caer en la tristeza, lo que le provoca ver el punto negro en cada plan de vida u opción que se le ofrezca, argumentando toda clase de excusas: “Es que esta carrera es muy larga y costosa”, “Es que a este trabajo no le veo un gran futuro”, “Esta rama industrial ya está por caducar”, etc., etc. Y en verdad el problema no radica en la veracidad de las excusas, sino en su flojera. 

Al ver el panorama negro, también ve su propia vida a través de esos lentes oscuros. Ver las cosas así solamente incrementa su tristeza. Y cuando todo se ve negativo y con tristeza, es muy difícil sentir la alegría. Dice la Guemará (Ketubot 59:2): “El ocio lleva al aburrimiento y el aburrimiento causa los pecados”. Cuando uno está sentado sin hacer nada, con la mente vacía e inactiva, puede llegar a cometer pecados graves. Por ejemplo, el que no tiene fuerza para salir a trabajar y ganarse su manutención, se sienta en su casa aburrido, planeando cómo hacer dinero fácil: robando, engañando, secuestrando o simplemente apostando. 

Sabemos que estos caminos llevan a una mala vida, llena de sufrimientos y tristezas. Y si hasta ahora uno sólo estaba triste, al ver cómo condujo su vida caerá en la depresión. Este concepto está insinuado, de forma increíble, en la historia del comienzo de la humanidad, cuando después de que Adam y Javá pecaron, Hashem los juzgó, y al hombre le dijo: con el sudor de tu frente conseguirás el pan y con tristeza lo comerás”, y a la mujer dijo: “Se incrementará tu tristeza y con esta tendrás y criarás a tus hijos”. Además, dijo a la serpiente: “Tierra comerás toda tu vida”. 

Surge la pregunta: ¿acaso la serpiente come polvo? Además, como ya dijimos en base al Zóhar, la serpiente simboliza ángel S'M, “seductor del mal”. Si es así, ¿qué quiere decir, respecto a él, “tierra comerás”? En el canal del Rémez, todo esto cobra un sentido diferente. El pecado en el paraíso fue resultado de la ociosidad y el aburrimiento; el Midrash relata: Adam y Javá vivieron ese tiempo en el paraíso como reyes, ángeles les servían, todo abundaba, el hombre no tenía que trabajar y la mujer carecía de las preocupaciones del hogar o de la crianza de los hijos. 

Y eso los llevó a “inventar qué hacer”. Cuando la serpiente-el ángel S'M llegó y les ofreció un fruto que tendría un efecto secundario: “Serán como Hashem” frase muy tentadora para los flojos— no dudaron en tomarlo. Por eso Hashem dijo a Adam y Javá: “Ya que el ocio y el aburrimiento te llevaron a pecar, ahora saldrás a la tierra y la trabajarás incansablemente para conseguir el alimento con tu sudor. Y tú, mujer, estarás ocupada trabajando por tu hogar y tu descendencia. 

Eso los ayudará a no caer en el aburrimiento que lleva a la tristeza, sino que les dará ocupación y agilidad que les traerán satisfacción y alegría”. Y cuando se dirigió a la serpiente-ángel S'M, Hashem le dijo, de modo que lo escucharan Adam y Javá: “Y tú serpiente, tierra comerás… atacarás el talón del hombre y él tu cabeza”. (Por tratarse de un ángel, el juicio tenía que haber sido realizado en la corte celestial y no en la tierra, no frente a Adam y Javá, a menos que las palabras del veredicto dirigidas a ella, pero también para que fueran escuchadas por ellos. 

Como dice el dicho: “Te lo digo Juan, para que lo escuches Pedro”.) En la dimensión del Rémez esto significa lo siguiente: el elemento tierra, así como fuimos desarrollándolo, hace alusión a la tristeza y cuando el hombre cae en ella, lo hace vulnerable al yétzer hará, el instinto del mal, que prácticamente aprovecha su desánimo para hacerlo pecar. El talón insinúa tener el ánimo por los suelos y la cabeza al ánimo elevado. 

Por ello Hashem dijo al ángel S'M, para que el ser humano sepa que cuando se sienta con el ánimo en el piso, pisoteado como la tierra, ahí aprovechará la serpiente para comerse al hombre-tierra. Pero cuando éste, a pesar de todo, se anime y levante cabeza, vencerá a la serpiente. Es decir, el modo de trabajar del yétzer hará, el instinto del mal, es rebajándonos, dándonos a entender que de nada servirá lo que hagamos, que nuestra falla, nuestro pecado o nuestra adicción son tan grandes que, aun cuando trabajemos, no lograremos superar el desánimo. Es como si nos dijera: “Ya que están en el hoyo, ¡sigan ahí!”. 

Este mensaje Hashem lo repitió a Caín, al hijo de Adam y Javá. Después de asesinar a su hermano Hébel, le dijo: “¡Por qué estás triste y cabizbajo?”. La pregunta no se entiende. Si acaba de matar a su hermano, obviamente que estará triste y decaído. Pero Hashem sabe lo que dice y reclama: “No importa que tan bajo caíste en tu vida. Lo más importante ahora es poner un límite para que no se convierta en una caída libre. 

Mejor reflexiona, arrepiéntete, arregla el error, pide perdón, lugar de dejarte caer en la depresión, porque esto será peor, pues te llevará a darte por vencido y a cometer más y pecados”, como lo dice el versículo siguiente: “Si te animas, mejorarás; y si no, a la vuelta, en la puerta, te espera el siguiente pecado” (Bereshit 4:7). Con esto Hashem nos enseñó: “Incluso si acabas de cometer un asesinato, más te vale animarte para no caer en tristeza depresiva y lo que ésta acarrea. Tanto más ante cual pecado, error o falla que puedas cometer en tu vida: no debes permitir que tu ánimo caiga hasta los talones”. Como dijo el Rey Salomón: “Siete veces caerá el justo y se levantará” (Mishlé 24:16); es decir, la grandeza del sabio consiste en que a pesar de las caídas logre levantarse de nuevo. 

Reparando la Tierra 

Como ya vimos en los elementos anteriores, para poder combatir su efecto negativo debemos irnos al extremo contrario. En el caso de la flojera, es la agilidad. La ganancia de la persona ágil es que vive más que los demás. Lo explicaré: la hora tiene 60 minutos; no más. El día tiene sólo 24 horas, y cada semana está compuesta de siete días. Es decir, no puedes agregar más minutos a la hora o días de la semana. Pero sí puedes convertir los 60 min en 80 o 100, dependiendo de cómo los aproveches y que tan ágil, rápido y bien hagas las cosas. 

Un ejemplo simple: el día del flojo comienza levantándose tarde, se arrastra con los ojos entreabiertos y se viste con lentitud; su desayuno es lento y pesado; se le pasa la mañana y entra la tarde fantaseando y ensimismado; quizá trabaje un poco y despacio; espera a que llegue la noche para sentarse frente a su computadora o televisión para pasar el tiempo y aguardar que llegue la hora de dormir con los ojos cerrados, después de haber vivido un día adormilado con los ojos abiertos. Sin embargo, el ágil, para quien también pasaron las 24 horas, se levantó temprano con agilidad, se arregló sonriente y caminando alegremente se fue a rezar; desayuno empezó un día fructífero, lleno de reuniones, trabajo, deporte, comunicación, estudio, amigos, familia, compromisos, etc., etc, y tuvo tiempo para todo eso y más. 

Para los dos transcurrió un día, pero el ágil vivió dos en uno. Esto nos enseña que, después de 120 años, sobre la lápida se indicará la cantidad de años vividos, pero no la calidad de ese tiempo. Los años de vida que Hashem nos destinó vivir es casi imposible aumentarlos, como lo sabemos con el Rey David, quien a pesar de todo lo que hizo para vivir sólo tres horas más, no le fue posible. Y las de Hashem fueron: “Llegó la hora de terminar tu ciclo para que empiece el de tu hijo Salomón”. Sin embargo, la Toráh si bendice con vida larga, pero el lenguaje en el versículo, traducido correctamente, es: “Que se te alarguen tus días”, “Para que se alargue tu vida”. 

No habla necesariamente de días o años, sino de que los mismos sean largos y bien aprovechados. El ágil valora el tiempo y entiende que un tercio de su vida lo usa en dormir, y esto, aunque sea muy agradable, no le da ganancia. Quitemos los años de la niñez, hasta que maduramos y empezamos a entender la vida. Sumemos los años de la vejez, cuando ya cualquier tarea representa una dificultad ¿Qué nos quedó de vida? Y para conectar esto con los elementos que hemos mencionado, es interesante notar que comenzamos nuestra vida con el elemento tierra, ya que como bebés estamos normalmente dormidos, estáticos y llorando. 

Al crecer un poco, inicia su función el elemento viento que de niños nos hace correr de un lado a otro, montar bicicleta, saltar; hasta parece que somos incansables como el viento. Crecemos un poco más y llega el turno del elemento agua, cuando corremos a satisfacer nuestros deseos a través de placeres y goces. A la hora de casarnos, nos invade el elemento fuego, llegándonos de orgullo y, por supuesto, de enojo, ya que empiezan las pesadas tareas de manutención, diligencias familiares, compromisos de los hijos, etcétera. 

Finalizamos de nuevo nuestro ciclo con el elemento tierra, donde la vejez representa la tranquilidad, la estabilidad, la seriedad, incluso un poco de tristeza y quejas. Ahora entendemos, en otra dimensión, el versículo que dice: “De la tierra vienes y a la tierra volverás”, que hace alusión a la niñez y a la vejez, ambos periodos dominados por el elemento tierra. Así, lo que nos queda por vivir de una manera fructífera, ágil y bien aprovechada, son los años que están en medio, ya que si vienes de la tierra y viviste dominado por el elemento tierra (flojo, triste, etc.) y acabaste como tierra, ¿para qué viniste a la Tierra? 

El ágil valora el tiempo. 

Y como dicen: 
• Si quieres conocer el valor de un mes, pregunta a una mamá cuyo bebé nació a los seis meses. 
• Si quieres saber el valor de una semana, pregunta a un periodista de una revista semanal. 
• Si quieres saber el valor de un día, pregunta a dos enamorados que no se verán durante dos días. 
• Si deseas conocer el valor de una hora, pregunta a un empleado o comerciante exitoso. 
• Si quieres conocer el valor de un minuto, pregunta a quien perdió el tren. 
• Si quieres conocer el valor de un segundo, pregunta al que se salvó de un accidente. 
• Si quieres conocer el valor de una décima de segundo, pregúntale a un corredor olímpico que, por ese mínimo lapso, obtuvo la medalla de oro. 

La agilidad demuestra el interés, la comprensión y el valor que se da a las cosas. El flojo normalmente es así porque es apático o desinteresado con todo, pero si metiera un poco de interés y valor a las cosas, lograría romper con este esquema y la prueba es que, al igual que el dormilón, que siempre se levanta tarde, el día que le toca salir de vacaciones, ir a la playa, viajar a Europa, se convierte de pronto en un madrugador e incluso lo escucharemos cantar antes que el gallo. Por ello la reparación de la flojera es justamente descubrir los tesoros escondidos detrás de cada cosa, como lo manifiesta la tierra. Si crees que tu campo es un terreno simple no te esforzarás en trabajarlo. 

Pero si descubres que en su interior hay una mina de diamantes, excavarás con agilidad y sin descanso. Como vimos en los elementos anteriores, se necesita de los elementos opuestos para equilibrarse. Normalmente el elemento tierra es el que equilibra a los tres primeros: el fuego del orgullo se balancea con el contrapeso de la tierra humilde; la volatilidad del viento se controla con la estabilidad de la tierra, y las barreras y fronteras que ésta representan ayudan a controlar la marea de adicciones provenientes del elemento agua. Así sucede en la realidad: con la tierra se apaga la fogata, con construcciones de tierra y piedras limitamos las tormentas del viento, y con diques hechos de arena limitamos y controlamos la corriente del agua. 

Esta vez las características negativas del elemento tierra necesitan de los otros tres elementos para equilibrarse. Es por ello que el flojo debe incrementar la llama del fuego que está en él, aspirar a lo alto, motivarse, soñar en grande. Y posteriormente, agregar a la receta un toque del elemento aire que le dará la agilidad para correr a realizar esas metas, agregando el toque importante del elemento agua que le ayuda a gozar de lo que hace, llenándolo de sonrisas y vida. Y por supuesto, conservando la estabilidad del elemento tierra, con las fronteras y las barreras que éste representa, podrá el flojo convertirse en una persona más equilibrada. 

No en vano el gran legislador de las leyes judías, el Tur, decidió iniciar su obra con las siguientes palabras: “Sé atrevido como el tigre, rápido como la gacela; vuela ágil como el águila y sé fuerte como el león” para servir a Hashem. Y solo después empezó con las listas de leyes y obligaciones que tiene la persona para con Hashem y para con ella misma como diciéndonos: “Sólo si eres ágil cumplirás todo esto bien en cantidad y calidad, ya que no esperarás que las mitzvot, los preceptos, te lleguen, sino que correrás hacia ellos. 

Obviamente esto lo lograrás únicamente cuando des a cada precepto el valor tan grande que en realidad tiene, sabiendo que proviene de la fuente divina, y comprobaras que cada halajá es una alhaja, con la cual adornarás tu Mundo Venidero”. Este patrón te servirá para cualquier objetivo en la vida, donde entender la importancia del objetivo y tener la ambición para alcanzarlo te hará más ágil. Sueña con una causa lujosa; aspira a cambiar tu coche viejo; mentaliza que debes proporcionar el día de mañana a tu esposa e hijos una buena vida económica. 

Estas metas no son malas; son necesarias para que madrugues, trabajes, te muevas y corras a tener calidad de vida. Con esta forma de pensar terminarás viviendo bien en este mundo y en el Venidero, y no siguiendo el camino del grillo, de no hacer nada en el verano y sufrir en el invierno. 

¡Se alegre! 

La tristeza es una ramificación negativa del elemento tierra; es muy negativa y hasta puede llegar a ser peligrosa al provocarnos ser personas encerradas y amargadas hasta caer en la depresión, e incluso en su mayor extremo puede llevarnos a decidir quitarnos la vida. Por eso esta ramificación requiere de mayor atención, dada su importancia y gravedad. La alegría es un regalo en la vida. ¡Dichoso el que la posee por naturaleza! Ve la vida diferente y su rostro está adornado constantemente con el más bello maquillaje: la sonrisa. 

Por desgracia, la cara común de la gente en la calle es seria y larga. Y la verdad, ¡no se vale! Remontémonos al siglo XV y observemos a una familia común y corriente: el esposo trabaja en el campo sujetando el arado, lleno de sudor bajo el calor del día, deseando que alguna nube llegue y le riegue el campo. La esposa lava a mano la ropa en el río y se apura para ordeñar la vaca, recoger uno o dos huevos que puso la gallina y, con una verdurita del campo, preparar la comida para su esposo. 

Ni hablar de viajes en burro durante días enteros para ir a visitar a un familiar. Y así con otros ejemplos cotidianos. Acerquémonos a esta pareja y digámosle un secreto: “Llegará el día en que un tractor arará tu tierra mientras estás sentado en un cómodo asiento de cuero. Con un sistema de irrigación proporcionarás agua a tu tierra hasta en los días más calurosos del año. Y tú, señora, manejarás todo con un dedo que apretará botones; y todo tu hogar estará lleno de sirvientas, todas llamadas ‘Dora’: lavadora, licuadora, secadora, freidora, etcétera.”. Ni hablar de ilusionarlos con los celulares, los aviones, las computadoras con internet y mucho más. Seguro nos dirían: “Si eso sucediera algún día, debería llamarse la era mesiánica. Y seguro la gente que viva en esa época dorada tendrá una sonrisa constante y estará alegre, ya que tendrá todo”. 

Y aquí estamos nosotros, viviendo esa época. Sin embargo, me atrevo a dudar de quiénes estaban más alegres, ellos o nosotros. Tenemos todo y no apreciamos nada, pues en lugar de alegrarnos con lo mucho que tenernos, nos amargamos por lo poco que nos hace falta. No importa lo que el mundo, la vida o la tecnología nos den, siempre nos sentimos inconformes porque vemos el punto negativo de la vida y nos ocupamos en ver qué más “necesitamos”, en lugar de apreciar lo que ya tenemos. 

La regla del vaso medio lleno o medio vacío es la siguiente: en nosotros mismos vemos la mitad vacía, lo que nos falta, y en el prójimo vemos la mitad del vaso lleno que él tiene. Vivimos con la sensación de que el jardín del vecino es más verde. Pero olvidamos que si ese jardín es más verde es porque tiene debajo mucho abono (imagino que saben de qué está hecho: excremento y basura). Así es la vida de muchos que envidiamos por tener muchos “verdes”. Olvidamos que debajo de esos “verdes” hay problemas, carencias y tristezas que no quisiéramos tener. Dejemos de amargarnos la vida. Veamos el mundo en su lado positivo. Usemos frases motivadoras: “La vida es bella”, “Gracias a Hashem todo está bien”, “Hashem sabe bien todo lo que hace”, “No hay mal que por bien no venga”. 

Relatan que hubo una vez un hombre qué trabajaba muy duro como aguatero. Temprano por la mañana iba al río y llenaba sus dos cubetas con agua, para después subir por un campo árido hasta la ciudad, donde la vendía y con dinero mantenía a su familia. 
La cubeta que llevaba en su mano izquierda ya estaba vieja y desgastada, e incluso tenía una pequeña grieta que causaba que de camino a la ciudad el agua goteara por esa fisura. 

Un día la cubeta dijo al aguatero: la verdad, creo que ya tienes que tirarme. Ya no sirvo. La cubeta de la derecha es fuerte, está nueva y sellada. Pero yo, en cambio, mira cuánta agua tiro camino a la ciudad. Mejor deséchame. Ya cumplí mi ciclo”. El aguatero volteó a decirle: “Cubeta, cubeta… En la vida las cosas nunca son perfectas y siempre hay que ver el lado positivo. Sí, es verdad que pierdo algunas gotas de agua mientras camino. Pero observa: con esas gotitas, el lado izquierdo de mi camino se ha llenado de flores que tú riegas sin querer cada día. 

Además de darme un agradable paisaje mientras cargo el agua, y un delicioso aroma que me anima, me llevo cada día dos flores para mi querida esposa. Y la sonrisa que ella me regala vale mucho más que las gotas de agua que se pierden”. 

El rabino Yejiel Yaacobson, uno de los grandes educadores de Israel, relata que en cierta ocasión hizo un pequeño experimento, con el objetivo de ofrecer a sus alumnos una gran lección para la vida. En un colegio dijo a los estudiantes: “Por portarse mal, mañana caminarán tres kilómetros en el campo que está fuera de la ciudad”. Y a otro grupo en otra escuela dijo: “Por portarse bien, mañana saldremos a pasear y caminaremos como tres kilómetros fuera de la ciudad”. 

Al día siguiente, en la misma senda, caminaban los dos grupos. Los que estaban molestos y se quejaban de que no merecían ese castigo, decían: “Es un severo castigo esta aburrida caminata bajo el sol”. Los del otro grupo caminaban alegres y sonrientes por el premio que se les había dado. Gozaban del aroma de las flores, el canto de las aves y de los rayos calurosos del sol. 

La moraleja es muy obvia: muchas veces nos toca vivir el mismo camino; algunos lo disfrutan y otros echan chispas. Un ejemplo típico podría ser un vuelo trasatlántico donde algunos se la pasan quejándose por el incómodo, el reloj que parece no avanzar, el vaso de agua que se derramó por una pequeña turbulencia, etc., y otros se la pasan maravillados ante lo afortunados que son de llegar de un extremo al otro del mundo en unas cuantas horas, cuando hasta hace relativamente poco las travesías eran de meses y estaban llenas de peligros, y no había pequeñas turbulencias sino grandes tempestades que provocaban mareos y vomito; y los asientos no eran de cuero ni cómodos, sino bancas de madera o metal que llenaban el cuerpo de ampollas. 

De nuevo, dos personas en el mismo vuelo, una con cara larga y la otra con una sonrisa. Así es la vida. En la misma senda, unos deciden sufrir y otros pasarla bien. En el libro Beayn Yehudit leí cómo el pensamiento ayuda a hacer agradable cualquier labor. Trae el ejemplo de dos cocineras que trabajaban en el ejército de la nación. Una pensaba sólo en el sueldo y que llegara el fin de mes para cobrar, y la otra pensaba constantemente en dar comida, fuerza y animo a los soldados que defienden al país. Las dos están pelando papas, pero una con cara seria, y la otra, alegre. Decidamos actuar con inteligencia: de cualquier manera tenemos que vivir el día como se presente; entonces, ¡pasémosla bien! 

Cuando mi hijo después de unas vacaciones pronunció una frase que quizá cada uno de nosotros expresó alguna vez de niño: “Qué flojera regresar al colegio”, yo le dije “Hijo, no tienes opción de ir o no ir. Debes ir. La única opción que tienes es decidir si lo disfrutas o te amargas. Mi consejo es: si igual vas a ir, gózalo. Disfruta de tus amigos, aprecia la información y la formación que te dan. Además de esto hará que el tiempo se te pase rápido, al final también habrás gozado y habrás obtenido buenas calificaciones herramientas para la vida”. Dice el Gaón de Vilna: “Cualquier problema que sobrevenga a la persona, sólo con alegría podrá combatirlo”. 

Profundizando en este dicho de una de las personas más sabias que ha conocido la humanidad en general, y el pueblo judío en particular, vemos cuán cierto es, ya que la persona triste camina con los ojos apagados, la boca cerrada, sin hablar mucho; a través de la nariz realiza respiraciones cortas y camina encogida en sí misma. Este cierre físico provoca que también la mente se cierre, se encoja, se opaque y se bloquee. 

E incluso si a esta persona se le presentan oportunidades de pareja, de negocios, etc., no las podrá ver ni analizar; no se abrirá al cambio. Sin embargo, el alegre va por la vida con los ojos abiertos y llenos de luz, la boca abierta y llena de risas; su respiración es profunda y llena así de oxígeno a su cerebro, lo abre, amplía su visión y agiliza las conexiones neuronales, proveyéndole ideas, sabiduría y alegría. 

Además, en la actualidad sabemos que hasta enfermedades graves pueden tratarse, y hacer más efectivos los tratamientos, cuando la persona está animada y alegre. Por ello se dan sesiones de risoterapia, ya que está comprobado que la tristeza, el desánimo y la falta de esperanza por la vida agravan la enfermedad y adelantan la muerte. Pero la alegría, la risa y la sonrisa aumentan las defensas y dan a cada pastilla o tratamiento una sobredosis de eficacia. También en el ámbito del trabajo y la manutención, la alegría provoca que uno trabaje mejor, y sabemos que un vendedor sonriente vende mejor. 

Este concepto se encuentra una famosa historia. Relatan que había una vez un pobre cuya situación económica era tan mala que iba a trabajar con mente cerrada, cara larga y corazón amargado. Por trabajar así trabajaba mal; por trabajar mal, le pagaban menos; por pagarle menos, se sentía más triste; por estar más triste, trabajaba peor; por trabajar peor, le pagaban menos, y así sucesivamente. Se hundió en un círculo vicioso e iba de mal en peor. Un día se encontró con él un hombre que al verlo le dijo: “Quiero ayudarte a salir de tu pobreza. Te regalo este lingote oro. Sólo te pido que cumplas una condición: guárdalo y no lo uses, excepto en caso de extrema urgencia”. 

El hombre llegó a su casa con una sonrisa; excavó y guardó bien profundo en la tierra su lingote de oro. Después salió a trabajar con gran alegría y emoción. Trabajó así y trabajó bien; trabajó bien, le pagaron más; le pagaron más, se alegró más y trabajó mejor. Así, mejoró en un círculo progresivo y logró salir de la pobreza llegando a ser millonario, con muchos lingotes de oro en el banco. Un día, decidió desenterrar el lingote aquel y regalárselo a un pobre necesitado para repetir la buena acción que hicieron con él. Por primera vez después de muchos años, volvieron sus manos a tocar el lingote. 

Pero esta vez él ya era experto y conocedor del oro y al observar bien el lingote, se dio cuenta de que era un pedazo de metal pintado de color oro. Impactado el engaño se cuestionó: “Si nunca tuve en verdad un lingote de oro, ¿cómo es que salí de mi pobreza?”. Y la respuesta se hallaba en la parte inferior del lingote, donde estaba escrita una frase: “¿Quién es rico? Quien está alegre”. 

Controlar la Humildad 

Como vimos en cada elemento, también la ramificación positiva debe ser controlada y administrada, como la Torah en el elemento fuego, el rezo en el elemento aire y la bondad en el elemento agua. De la misma manera en el caso del elemento tierra, la ramificación positiva de la humildad que éste posee debe ser limitada. Aunque en muchos escritos, desde el Pirké Abot hasta Maimónides, aclaran que en el caso de la humildad la persona puede hacer más de lo normal y tratar de ser muy humilde, hay que tener cuidado con el exceso y no caer en el desprecio por parte de los demás, la baja autoestima y la humildad negativa. 

Pese a que ya tocamos un poco de esto en el capítulo del elemento fuego, ampliaremos este punto para establecer los límites de la humildad. En la Toráh se relata que Hashem fue con Moshé para ofrecerle el liderazgo y ser el salvador que sacaría al pueblo de Egipto. En ese encuentro en la zarza, Moshé se niega y se considera no apto ni digno para hacerlo, y ofrece como una alternativa a su hermano Aharón para que él sea el salvador. Esta discusión tarda siete días, hasta que Hashem se molesta con Moshé y le quita el sacerdocio, diciéndole: “Pensé en darte a ti y a tu descendencia el honor de ser los sumos sacerdotes. 

Pero debido a tu exceso de humildad, te lo quito y se lo doy a tu hermano Aharón”. Él versículo (Shemot 4:14) se expresa con dureza y dice: “Y se enojó contra Moshé”. Cabe preguntar: ¿por qué enojarse y castigar, si al fin y al cabo se trata de una cualidad tan deseada como la humildad? La respuesta es que a Hashem le gusta la humildad, pero no cuando ésta impide a la persona crecer, triunfar, asumir grandes tareas, y que en lugar de convertirse en un gran líder continúe como un simple pastor. 

Este concepto lo encontramos también en el profeta Irmeyahu (1:7) cuando Hashem le dice: “Te he elegido y santificado para ser un profeta”, y él le contesta: “Hashem, no sé hablar. Soy un simple muchacho”. Y también aquí Hashem se molesta y lo reprende diciéndole: “No digas que eres un muchacho”. 

Hay que notar que Hashem no le reclama: “No pienses”, sino ‘No digas”, lo que hace una diferencia muy grande, ya que cuando la persona saca por su boca frases, éstas terminan por convencerla de que así es. Por eso quien dice: “No valgo”, “No puedo”, “No lo lograré”, “No es para mí”, etc., está causando que estas palabras lo bloqueen y sin importar que dones posea, son neutralizados con estas sentencias. 

Nuestros escritos están llenos de ejemplos de los efectos devastadores de la baja autovaloración y la pérdida de grandes oportunidades que podemos llegar a sufrir, y uno de los más destacados es la frase: “La humildad de nuestro Rabí Zejariá ben Abkulés destruyó nuestro Segundo Templo”. Se relata que por no valorarse, por no tomar decisiones enérgicas y no sentirse capaz de modificar ni un instante una ley, con tal de no congraciarse con el imperio romano y al aceptar el sacrificio defectuoso que mandaron, Rabí Zejariá provocó el enojo del César y posteriormente la destrucción del Templo. 

También el Rey Shaúl perdió su reinado porque reconoció que, aun cuando Hashem le había ordenado que no tomaran ningún botín en la guerra contra Amalek, el pueblo no obedeció debido a su extrema humildad, no impuso su autoridad y cedió. De nuevo vemos cómo todo en la vida necesita un límite incluso la valiosa cualidad de la humildad. 

La Toráh, cuando habló de Moshé, escribió anav (“humilde”) sin la letra yud, no por error ortográfico, sino para insinuarnos que hay una humildad negativa, ya que sin la letra yud las letras restantes conforman la palabra avón (“pecado”), para enseñarnos que hay una humildad prohibida. 

El Equilibrio 

Como ya sabemos, lo ideal no está en los extremos. No debe ser uno flojo ni hiperactivo, ni triste ni burlón, sino tratar de encontrar el equilibrio en todas las cualidades y usarlas en las áreas correctas. La flojera puede tener ventajas y la agilidad desventajas. Hay que ser flojo para hacer el mal y tener cuidado de no ser ágil para la maldad. Este concepto lo vemos aplicado en el ritual de los sacrificios, donde se seguía un proceso especial con la sangre y el sebo, y el motivo por el cual se escogieron estos dos elementos es que la sangre simboliza la agilidad, pues corre por todo el cuerpo. Y el sebo representaba la pasividad, la pesadez y la flojera. 

En este ritual se pedía perdón a Hashem por haber sido ágiles para el mal y flojos para el bien, y haber usado incorrectamente la sangre y la grasa, prometiendo que a partir de ese día utilizaríamos las dos fuerzas con equilibrio, dominio y canalización hacia las áreas correctas. Además, el equilibrio del ser humano consiste en combinar el cielo y la tierra, entre el elemento fuego-cielo-ambiciones-espiritualidad y el elemento tierra-materialismo-acción-cuerpo. 

Prácticamente el hombre es como un globo aerostático, en el que los sacos de arena y tierra lo mantienen abajo, en el suelo. Pero necesita del elemento fuego para generar aire caliente, llenar su globo y elevarse; no demasiado, porque el globo no aguantaría; y no poco, porque no despegaría. La sabiduría consiste en equilibrar entre el peso de la arena de los lastres y el tamaño del globo con su respectivo aire caliente. También en el área de la tristeza y la alegría, el equilibrio es la clave. 

No puedes estar triste y llorando todo el día, ni tampoco riéndote ni burlándote de la gente y de la vida. Agrega el toque de una persona alegre seria a la vez, con una leve sonrisa en el rostro, que sabe reír cuando es necesario y sabe derramar una lagrima, pero en ambos sabe poner un límite y control. En el calendario judío tenemos días tristes y días alegres, y justamente el año comienza con días de seriedad, de preocupación por el juicio en Rosh Hashaná. 

El momento culminante es en Yom Kipur, donde nos plegamos hacia nosotros mismos, reflexionamos, derramamos lágrimas por los pecados que pudimos haber cometido y, después de unos días, nos vamos al otro extremo: empiezan los días de la festividad de Sucot, con sus bailes de Simjat Bet Hashoebá. Y por supuesto, la gran fiesta y la alegría de Simjat Torá. Ambos extremos no son uns forma de vida. No podemos llorar todos los días por nuestros pecados y andar encogidos envueltos en el talít día y noche, ni tampoco salir a bailar y a chocar vasos diciendo Lejáim en todo momento. Estos son dos polos al principio del año para marcar los limites. Y ahora te toca vivir el equilibrio entre los dos. 

De una manera más profunda, en la Kabalá se habla de dos fuerzas negativas denominadas Lilith y Majalat, que atacan a la persona justamente en los extremos. Lilith viene de la palabra yelalá, que significa: “llanto, clamor, tristeza”. Esta se encarga de seducir a toda la gente que ha caído en esto, ofreciéndoles pecados y diversiones prohibidas para “animarse”. Majalat proviene de la palabra majol, “baile”, “alegría”. Esta se encarga de tomar a la gente que se fue a este extremo y en la euforia de una fiesta llena de alcohol, bailes, risa, etc., la seduce a cometer pecados en ese estado como diciendo: “Ya que gozas, goza hasta el final”. 

Hablamos antes del invierno que nos encoge y nos encierra en nuestros abrigos de vida. Nos tapa el maravilloso cielo con nubes grises y oscuras. Hace caer las bellas hojas de los árboles que nos adornan el paisaje. Y sus tormentas, lluvia y nieve nos encierran en la casa y en nosotros mismos. Sin embargo, en el otro extremo, están los días calurosos del verano, que nos desvisten y nos hacen correr en las playas, tomar el sol y reírnos de la vida, tomando en cuenta todos los riesgos espirituales y morales que esto acarrea. 

Podemos decir que el invierno es el símbolo de Lilith y el verano el de Majalat, y ambas deben estar bajo nuestro control. Cada extremo es necesario, pero no hay nada mejor que vivir una primavera equilibrada. 

Epilogo Elemental 

Cuando Hashem creo el mundo puso en él diferentes criaturas; sin embargo, la corona de la Creación es el ser humano. Es un malabarista que debe saber jugar con los cuatros elementos y tener cuidado de que ninguno de éstos lo controle, a diferencia de los ángeles, que están hechos, como dijeran nuestros Sabios, de fuego y aire, basados en el versículo de Tehilim (104:4): “Hace a sus ángeles de aire y a sus emisarios celestiales de fuego”, y no tienen ninguna necesidad ni obligación de combinarlos ni de adquirir los elementos opuestos, como la tierra y el agua. 

Por otro lado, la fauna está hecha especialmente de los elementos bajos, la tierra y el agua, y no tiene ninguna obligación de complementarse con los elementos altos, como la energía espiritual del fuego, ni con el don de la palabra ni con las ideas provenientes del elemento aire. Sin embargo el ser humano une a todos éstos y tiene que saber combinarlos correctamente. Esto se refleja en la letra más importante del abecedario hebreo, la vav, que equivale en español a la letra “y”, de conjunción, la letra que vincula y une las cosas. 

Hashem creo el Cielo y la tierra e hizo al ser humano para que los una. Por eso la forma física del ser humano se parece a la letra vav. Al lograrlo, la persona se convierte en la triunfadora de la Creación, ya que dominó su instinto animal y alcanzo niveles angelicales a pesar de su materia. Por ello, en los Diez Días de Arrepentimiento (entre Rosh Hashaná y Yom Kipur) decimos: “Hashem, ten presente que estamos hechos de tierra, como diciendo: “Mira, Hashem, a qué nivel hemos Llegado a pesar de los elementos pesados como la flojera de la tierra y las ambiciones y las adicciones del agua. 

Con todo eso logramos volar con el viento y llenarnos con la energía del fuego”. Y por otra parte, recalcamos que a pesar de las fantasías del fuego y la volatilidad del viento, nos dominamos y construimos nuestro castillo de arena, sólido y permanente. Por esta razón los cuatro elementos están representados el cuerpo humano de la siguiente forma: el corazón es caliente como el fuego, los pulmones están llenos de aire, la sangre fluye como un río de agua, los huesos son “rocosos” y la piel arenosa como la tierra. 

Pero por encima de todo se halla el rey-cerebro, insinuándonos así cómo debemos controlar y reinar sobre nuestros cuatro elementos. Por eso, en la sagrada Toráh se nos relatan los acontecimientos previos a la entrega de la Toráh en el Monte Sinaí, cuando parte de la humanidad recibió cuatro castigos, justamente basados en los cuatro elementos: el diluvio fue aplicado por medio del elemento agua; la torre de Babel, cuando fue dispersada la humanidad por todos los continentes y se les cambió el idioma, fue por medio del elemento aire; Sodoma y Gomorra, que fueron arrasadas con fuego el territorio de Egipto, que hace alusión al elemento tierra, sufrió las diez devastadoras plagas. Sólo después llegó el acontecimiento de la entrega de la Toráh para insinuarnos una vez más el siguiente mensaje “Sólo cuando entiendas el efecto devastador que tiene el exceso de los elementos y te cuides de ellos y los controles serás apto, digno y propicio para recibir la Toráh y convertirte en un ser terrenal y espiritual a la vez”. 

 La persona fue comparada con un árbol, que para crecer, sabe combinar los diferentes elementos: echa raíces a fin de aferrarse a la tierra firme y extraer de ella el valioso elemento agua. En su parte superior, el árbol hace crecer ramas para captar la energía del fuego solar y abrir sus hojas para respirar el aire. Pero la parte fundamental en el árbol, al igual que en el hombre, es el tronco, con forma de la letra vav, que une las raíces con las ramas y cada uno de ellos con sus respectivos elementos para justamente producir sus frutos de vida dulces y jugosos. 

 Extraído del Libro -El Control de la Vida- Rab Anidjar.

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