martes, 27 de febrero de 2018

Keter



Kéter-Corona es la “profundidad de bien”, ya que es la sefirá más cercana al Creador. Por esta misma razón, Maljut, la última sefirá, es descrita como la “profundidad de mal”. Esto no significa que, en sí misma, Maljut sea realmente mala, ya que todas las sefirot son totalmente buenas en un sentido absoluto. 

Lo que quiere decir es que como Maljut apunta en una dirección que se aleja de Hashem, se dice de ella que representa una dirección de mal. Además, Maljut se corresponde con la última letra he del Tetragrama y representa “la mano que recibe”. 
Esto implica que Maljut es un recipiente de un bien. Así pues, es “mala” solamente en el sentido de que representa la ausencia de un bien. Puesto que Kéter-Corona se halla en un nivel más allá de nuestra comprensión, el máximo nivel que puede ser captado es Jojmá-Sabiduría. 

Por esta razón, Kéter es también definido como “eternidad”, es decir, el tiempo infinito que la mente humana no puede penetrar ni sondear. En cambio, Jojmá-Sabiduría y Biná-Inteligencia representan el comienzo y el final del tiempo, la profundidad del pasado y la profundidad del futuro. Al igual que la letra yod del Tetragrama, Jojmá-Sabiduría representa el potencial indiferenciado de la existencia que el Creador desea otorgar. 

Por su parte, Biná- Inteligencia, que se corresponde con la primera letra he del Tetragrama, representa la “Mano” que define la existencia o, en este contexto, el futuro que contiene lo que el pasado le ha dado. Finalmente, en la interfaz situada entre el pasado y el futuro, se encuentra el sistema continuo tridimensional del espacio, la cual consta de seis dimensiones y está representada por la letra vav . Junto con la cuarta dimensión temporal y la quinta dimensión espiritual, constituyen un universo de cinco dimensiones representado por las cuatro letras del Tetragrama -y, YHVH]. 

Sólo después de describir este sistema continuo de cinco dimensiones definido por las sefirot, es que el Séfer Yetzirá se refiere al Creador como el “Maestro Singular”. El término hebreo para “singular” utilizado aquí es Yajid, que denota unidad y unicidad completas y absolutas. La unidad y unicidad del Creador es absoluta. Él no es como una persona que está compuesta por elementos diversos. Él no es, ni siquiera, como el más simple objeto físico, ya que incluso ese objeto está compuesto de tres dimensiones. 

 Decir que el Creador está delimitado por dimensiones equivaldría a introducir un elemento de pluralidad en su esencia, lo cual contradice Su unidad. Habiendo definido el Séfer Yetzirá el sistema existencial de cinco dimensiones, uno podría sentirse tentado a pensar que el Creador mismo es un Ser de cinco dimensiones. Para excluir esto, el texto enfatiza Su unidad y unicidad. 

Esto indica que el concepto de “dimensionalidad” no es aplicable en absoluto al Creador. Aunque Él puede relacionarse con el universo como un “Rey Fiel”, Él mismo permanece más allá de nuestra comprensión. En este sentido, la expresión “eternidad de eternidades” apunta a una realidad que se halla incluso más allá de la atemporalidad.


Alef



La alef está formada por dos iud, una en la parte superior derecha, y la otra en la inferior izquierda, unidas por una vav en diagonal. 

Esto representa las aguas superiores e inferiores con el firmamento entre ellos, como fue enseñado por el Arí z"l ("rabi Itzjak Luria, de bendita memoria", quien recibió y reveló nuevos conocimientos de la antigua sabiduría cabalística). 

El agua, es mencionada por primera vez en la Torá, en el relato del primer día de la Creación: "Y el espíritu de Hashem merodea por sobre la superficie de las aguas". En ese momento, las aguas superiores e inferiores eran indistinguibles; su estado es llamado como "agua en el agua". En el segundo día de la Creación, Hashem separó las dos aguas "extendiendo" el firmamento entre ellas. En el servicio del alma, como enseña el jasidismo, el agua superior es agua de alegría, la experiencia de estar cercano a Hashem, mientras que el agua inferior es agua de amargura, la experiencia de estar lejano de Hashem. En la filosofía judía, las dos propiedades intrínsecas del agua son "húmedo" y "frío". 

El agua superior es "húmeda", asociado con el sentimiento de unidad con la "exaltación de Hashem"; mientras que el agua inferior es "fría", con el sentimiento de separación, la frustración de experimentar la inherente "soledad del hombre". 
El servicio Divino, como enseña el jasidismo, enfatiza que de hecho, la conciencia primaria de ambas aguas es el sentido de Divinidad, cada una según su perspectiva: según las aguas superiores, cuanto mayor es la "exaltación de Hashem", más grande es la unidad de todo en Su Ser Absoluto; según la perspectiva de la segunda, a mayor "exaltación de Hashem", mayor es el abismo existencial que separa la realidad de Hashem y la del individuo, y de aquí la inherente "soledad del hombre". 

El Talmud nos cuenta acerca de 4 sabios que entraron al "pardés", el místico huerto de elevación espiritual, sólo alcanzado a través de intensa meditación y contemplación cabalística. El más grande de ellos, rabi Akiva, les dijo a los otros antes de entrar: "Cuando vuelvan del lugar de la piedra de mármol pura, no pidan 'agua, agua', porque está dicho: 'Aquel que habla falcedades, no se parará ante mis ojos'". El Arí z"l explica que el sitio de la "piedra de marmol pura", es donde se unen las aguas superiores e inferiores. 

Aquí no se puede suplicar 'agua, agua', ya que es como si dividiera las aguas superiores e inferiores. "El lugar de la piedra de marmol pura" es el sitio de la verdad, el poder Divino de soportar dos opuestos en forma simultánea, y en las palabras de rabi Shalom ben Adret: "la paradoja de las paradojas". Aquí, "la exaltación de Hashem" y Su "proximidad" con el hombre, se une con la "soledad del hombre" y su "distancia" de Hashem. La Torá comienza con la letra bet: "Bereishit (en el principio) Hashem creó los cielos y la tierra". 

Los Diez Mandamientos, la revelación Divina al pueblo judío en el Sinaí, comienza con la letra alef : "Anoji [Yo] soy Hashemtu Hashemque te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud". El Midrash afirma que la "Suprema Realidad" se apartó de la "realidad inferior", porque Hashem decretó que ni la Realidad Superior va a descender, ni la inferior va a ascender. Al entregar la Torá, Hashem anuló Su decreto, 

Él Mismo fue el primero en descender, como está escrito: "Y Hashem bajó sobre el Monte Sinaí". Por otro lado, la realidad inferior ascendió: "Y Moisés se acercó a la nube...". La unión de la "realidad superior", la iud de arriba, con la "realidad Inferior", la iud de abajo, por intermedio de la conección de la vav que es la Torá, es el secreto último de la Torá. 

FORMA 

Una iud arriba y una abajo, con una vav separándolas y uniéndolas simultáneamente. El secreto de la imagen con que fue creado el hombre. Mundos: "No hay ningún otro aparte de Él: "Uno, individual y único"."Hashem es uno": la absoluta unidad de Hashem. •Uno significa "algo a partir de la nada". Divinidad: •La unidad orgánica de todas las almas judías. •"Una nación en la tierra". •Uno significa "algo a partir de algo". 

Almas: •El comienzo de un proceso en la naturaleza y en la secuencia de los eventos del mundo. •El primero de todos los números que se pueden contar. •El Divino "Uno", revelándose a través de la pluralidad de la Creación. 

NÚMERO Uno Mundos: •"Maestro del universo". •Conocimiento Divino de la verdad Divina; ser nada. Divinidad: •"Yo te enseñaré la sabiduría"; la raíz del alma se deriva de la sabiduría de Hashem. •La yunta de bueyes doblegándose a la multiplicidad y retornando a la unidad. 

Almas: •Mil, multiplicidad en la Creación, las "mil montañas pastadas por el buey". •Buey, la grosera realidad física, el alma animal inferior. •El hombre en perfecta unidad con la Voluntad Infinita de Di-s. 

NOMBRE Buey, mil, enseñanza, maestro. Mundos: •Luz Trascendente e Inmanente con la contracción (tzimtzum) y la impresión (reshimu) entre ellas. •"El llanto está enclavado en un lado de mi corazón, en el otro está enclavada la alegría". Divinidad: •Sentirse cercano como así también distante de Di-s, con el compromiso de la Torá y las mitzvot balanceando estas emociones. •El líquido cefalorraquídeo, la membrana, la humedad del cerebro. 

Almas: •El sistema respiratorio, el diafragma, el sistema digestivo. 

Pilar Fundamental: Un propósito



El pilar fundamental del Judaísmo es la convicción de que la vida tiene un propósito. 

Por supuesto, esto también es cierto de las principales religiones del mundo, pero en el caso del judaísmo es el eje central. En caso de que podamos afirmar que el Judaísmo tiene una enseñanza central, sería que la existencia humana posee un propósito. 
El universo entero fue creado por alguna razón, y de algún modo el ser humano participa en eso (Zohar Jadash 70d). Sin embargo, afirmar meramente que el universo existe para un propósito no es suficiente. El Judaísmo va un paso más allá, y asevera que tanto el ser humano como el universo tienen un propósito porque fueron creados por un Ser capaz de tener un propósito. 

A este Ser lo llamamos Hashem. La verdad es que no tenemos la capacidad para comprender qué es Hashem. Y así como no podemos entender lo que Él es, tampoco podemos entender Sus razones. No hay nada que podamos decir acerca de Hashem mismo; sólo podemos afirmar que existe. No obstante, sí podemos hablar de la relación que Él tiene con Su mundo. Por ello, podemos intentar entender el mundo y preguntar por qué existe. 

Podemos reflexionar y averiguar qué es lo que Hashem mismo nos ha enseñado acerca del propósito de la Creación Una de las ideas que podemos afirmar acerca del Creador es que es bueno. Pero no sólo afirmamos que es bueno, sino incluso que Él define lo que el Bien es. Cualquier acto de Hashem contiene el Bien en su estado más puro e infinito. La bondad y el amor de Hashem son dos de las cualidades más básicas que podemos comprender, y ambas actúan en conjunto para llevar a cabo el propósito que Él tiene para el mundo. Es sobre esto que el Salmista canta: “Hashem es bueno para todos, Su amor está sobre todas Sus obras”(Tehilim 145:9). 

Hashem no tenía necesidad alguna de crear al mundo. Él es la perfección absoluta y, por consigiente, no tiene necesidad de nada en absoluto, incluso de la Creación. Por ello, hasta donde podamos comprender, lo único que podemos decir es que Hashem creó el universo con la finalidad de prodigar el bien al ser humano. Hashem mismo define a Su Creación como un acto de bondad. Es por esta razón que, al final de los primeros seis días de la Creación, después de haber creado al ser humano, la Tora dice: “Y Hashem vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno”(Bereshit 1:35). Aquí se nos dice que la creación del universo fue una expresión de Su bondad. Es por ésta razón que Hashem hizo al ser humano último en el orden de la Creación. 

El mundo entero tenía que ser preparado para la aparición del hombre. Es por ello que Hashem dice por medio del profeta: “Yo he hecho la Tierra, y Yo he creado al hombre en ella”(Yeshayahu 45:12). Pues es el ser humano el receptor último de la bondad divina, y de este modo cumple el propósito del Creador en Su mundo. El Talmud cita una parábola acerca de esto: una vez, un rey construyó un palacio suntuoso y lo decoró con elegancia, llenándolo además con los mejores manjares y las bebidas más finas. Cuando estuvo terminado, convocó invitados para que vinieran a disfrutar el palacio diciendo: “Si no hay invitados, ¿qué placer podría tener el rey con todas las cosas buenas que ha preparado?” En el mismo sentido, una vez que todo estuvo preparado, el invitado principal -el ser humano- apareció en el universo (Tikuney Zohar, introducción 6a). 

El regalo perfecto 

No importa qué tan altruista sea un acto humano, siempre hay un beneficio para el que lo realiza, aunque no sea más que un cierto grado de satisfacción personal. Sin embargo, el Creador no necesita nada, y por ello no tuvo necesidad alguna de crear el mundo; no hay ninguna carencia en Él que el mundo pudiera satisfacer. Por ello, es que la Creación constituyó el acto perfecto de altruismo , amor y bondad. Ahora bien, afirmamos que el Creador hizo el mundo con el fin de prodigar el bien al ser humano. Pero, ¿en qué consiste este bien? 

Antes que nada, debemos comprender que cualquier bien que Hashem otorgue tiene que ser el mayor bien que la Creación pueda aceptar. Sobre esto, el Salmista dice: “Qué tan grande es Tu bondad que has guardado para aquellos que te temen”(Tehilim 31:20). 

En el Midrash, los Sabios talmúdicos interpretaron este versículo en el sentido de que Hashem prodiga el bien en la forma más abundante posible (Ester Raba 10:14). Y en otro lugar, explicaron que éste versículo significa que Hashem dice al ser humano: “Tú conforme a tus capacidades, y Yo conforme a las Mías”(Midrash Tehilim 31). Esto quiere decir que el Creador nos proporciona el mayor bien que nosotros seamos capaces de recibir. 

Pero, ¿en qué consiste este bien supremo? ¿Cuál es el mayor bien que el Creador puede prodigar? La respuesta es muy sencilla. El bien supremo es Hashem mismo. El mayor bien que Él puede proporcionar a los demás es Él mismo. No existe un bien más grande que experimentar un cierto grado de unión con el Creador mismo. Es por esto que el Salmista afirma: “No tengo más bien que Tú”(Tehilim 16:2). El bien supremo consiste en apegarse al Creador, y es precisamente este bien el que Él tuvo la intención de otorgar al mundo. Hashem creó un mundo donde Sus creaturas pudieran , en cierta medida, participar en Su esencia y experimentarlo. 

Los Maestros de la Cabalá enseñan que éste es el concepto básico que expresa el Nombre mas sagrado del Creador: el Tetragrama YHVH)(Shaaré Orá 5). El Tetragrama está compuesto por cuatro letras: yud (י), he (ה), vav (ו), he (ה). Éstas cuatro letras poseen un significado muy especial. El Tetragrama está relacionado con los tiempos pasado, presente y futuro del verbo hebreo ser. En hebreo, fue es hayá (היה), es, es hové (הוה) y será es yihyé). Por ello, cuando se lee el Tetragrama se debe tener en mente que el Creador “fue, es y será”,simultaneamente (Oraj Jayim 5:1, Zohar III, 257b, Etz Jayim 1:1; Shaar haYijud vehaEmuna 7,82 a). 

Esto indica que el Creador es trascendente en términos absolutos, y que está más allá de la dimensión del tiempo. El Creador existe en una dimensión donde el tiempo no existe. Pero al mismo tiempo, el Tetragrama también significa que el Creador es mehavé (מהוה), es decir, que Él es “Aquél que hace que todo exista”. Es en éste sentido que el Tetragrama expresa la relación causal que Él tiene con Su Creación. Hashem constituye la fuente de todo aquello que existe, y Su esencia permea toda la Creación (Tikuney Zohar 57(91a). Podemos comprender este concepto tomando como base una antigua enseñanza cabalística, que afirma que las cuatro letras del Nombre Inefable representan el misterio de la Caridad (Baal Shem Tov y Sefer haLikutim del Arizal). 

Según ésta ensenanza , la primera letra yud (י)puede ser comparada con una moneda. La letra yud es pequeña y simple, al igual que una moneda. La segunda letra, he (ה) representa la mano que da la moneda. Cada letra del alfabeto hebreo también representa un número. Ya que le letra he es la quinta letra tiene un valor numérico de 5. El valor numérico de 5 alude a los 5 dedos de la mano. 

La tercera letra, vav (ו) , que tiene forma alargada de un brazo, alude al acto de extender el brazo y dar algo. Además, en hebreo la palabra “vav” significa “gancho” y por ello este término connota la idea de vínculo. 

Y por ultimo, la cuarta letra, he (ה) final, representa la mano del receptor de la caridad, el que recibe la moneda. Esta es la esencia de la caridad en el nivel del mundano. Pero el concepto de “caridad” también puede ser entendido en un nivel divino. [En este sentido, las cuatro letras del Tetragrama aluden a las cuatro dimensiones existenciales (universos) primordiales. La letra yud se corresponde con Atzilut, el universo de la esencia divina. La letra he inicial se corresponde con la dimensión de Beriya, que es la dimensión del Trono (Kise). 

La vav se corresponde con Yetzira, la dimensión de los ángeles. Y la he final se corresponde con Asiya, que es el mundo físico junto con su aspecto espiritual (Zohar III, 92a y otras fuentes como Pardes Romonim).] El mayor bien que el Creador prodiga es la existencia misma. No tenemos ningún derecho inherente a la existencia; no es algo que podamos exigirle. Por consiguiente, cuando Él nos concede la existencia, eso constituye un regalo de amor y el acto de caridad mas perfecto. 

Ahora entendemos que la letra yud representa el regalo mismo de la existencia. No obstante, en el nivel conceptual de la yud, la existencia todavía no es nuestra. Así como la letra yud al final de una palabra representa la posesión personal de algo, al nivel conceptual de la yud, la Existencia misma constituye una propiedad personal del Creador. 

Además, al inicio de una palabra, la letra yud indica el futuro, es decir, algo que todavía está en estado potencial. Es por esta razón que a nivel de la letra yud la existencia todavía está en estado oculto y latente, no asequible. No hay forma de acceder a ella hasta que sea creada una mano que sea capaz de recibirla. La primera letra he del Tetragrama es la mano del Creador que sostiene la existencia que Él nos quiere dar. Al nivel de la yud , la existencia es trascendental , incognoscible e imperceptible. Antes de volverse accesible a nosotros, primero debe pasar por un proceso de concrección. Esto es lo que indica el valor numérico de la he, que alude a los 5 dedos de la mano. 

En el Tetragrama, la primera letra hei representa el recipiente que es creado con el fin de contener y definir el poder abstracto de la Creación. La vav del Tetragrama es la mano del Creador que se extiende con el fin de brindarnos la existencia. Es en el nivel de la vav que el concepto de “dar” llega a su perfección. Esto significa que se debe establecer un equilibrio entre el donador y el receptor. 

Esto lógicamente implica que debe existir una relación entre ambos. Hasta donde podemos expresar ésta idea, tanto como Hashem desee darnos, lo que da debe ser consistente con nuestra capacidad para recibir, así como la manera en que lo hará, sera determinado por sus acciones. Esta relación recíproca también tendrá como resultado que el ser humano podrá ensanchar su capacidad para recibir lo que Hashem le quiere dar. Finalmente, la ultima he del Nombre Inefable representa nuestra mano que recibe la existencia. Ahora bien, es obvio que Hashem tiene que proveernos incluso con la mano que tenemos. Por ello, en cierto sentido, el Creador nos concede la capacidad para recibir la existencia de parte de Él. 

Pero lo más importante es abrir nuestra mano para recibir lo que Hashem nos está dando. Cuanto más ampliemos nuestra percepción de la Presencia de Hashem y la mano Divina que guía nuestra vidas, tanto más grande será nuestra capacidad para recibir. Las letras del Tetragrama nos pueden enseñar muchas cosas acerca de la relación que Hashem tiene con Su Creación. Por un lado, aprendemos que el Creador es absolutamente trascendente, y por consiguiente, completamente diferente a cualquier cosa que haya en el universo. Por otro lado, también aprendemos que la presencia de Hashem permeabilidad toda la Creación y le proporciona existencia continúa. En este sentido, la existencia misma que tenemos no es más que una sombra o reflejo del poder de Hashem. 

Sobre esto, los cabalistas explican que si Hashem se revelara completamente, la Creación y todo lo que hay en ella no podría subsistir y se anularía completamente. Si Hashem se revelara a sí misml , no habría la posibilidad de una existencia independiente en ningún nivel. Es justamente porque el Creador se retiene y se oculta a sí mismo que la Creación puede subsistir. La idea anterior está relacionada con uno de los conceptos más importantes de la Cabalá : el Tzimtzum, palabra que denota la restricción o contracción de la luz del Creador. 

El concepto de Tzimtzum se origina en una paradoja fundamental. Por una parte, el Creador debe estar, de algún modo, presente en Su mundo; pero por otro lado, sí Él no se retrae a sí mismo de él, todo el universo sería completamente avasallado por su esencia. 

Así pues, la razón de que haya un Tzimtzum es para que la Creación pueda existir. Por definición, la Creación debe existir como una entidad independiente y, en consecuencia, no debe estar totalmente imbuida de la esencia divina. No obstante, al mismo tiempo, tampoco puede afirmarse que la esencia de Hashem no permea toda la Creación, ya que “ningún lugar está vacío de Él”. 

Por ello, Hashem debe separarse de la Creación mientras que, simultáneamente, permanece íntimamente vinculado con ella. Esta es la paradoja fundamental de la Creación. 

Rab Arye Kaplan

El elemento Fuego



Según la Cabalá, el mundo esta compuesto de cuatro elementos y el hombre también. Los cuatro elementos de la Creación son: Fuego, Aire, Agua y Tierra. 

Estos cuatro elementos tienen un origen espiritual y tienen relación con las cuatro letras del nombre de Hashem. El gran cabalista Rabí Jaim Vital escribió que todas las cualidades del ser humano -tanto positivas como negativas- provienen de esos cuatro elementos. Lo que varia entre un ser humano y otro es solamente el porcentaje en que están combinados. 

El fuego tiende a dirigirse siempre hacia arriba y su color exclama: “Mírame, estoy aquí”, y su calor te advierte: “No te acerques ni me toques, porque saldrás lastimado”. El fuego arrasa y quema sin control, y crece a cuenta de lo que se atraviesa en su camino. En su lado positivo emana luz y calor, y en forma controlada tiene muchas aplicaciones. Además, hace siempre alusión a la parte energética del ser humano como el alma, el mundo celestial y el estudio de la Tora. 

Por tanto, la persona que posee una alta dosis del elemento fuego, en su lado negativo será una persona llena de orgullo, presumida, ¡y pobre de aquel que se atreva a tocarla o hacerla enojar! Será capaz de arrasar con él, quemandolo públicamente. Además será una persona que buscará de quien burlarse para seguir creciendo, usando a quien se deje como combustible. Esta cualidad de orgullo los lleva también a la ira, el fuego del enojo se desata y termina dejando tras de sí solo cenizas. 

Al enorgullecerse y enojarse puede llegar también al odio, ya que al ver la situación caótica , las cenizas y el mal ambiente que provocó, se frustra y genera una medida de odio. Pero debido a que por su orgullo no puede odiarse ni culparse a sí mismo, empieza a odiar a los demás. En el aspecto espiritual , el elemento fuego hace alusión al estudio de la Tora, como indica el versículo en Debarim 33:2, “Con su derecha les entregó una ley de fuego”, ya que el estudio de la Tora consiste en conceptos muy elevados que elevan a la persona espiritualmente, como el fuego que siempre desafía la ley de la gravedad y asciende hasta el cielo. 

Además, el fuego equivale a energía, y toda la parte del estudio de la Tora representa la parte de energía en la existencia de la persona que da sentido a su vida en este mundo y el venidero. Tomando el control de nuestras vidas analizaremos los aspectos negativos del efecto del elemento fuego.  

El orgullo Dice Rabí Jaim Vital que el orgullo es la raíz de muchas malas cualidades de la persona. El orgullo no permite a la persona actuar ni tomar las decisiones correctas en la vida, ya que analiza todo basado en él. No es fácil apagar el fuego del orgullo, pero es muy necesario. De lo contrario, quizá la persona goce de los momentos de orgullo, pero en general tendrá una vida llena de conflictos y desilusiones. 

El enojo 

El enojo llega en situaciones y en momentos inesperados. Simplemente llega a tu punto débil, ya sea por medio de una frase, una acción, un comportamiento y pareciera que tocaran tu “botón rojo” para hacerte estallar. Por ello dijo la Guemara (Nedarim 22:1): “El que se enoja, el infierno está en él”. Nuestros Sabios quisieron decir, además de la analogía entre infierno y fuego, que la vida de quien se enoja de manera constante está llena de sufrimientos y, prácticamente ,por no cuidar su salud, vive un infierno terrenal. 

Y al respecto dijo el Rey Salomon en Kohelet (11:19): “Quítate el enojo de encima y evitarás sufrimientos en tu carne”. En el aspecto espiritual, dice Rabí Jaim Vital (Shaar Rúaj HaKodesh 10:2): “Mi maestro, el Arizal, ponía más énfasis en la mala cualidad del enojo que en cualquier otro pecado. El motivo es porque el enojo daña la Neshama (alma) pura de la persona, pues cuando se enoja esta santidad sale de ella y ese lugar vacío es invadido por las fuerzas negativas, las cuales con mayor facilidad, le incitan a pecar. Y lo construido durante mucho tiempo y con mucho esfuerzo es derrumbado en un momento de enojo”. 

Por eso dijo el Rey David (Tehilim 10:4, según la traducción de nuestros Sabios): “Para el que se enoja no hay Hashem”. Es decir, en el momento en que uno se enoja ya no le importa nadie; su fuego arrasa con todo, incluso con Hashem. Dice el versículo (Yashayahu 2:22): “Abandonen y alejense de la persona que se enoja con facilidad, porque es como un altar de idolatría”, dice el Zohar (Tetzave 182a): “El que se enoja equivale a un idólatra, porque su parte espiritual pura, lo ha abandonado, y la parte impura lo ha invadido”. En resumen, desde el ángulo que queramos verlo, el enojón y el orgulloso pierden su calidad de vida, como dice la Guemara (Pesajim 150a):“De tres personas su vida no es vida: una de ellas es la enojona”. 

Por esto concluye Maimónides (Deot 2:3): “El enojo es una de las peores cualidades y la persona necesita alejarse de ella hasta el otro extremo. 

Controlando el fuego 

Para reparar éstas malas cualidades, usaremos la fórmula general de Maimónides conocida como Teshuvat HaMishkal, la cual enseña que, para reparar una mala cualidad, hay que irse por un tiempo al otro extremo, a fin de poder al final estar equilibrado e “ir por el camino de en medio”. Por ejemplo, el tacaño, deberá irse al otro extremo: derrochar por un tiempo, para poder después llevar una vida equilibrada monetariamente, al igual que el orgulloso debe usar de contrapeso la humildad, el chismoso el silencio, y así sucesivamente. 

Por tanto, para apagar un poquito el fuego, necesitaríamos justamente algo del lado positivo del elemento tierra, que aporta humildad, apacibilidad, calma y tranquilidad; ya que de forma natural, el que posee mucho fuego carece de tierra. 
Ya analizaremos el más adelante el elemento tierra. 

La humildad 

Una de las mejores cualidades que puede poseer el ser humano es la humildad. Ésta le ayuda a disfrutar de la vida, pues, al tener siempre las expectativas bajas y no esperar honores de los demás, cualquier reconocimiento pequeño que se le haga es ganancia. Además el humilde siempre aceptara un reproche. 
La Guemara (Julín 89a) sobre el versículo de Devarim 7:7, el cual habla del amor que nos tiene Hashem, dice: “Amo a los humildes, pues aunque los llene de dones, de grandeza y de honores, siguen siendo humildes. 

Di a Abraham riqueza, bienes, grandeza, y el decía: ‘Soy polvo y ceniza’. Di a Moshe el honor de sacar a Mi pueblo de Egipto haciendo maravillas y milagros sobrenaturales, de bajar la Tora y muchas cosas más, y dijo: ‘Y nosotros, ¿qué somos?. Di a David reinado, poder y victorias, y él decía: ‘Soy un gusano’, a diferencia de la gente a la que di poder y ya se creían demasiado”. De aquí que nuestros Patriarcas y Sabios, al ver siempre la grandeza de Hashem y la infinita sabiduría de la Tora, entendieran qué tan pequeños eran y así mantenían la humildad. 

Relatan que cuando llegó el alumbrado publico a Bene Berak en Israel, el Sabio Jazón Ish caminaba con varios de sus alumnos por la calle y, al llegar debajo del poste, se detuvo y les dijo: “¡Qué enseñanza tan grande me ha dado este poste, ya que cuando uno está lejos de la luz, su sombra es muy grande, y a medida que se acerca, su sombra se achica! Y debajo directamente de la luz, no hay sombra. Así ocurre cuando estamos lejos de la verdad y de la luz Divina: nos creemos muy grandes… Nos pasará lo contrario cuando estemos totalmente debajo de ellas”. 

Apaciguar el enojo 

Para lograr trabajar con el enojo y controlarlo, necesitamos conocer cómo funciona desde un punto de vista psicológico. La persona enojona, debido a su orgullo, culpa a todos menos a ella y anda siempre quejándose que no se merece lo que le pasa ni la clase de vida, llena de problemas que tiene. La cura para esto es el sabio consejo que encontramos en nuestros textos sagrados, el cual consiste en el siguiente concepto: “Nada te sucede si no te lo mereces, y todo lo que te pasa es consecuencia de tus propios hechos. Toda acción causa una reacción”. 

Explican nuestros Sabios que al dormir por la noche nuestra alma se eleva hasta los Cielos y se presenta ante Hashem. Una vez allí, por una parte rinde cuentas por lo vivido en el día anterior y, por otra parte, se le informa de los planes celestiales para el día de mañana. En el hipotético caso de que avisaran al alma que al día siguiente, a las tres de la tarde, en el cruce tal atropellará a una persona, el alma pide a Hashem cancelar el decreto y evitar ese hecho. Muchas veces por bondad y misericordia de parte del Creador, esta petición es aceptada y, por tanto, se decreta que mañana a las 2:58 de la tarde, se desinflará una llanta del auto. 

Claro, al despertar la persona no tiene la menor idea de este diálogo. Y a los dos y media de la tarde del día siguiente sale a una importante cita de trabajos. A las 2:58 no sólo se revienta la llanta sino también la persona, maldiciendo a todos. Si tuviera un poco de humildad y fe, y aplicara el sabio consejo, simplemente diría: Kapara, no hay mal que por bien no venga. Con un nivel mayor de fe y sabiendo que todo lo que ocurre en la vida está bajo control de Hashem, sólo alzaría la vista al Cielo y diria :”Aunque no Te entiendo, gracias”. A veces sufrimientos que deberían pasarnos a nosotros en nuestro cuerpo nos pasan a nuestras cosas. 

En un versículo del Rey David dice:“El metal se rompió y nosotros nos salvamos”(Tehilim 124:7). Éste es el simple concepto conocido como “isurim”, sufrimientos en la vida que limpian nuestros pecados, sea de ésta reencarnación o la pasada, y cuando llegan sólo tienes dos alternativas: recibirlos con calma, fe y confianza en Hashem, y con eso limpiar; o enojarte, gritar, dañar…Y con eso en vez de cerrar una cuenta, abres una nueva. 

Veamos esto desde otro ángulo: conocemos el concepto de “pruebas en la vida”, las que justamente nos presentan una oportunidad para crecer. Hashem nos manda en la vida situaciones o personas que ponen a prueba nuestra resistencia y nuestro control, sólo para después poder ponernos la corona del Rey, pues hemos ganado una lucha. Así, casa vez que llegue algo que detone nuestra furia, debemos frenarnos por un instante y preguntarnos: ¿Qué quiere Hashem de mi ahora? ¿Cómo puedo crecer por medio de esta situación?. Hay mucho que estudiar y analizar para llegar a este nivel y mantenernos. 

Después de una prueba, uno mismo debe examinarse para ver como reaccionó; si se molesto, gritó, humilló, maltrató verbal o físicamente, rompió algo. Después de que el fuego cesa y ve las cenizas que quedaron, lo más probable es que se sienta mal consigo mismo. Sin embargo, el que logra autodominarse , controlar la situación , se siente alegre, se siente rey. 

Conclusión 

Es importante saber que , normalmente, la mayoría de las cualidades no deben eliminarse por completo, sino regularse y canalizarse. Veamos este concepto en la escena culminante de la historia judía, en la que Moshe sube al monte Sinai y baja con las tablas de la ley. En el Midrash se analiza cuál es el motivo de que fuera escogida por Hashem precisamente esta montaña, y la respuesta encierra justamente lo dicho: “Todas las montañas presumían y eran muy orgullosas, y Hashem no mora con el orgulloso. 

Pero eso escogió a la montaña del Sinai que fue humilde”. Cabe preguntar: si esto es para simbolizar el concepto de humildad, ¿Por qué la Tora no se nos entrego en un valle, o mejor aún, a unos kilómetros de ahí, se encuentra el Mar Muerto, el lugar más bajo del mundo (420 metros por debajo del nivel del mar)? ¡Eso sí habría simbolizado la humildad!. La respuesta es obvia: eso no se llama humildad. Eso ya es depresión , amargura. Por eso se llama justamente Mar Muerto , porque no tiene vida, y es salado por que esa clase de vida es amarga, llena de lágrimas saladas. La Tora se entregó sobre una montaña humilde, sí, ¡Pero una montaña!. 
Hay que ser humildes pero hasta un límite. 

Limitar el fuego positivo Ya dijimos que en el lado positivo del fuego está la fuerza del estudio de la Tora, que fue comparada con el. También el estudio de la Tora debe controlarse. Dice la Guemara (Yebamot 65b): “De la misma forma que es mitzva decir algo de Tora para que te escuchen, también es mitzva no decir algo que no será bien recibido.” Nuestro deber es prender con nuestro fuego a aquellas velas apagadas, pero hay que medir la cantidad, la calidad, las exigencias y el modo en que vas a hacerlo. Sino en ves de prender la vela vas a derrretirla. 

Por ello Moshe, antes de su fallecimiento, al dar su último discurso, antes de bendecir a cada tribu y despedirse dijo: “Escuchen los Cielos mi clamor, y escuche la Tierra mis suaves palabras; que caigan como fuerte lluvia mis reproches, que goteen como rocío mis palabras”(Devarim 32:1-2). Observando estos dos versículos, notamos que cada uno está dividido en dos partes: la primera parte de cada versículo suena dura y la segunda suave. 

La explicación que Moshe nos enseña con esto es la fórmula para transmitir el fuego de la Tora: “A los Cielos -a los elevados, la gente preparada y ya muy elevada espiritualmente- clama, reprochables y deja caer sobre ellos tus palabras como fuerte lluvia. Pero a la tierra -la gente simple, que apenas comienza el camino espiritual- háblale suave y que tus palabras goteen sobre ellos como el rocío, ya que las flores necesitan rocío y los cedros lluvia”. También a nivel personal en nuestro avance debemos controlarnos. 

La Guemara (Jaguiga 14b) relata sobre cuatro grandes rabinos que quisieron entrar en los altos niveles de la Cábala, que consiste en el desdoblamiento, elevación y transportación del alma a la dimensión celestial, avanzando y abriendo puertas, y captando conceptos para los que se necesita mucho estudio y gran nivel. El problema fue que no todos estaban bien preparados. Uno de ellos Rabí Akiba les dijo: “Cuando lleguen a cierto lugar no se equivoquen al interpretar lo que ven, no curiosen y se pasen los voltajes que no son capaces de aguantar”. El resultado fue que solo Rabí Akiba subió y bajo en paz. Para los demás los resultados no fueron buenos. 

Para terminar dice la Mishna en Pirké Abot (2:10): “Respeta a las brasas”, es decir, “la Tora y el que la enseña: demasiado cerca, queman; demasiado lejos, no calientan. Ubicate a la distancia correcta. Disfruta su luz y calienta tu alma, pero no te pases para que no te quemes”. Extraído de: 

“El Control de la Vida”, Rab Anidjar.

sábado, 24 de febrero de 2018

El Elemento Aire



Para conocer las ramificaciones que tiene el elemento aire en la persona, conozcamos primero las características de éste, y así entenderemos sus efectos en la persona. 

• El viento se mueve de un lugar a otro y sin rumbo definido. 

• Se presenta en diferentes temperaturas. A veces es templado, y a veces frío; en ocasiones es viento de aire caliente. Alguna vez traerá polvo e incluso podrá llegar a convertirse en tormenta de arena y hasta en tornado o huracán. 

• La diferencia en la temperatura del viento causa a quienes les afecta que cambien con frecuencia su modo de vestir y de abrigarse. Algunas veces saldrán para tomar aire y otras se resguardarán de él. 

• El viento sopla y susurra, mientras pasa y mueve las ramas de los árboles. 

• El viento es metiche: se mete por cualquier abertura que encuentra; basta con que le abras una pequeña ventana y ya invade tu casa. 

Así es la persona que sufre de altas dosis del elemento aire. 
Es inestable como él, sin metas ni rumbo en la vida; es una persona impredecible que no sólo cambia con facilidad su “clima”, sino el estado anímico de los que le rodean. Es muy comunicativo y en cada conversación buscará la “ventanita” para meter su aire. Desde un punto de vista más detallado y profundo, el elemento aire ataca tres áreas importantes en la persona: el pensamiento, el habla y la acción. Veamos las consecuencias de esto, primero en el lado negativo y después en el lado positivo. 

En el área del pensamiento, el aire causa en ocasiones ser amable y sonriente y, de pronto, sin aviso, cambiar 180 grados a una cara larga. Por ello, en hebreo, cuando quiere preguntarse a alguien: “¿Cómo estás hoy?” o “¿Con qué pie te levantaste?”, se dice: “¿Cuál es tu clima?”; o para preguntarle cómo está su ánimo: “¿Cómo está tu aire?”, para simbolizar al elemento que provoca a ciertas personas la volatilidad en su ánimo y pensamiento. Además, eso le ocasiona estar siempre en un estado de confusión, lo que la hace tener falta de decisión e inestabilidad. 

Prácticamente, al igual que el elemento aire refleja las cuatro estaciones del año, esta persona puede mostrarlas todas en un solo día. Y hasta cierto grado, se notará en ella algo de bipolaridad. En el área del lenguaje, esa inestabilidad se reflejará en sus promesas, dichos y palabras. 
Es el tipo de persona que “no tiene palabra”. Por otra parte, posee una gran facilidad de expresión y de convencimiento, por lo que si deseara incitar a alguien al mal, no le resultaría difícil. Su palabra, más que la de los demás, destruye y construye. 

También se le hace fácil mentir y ser hipócrita, ya que el viento le ayudará a ser como un camaleón para “cambiar de colores” y adaptarse con facilidad a cualquier ambiente y encontrar las palabras adecuadas. Cambia constantemente la actitud y la temperatura de quienes lo rodean, ya que éstos estarán basándose en su palabra y, al cambiar ésta como el viento, cambian ellos también su “vestimenta”: una vez se pondrán camisa de manga corta para abrazarlo y en otra usarán abrigos para cubrirse de él. 

En el área de la acción, habla mucho y hace poco, gasta todas sus energías en soltar sólo palabras y no le queda energía para actuar. Si sumamos a esto el hecho de que quien está dominado por el elemento aire no tiene metas ni rumbo, tendremos ante nosotros el perfil de alguien que cambia de carrera profesional constantemente, y ni siquiera en las mismas con facilidad un día querrá ser astronauta y al día siguiente zapatero. 

Esto se reflejará también en sus trabajos y planes, los cuales empezará y no terminará. Por supuesto, no le faltarán palabras para justificarse. Al ser volátil como el viento, no soporta el control ni los limites; no acostumbra obedecer ni seguir las reglas, y menos todavía comprometerse con un plan de vida, porque al viento no se le puede limitar ni preguntar a donde va. 

Como cualquier elemento, el aire posee un lado positivo que nos ofrece grandes beneficios para la vida. En el área del pensamiento, tendremos a una persona que no se enterca en una sola idea. De tal manera, si considera necesario cambiar de opinión por haber cometido un error, lo hará sin problema. En este sentido, podemos decir que el aire le hace ser flexible y adaptable a diferentes personas con distintos temperamentos, por lo cual incrementa con facilidad su núcleo de amigos. 

En la Toráh hay varios ejemplos de este don. 
Cuando Moshé Rabenu estaba ya despidiéndose del liderazgo y preparando el terreno para un sucesor, pidió a Hashem: “Por favor, nombra para este pueblo un nuevo líder, que este lleno de vientos”. Explican nuestros Sabios que quiso decir que ese nuevo líder debía tener el don del elemento aire y saber adaptarse a cada hombre según su “clima”. Al no ser terca ni estancada, la persona de elemento aire olvida rápido lo malo que otros le hacen; da vuelta a la hoja y empezara un capitulo nuevo en una relación personal o de trabajo. 

A veces lo que construimos llega a enfrentar un “terremoto” que puede derrumbar todo lo que hemos logrado. Y no todos sabemos levantar cabeza y empezar de nuevo. Alguien del elemento tierra, por ejemplo, caerá en depresión y quizá su flojera no le permita empezar de nuevo la construcción. Sin embargo, la persona de elemento aire positivo simplemente dirá: “Borrón y cuenta nueva”. En el área del lenguaje, en su lado positivo podrá la persona-viento aprovechar este don y desempeñarse en el área de la comunicación: orador, buen maestro y educador, ya que nunca le faltarán las palabras y el poder de expresarse convincentemente. 

Por el hecho de llevarse bien con el viento de cada uno de los demás, y agregando su poder de palabra, que posee ser un buen mediador, un puente entre dos bandos en o entre una pareja con problemas. Su viento llevará y traerá el polen de una flor a otra creando nueva vida, llena de paz y armonía. En el área de la acción, será ágil, eficiente y rápido para ayudar o resolver problemas; intercambiará ideas entre las personas para beneficio de todos, así como el viento que transporta el polen y otras semillas diminutas provocan el florecimiento en otros terrenos. 

En su dosis correcta podrá incluso hacer varias labores a la vez; como el viento, que en una zona puede soplar a la derecha y en otra irá a la izquierda. Aunque debe tener cuidado de no provocarse un remolino. Resumamos: el elemento aire, como todo, es una moneda de dos caras. Pero lo que resulta seguro es que la dosis alta es mala en la persona, inclusive en su lado positivo. Por ejemplo, si alguien sufre de altas dosis de viento y además tiene una cantidad notoria de fuego, será un enojón devastador. 

Al igual que el fuego con el viento quema hectáreas enteras de bosque y a una mayor velocidad, así esta persona arrasará incansablemente todo. En su lado positivo de esta combinación, ya que el fuego representa la Toráh, la mística y la espiritualidad, será una persona que “tome vuelo” en esta área. Si es viento en combinación con el agua —la cual, como veremos, representa los placeres y las adicciones—, será una persona que volará de un bar a otro y, de ahí, a las “maquinitas” y sin cansarse “soplará” en una pista de baile. 

En su lado positivo, el agua simboliza la bondad; por tanto, en este caso la combinación de viento y agua será alguien que brinde mucha ayuda, que corra de una organización de caridad a otra, que esté disponible las 24 horas del día… pero a costa de su pareja, familia y persona. En su combinación de aire y tierra, será una persona depresiva que contagia su desánimo a mucha gente; prácticamente lleva un viento de amargura de una casa a otra y de persona a persona. 

En su lado positivo, en el cual la tierra simboliza acción, será una persona hiperactiva que puede abrir múltiples terrenos con gran diversidad de planes, sólo que empezando mucho y no acabando nada. Si el elemento aire se halla en alto porcentaje en la persona, siempre tendrá efectos devastadores. 

Por tanto, para cumplir el primer paso, el de Hakarat hamidot, es decir, reconocer la cualidad y sus ramificaciones, y la medida que poseemos de ésta, deberemos analizar todo lo dicho, ponerlo como un espejo ante nuestra persona, reconocer las diversas tormentas que podemos llegar a poseer, y sólo entonces pasar a la siguiente etapa, que es Avodat hamidot, el estudio y la información amplia de cada ramificación, a fin de que este entendimiento (los “ladrillos”) nos sirva como material para construir una muralla-casa, que como nuestro hogar, limite el viento, el frío y las tormentas, y nos permita abrir las ventanas, dependiendo del lugar por el que queremos que entre y actúe el elemento aire. 

Dependiendo del grado y la dosis que queramos, así será el tamaño de la abertura de la ventana, controlando nosotros, de esta forma, al elemento aire no él a nosotros; e impidiendo de tal manera que seamos que el viento se llevó”. 

El Estado del Clima Después de la primera etapa, pasemos a conocer en detalle los efectos de este elemento en nuestra vida, a fin de que veamos cómo lo podemos poner a trabajar a nuestro favor. El solo hecho de que ponga orden en tu vida demuestra que eres un rey con el control en la mano, al igual que el orden en una orquesta sinfónica es señal de que hay un director que con su batuta va controlando y dirigiendo todos los instrumentos, permitiendo asi que la sinfonía de la vida suene bien. 

El problema del elemento aire es que vuela todo, creando desorden y caos en todas las áreas de la vida, desde pensar, hablar y hacer. Y así no se puede vivir. Más aun si tomamos en cuenta que la vida vuela como el aire. Si no tomamos el control de este elemento en la mano, nos pasaremos los días diciendo y desdiciendo, haciendo y no haciendo, prometiendo y no cumpliendo. Y sin metas claras ni retos terminaremos, incluso si vivimos 120 años, sin haber hecho nada. 

Hasta nuestro recuerdo se lo llevará el viento, ya que no dejaremos ningún hecho sólido o palabras firmes que mantengan nuestra memoria. Una persona muy cambiante e inconstante, en hebreo se denomina hafajfaj; es igual que una caja de sorpresas, que no se sabe lo que hay en ella. Nunca sabes qué dirá ni cómo reaccionara el hafajfaj; es impredecible. 

Y dependiendo del porcentaje de este elemento en su persona será la magnitud su volatilidad. La Toráh relata la historia del primer rey de Israel, Shaúl, quien sufría de diversos climas internos, lo cual se reflejó en su relación con su yerno, el futuro rey David. 

Un dia lo abrazaba calurosamente y al otro, mientras David tocaba el arpa para alegrarlo, el rey tomaba la lanza y la arrojaba contra él para atravesar su corazón. Un día lo perseguía por todos los desiertos de Yehudá para matarlo y luego se disculpaba y le pedía perdón, ofreciéndole su amistad y cercanía. Así también era el famoso Ajashverosh, rey de Persia en la época del milagro de Purim, como dice la Guemará (Meguilá 11a): 

“Dijo Rabán Gamliel: Ajasheverosh era un rey hafajfaj”, ya que mató a su esposa por lo que le dijo su amigo Hamán y, posteriormente, mató a Hamán por lo que le dijo su nueva esposa, Esther. Mandaba cartas en las que decretaba el exterminio de los judíos y a los pocos días enviaba nuevas cartas que decían: 
“Hay que amar y proteger a los judíos, y se les da permiso de matar a sus enemigos”. ¡Vete a vivir con un rey así!. Hoy en día ya no hay tantos reyes, pero este problema puede llegar a presentarse en cada hogar, donde uno de los padres —y tanto más en el caso de los dos— sufre de ” viento hafajfaj”. 

El efecto devastador en los niños se verá a la larga, tal como lo dice el profesor Samuel Tiano, psiquiatra y subdirector de la Asociación Internacional para el Niño y el Adulto: Cuando un niño crece en una casa donde ambos padres (o uno de ellos) sufren de un comportamiento no estable y su ánimo varía polarizadamente, sin motivos razonables, el niño pierde la capacidad de entender la normatividad, ya que no sabe qué acción suya causará una sonrisa y cuál provocará enojo ya que, en ocasiones, el mismo hecho o calificación causa reacciones opuestas. 

Por tanto, el niño concluye que, sin importar lo que haga, la reacción siempre será rara e inesperada. Agrega al respecto la profesora Levi Schiff: El niño se apoya mucho en su mamá. Para él, ella es su resguardo seguro, pero cuando ésta sufre de inestabilidad, y ante la misma acción una vez reacciona desproporcionadamente con enojo, molestia y cara larga; y en otra ocasión, con abrazos, besos y tolerancia, la falta de certeza de parte del niño a cómo reaccionará su madre esta vez, le provoca perder la seguridad en sí mismo. Y más que eso, siente que, sin importar lo que haga, la reacción siempre dependerá del viento. 

Además este niño podrá cargar una culpa de que él es responsable de la variedad del clima y, por tanto, se encerrara en si mismo evitando la relación con ella y perdiendo su propia seguridad, cosa que le afectará el día de mañana en su relación con la sociedad. Lo mismo se aplica en la relación de pareja, donde el hafajfaj provoca que el cónyuge sienta que camina en un campo minado, pues teme a cada momento que, sin previo aviso ni motivo que lo justifique, una bomba estallará. Imagínense el efecto del elemento viento en un joven que desea casarse… No sabe qué quiere ni qué exigir, ni cuál es su rumbo de vida a fin de buscar a la persona adecuada para formar con ella una sociedad conyugal. 

Y cuando ya conoció a alguien y le presentó su plan de vida e ideas, y a la siguiente cita ya cambió al otro extremo opinando diferente y planeando otro rumbo, lo más probable es que su pretendiente lo deje, ya que, si no puede vivir ni consigo mismo, menos todavía con una pareja… Excepto que se encuentre una igual que él y lamentablemente juntos vuelen a donde el viento los lleve. Como dijo el profeta Yejezquel (1:20): “A donde vuele el viento irán”. Es importante definirse, ya que quien “baila en dos pistas” termina por no bailar en ninguna. Este concepto lo aprendemos de nuestra matriarca Rivká. 

Cuando estaba embarazada, cuentan nuestros Sabios, al pasar junto a lugares puros pateaba en su vientre Yaakov, y al pasar al lado de lugares desagradables y llenos de impureza, pateaba Esav. Ella acudió al gran profeta Shem, el hijo de Nóaj, y se expresó asi: “¿Para qué necesito esto?”. Explican nuestros Sabios que ella no sabía que iba a tener mellizos. Creyó que se trataba de un solo bebé, y que era hafajfaj. 

Por eso se expresó de tal modo como diciendo: “No quiero tener un hijo no definido, al que todo le llama la atención y en un momento puede ser justo y a los cinco minutos quiere ser malvado”. Sin embargo, cuando Shem le dijo que iba a tener dos hijos, de los cuales uno tendría una definición al camino de la pureza y la bondad, y el otro al camino negativo y de la maldad sorprendentemente ella se tranquilizó y, con un suspiro, pareció decir: “Más vale dos precisos, cada uno en su camino que uno confuso”. 

Esta Idea se repitió muchísimos años después, en la época del profeta Eliyahu, cuando muchos de los judíos en Israel siguieron a la idolatría con sus 400 profetas falsos. Él los desafío a debatir en el Monte Karmel para que, de una vez por todas el pueblo definiera su camino. En esta reunión ante todo el pueblo, el profeta Eliyahu pronunció unas palabras adecuadas al tema que estamos abordando: “¿Hasta cuándo caminaran por los dos senderos? Si creen que Hashem es la verdad, síganlo a Él y sólo a Él. 

Pero si creen que la idolatría es el verdadero camino, rompan cualquier vínculo con el judaísmo y váyanse. Pero no bailen en las dos pistas”. Encontramos este concepto en la orden de la Toráh que dice “No ararás tu tierra con un toro y un burro juntos”. En la explicación literal, esto se entiende con claridad, ya que la fuerza del toro es mayor que la del burro y, además, el toro es rumiante. 
Al caminar el toro y regurgitar la comida para masticarla de nuevo, el burro puede creer que a su compañero le dieron de comer otra vez y a él no, por lo que sufre. 

Y está prohibido provocar sufrimiento innecesario a un animal. Pero en la dimensión del Rémez significa lo siguiente el toro es un animal kasher y puro, y el burro es no Kasher e impuro. Por tanto, insinúa la Toráh: “No ares tu camino de la vida sin estabilidad, una vez con pureza y otra con lo contrario. Sé claro y definido en tu senda”. 

El Viento Parlante Profundizaremos en esta sección los efectos devastadores que puede tener el elemento aire en su ramificación del habla. Con esto sentaremos las bases del control de la palabra, pues cuando ésta se escapa y hiere resulta difícil curar el daño, y a veces no bastan mil palabras para reparar una mala. Es sabido que Hashem creó el mundo con la palabra, como dice el versículo: “Y dijo Hashem: Que se haga…”. También las catástrofes y la destrucción que mandó el Creador, como el diluvio, la lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, las diez plagas en Egipto, etc., fueron ordenadas con un dicho, para enseñarnos que la palabra construye y destruye. 

El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Hashem. Por tanto, también posee en su pequeña boca el poder de destruir y construir. Por medio de buenos consejos, críticas constructivas adornadas con elogios y bendiciones, puede llegar a construir toda una vida para un hijo, un alumno o un amigo. Y al contrario, con una humillación, una maldición o una burla la destruirá por completo. 

Escuché una vez que en un colegio se hizo una investigación respecto al poder que tienen sobre los alumnos las palabras y la atención del maestro. Al nuevo profesor de un grupo le cambiaron las notas y el reporte de los alumnos: sobre los que llevaban diez, dijeron al maestro que eran los peores y que tenían déficit de atención y notas bajas. Y sobre los que demostraban flojera y tenían notas bajas, le informaron que eran buenos muchachos, muy amables y con gran potencial. Sorprendentemente, al final del año, los estudiantes igualaron las notas inventadas sobre ellos al principiar el curso. 

Esto significa que las palabras del maestro, sus elogios alumnos flojos pensando que eran buenos estudiantes mirada amigable y su atención ayudaron a mejorar su personalidad y desempeño. Y por el contrario, los reproches, las ofensas, la falta de cariño hacia quienes el maestro considero que eran malos alumnos, provocaron que así lo fueran. El viento alza globos y hace caer ramas, al igual que la palabra: puede elevar y puede hacer caer. Por ello, quien posee dosis del elemento aire en su derivación del habla debe medir sus palabras. Como dice el dicho: “El que habla mucho, seguro peca”. 

Es imposible abundar en palabras sin “meter la pata”. ¿De qué maneras específicas afecta la palabra, perdemos el control sobre ella? • La maledicencia y la difamación. Cabe citar aquí una parábola de nuestros Sabios: “Preguntaron a la serpiente: ¿Por qué tienes una boca tan mala y venenosa?’. Ella respondió ‘La boca de ustedes es peor que la mía; yo daño sólo haciendo contacto y ustedes pueden dañar a kilómetros de distancia”. 

Si elaboraron esta parábola hace aproximadamente 1500 años, ¡imagina qué dirían hoy nuestros Sabios con el uso que se da a los medios de comunicación! Basta con que inventes una historia sobre alguien para difamarlo, o que simplemente difundas lashón hará (calumnias) contando sus fallas a tus contactos en las múltiples redes sociales. De esta manera afectarlo de por vida. 

• La hipocresía. 

El elemento aire puede hacer que sintamos o pensemos una cosa y que digamos otra, engañando así con nuestras palabras y ocultando nuestros verdaderos sentimientos, lo que está prohibido y va contra la ética. El problema es que en la actualidad, esto se ha legalizado e incluso se considera un don, ya que hemos remplazado la palabra “mentiroso” por “político”, como podemos verlo en cada proceso electoral: antes de las elecciones, los candidatos prometen cada clase de cosas, las calles y las paredes están llenas de fotos suyas y anuncios con sus promesas, las cuales olvidan minutos después de haber sido elegidos. 

No en vano se dice: “Antes de las elecciones las paredes te hablan; después de ellas, tú hablas a las paredes”. Cuando confesamos nuestros pecados, decimos: “Perdón por hablar Dofí”. Dofí es una palabra hebrea compuesta por dos: du y fí, Que significan: “dos bocas”, lo que alude a decir algo y pensar otra cosa. 

La mentira, al igual que la hipocresía, es una característica del elemento aire. Para muchos de nosotros la mentira fue un medio para salvarnos de castigos en el colegio o en la casa, ganar partidos de futbol, y además hacernos interesantes con nuestras falsas historias, etc. Más adelante en la vida, este “don” puede llegar a ayudarnos a hacer dinero, ya que con una pequeña mentira sobre la mercancía la vendemos al doble. 

Sin embargo, es de suma importancia aclarar que el viento mentiroso tiene efectos devastadores. El Rey David (Salmo 15:2) menciona las características que debe tener la persona a fin de obtener “la visa” para entrar al paraíso y estar cerca de Hashem; entre otras, se encuentra: “Siempre di la verdad”. 

El sello de Hashem es la verdad y el de la serpiente es la mentira. Por tanto, al mentir nos apegamos a lo negativo y a su veneno, y al hablar con la verdad nos apegamos a Hashem y obtenemos Su bendición. Relata Rashí (Makot 24a) que Rab Safrá era un hombre apegado a la verdad y un día, mientras rezaba, se le acercó un gentil que le ofreció diez monedas por una mercancía que vendía. Al ver que el rabino no respondía, el gentil pensó que el precio era muy bajo, por lo que le aumentó un poco la oferta; al seguir sin responderle, éste la duplicó e incluso la triplicó. 

Cuando finalizó Rab Safrá de rezar, dijo al gentil: “Disculpa, estaba rezando. Te escuché desde un principio. Dame la primera cantidad que ofreciste, ya que en mi mente la acepté en el momento que la escuché”. La pregunta que surge aquí es: ¿acaso no era válido quedarse callado y aceptar la oferta más elevada, ya que al hacerlo no causaría daño a nadie? Sin embargo, es posible que Rab Safrá nos hubiese respondido: “Quizás perdí valores pero gané valores. Además, con la verdad estoy más cerca de Hashem. 

Y si Hashem es mi pastor, nada me faltará” (Tehilim 23:1). 

• La educación. 

Las palabras a través de los dichos y enseñanzas son material de construcción y formación. Pero cuando se contradicen, destruyen la formación de los niños. Por ejemplo, podemos decir a nuestro hijo: “No se miente. Siempre hay que decir la verdad”; sin embargo, si lo llevamos a un parque de diversiones y hay un cartel que dice: “Niños menores de seis años no pagan”, y le “aconsejamos”: “Di que no tienes seis años”, estamos arruinando el valor que le inculcamos. Lo mismo ocurre cuando suena el teléfono y ordenamos a nuestra hija: “Di que no estoy”, y un rato más tarde, cuando está jugando con su hermanita y miente, nos enojamos con ella. 

Cuenta la Guemará (Yevamot 63:1) que Rab tenía una esposa muy mala. Cada mañana ella le preguntaba: “¿Qué quieres de comer? ¿Pollo o pescado? ¿Con papas o con arroz?”. Y cuando él respondía pollo con papas, ella le preparaba pescado con arroz, y si pedía pescado con arroz le preparaba lo contrario. Así ocurría día tras día, año tras año. En cierta ocasión, su hijo se dio cuenta de lo que pasaba; preguntó a su padre qué quería comer y, simplemente, cambió la orden a fin de que comiera lo que le había apetecido ese día. Una semana después, el padre expresó: “Estoy muy contento. Tu mama, gracias a Hashem, empezó a portarse bien conmigo”, a lo cual contestó su hijo: “No, papá, lo que sucede es que yo le cambio la orden cada mañana”. 

Al escucharlo, le dijo Rab: “¿Tú crees que yo no puedo hacer eso? Sólo que está prohibido mentir. Así que, hijo, prefiero comer todos los días lo que no me apetece, con tal de que ni tú ni yo saquemos una mentira por la boca. Además, otra gran pérdida del mentiroso es que cuando finalmente dice la verdad nadie le cree. Como en la famosa fábula de pedro y el lobo cuando el niño gritó: “¡Lobo, lobo…!”, nadie le hizo caso. Y peor aún: “Quien habla mentiras vive en las mentiras y su vida se vuelve una gran mentira”. 

Meditación y Control En el tercer paso, el Tíkún hamidot —reparar las malas cualidades y suministrarlas en la dosis correcta—, deberíamos, como ya explicamos anteriormente, irnos por un tiempo al extremo contrario aplicando la regla de Teshuvat hamishkal, la reparación por medio del contrapeso. 

Debemos hacer lo mismo que se hace con los adictos descontrolados, que al ser internados en un centro de rehabilitación, se les lleva al otro extremo a fin de quitarles la adicción. Se espera que, después que hayan pasado de un extremo al otro, logren el equilibrio y una vida normal. Sin embargo, para controlar una dosis alta de alguno de los elementos, no es recomendable quedarse definitivamente en el otro extremo; sólo debe servirnos como rehabilitación, a fin de que logremos una dosis equilibrada de los elementos.

Ya que el elemento aire hace “volar” nuestra mente, pensamientos, palabras y planes, necesitamos iniciar un proceso de meditación, que consiste en frenar los múltiples pensamientos, así como seleccionar, analizar y, lo más importante, cuál es la idea correcta para eliminar las demás, fijándonos la meta, trazar el camino hacia ella y poner manos a la obra para ejecutarla. 

Para entender mejor el poder de la meditación, usaremos el ejemplo de la lupa. Cualquier hoja de papel que pongamos frente al sol no se quemará, ya que los rayos solares están dispersos sobre ella. Pero si entre el sol y la hoja ponemos la lupa, con ella enfocamos los rayos solares y así magnificamos su potencia hasta quemar el papel. Así funciona en general la mente: las ideas están tan dispersas que perdemos la concentración en cierto punto. 

La meditación consiste en concentrar la mente y canalizar todas las ideas que tenemos, junto con la inteligencia que poseemos, para invertir toda esa fuerza en el camino que deseamos trazar. Para ello la persona necesita, de vez en cuando, frenar su viento y su ánimo volátil, “desconectarse” del mundo y sentarse en un lugar tranquilo, relajado, con buen ambiente, y olvidar el ajetreo de la vida cotidiana… y, por supuesto, también el celular. 

Hay varios tipos de meditación. Algunos sirven para “desconectarse” del mundo y “conectarse” con un rezo; otros son para relajarse del enojo y del odio hacia alguien, y otras más. La clase de meditación que estamos abordando aquí podríamos llamarla “meditación y acción”, porque nos permitirá meditar para saber qué hacer… y hacerlo, y no solo para analizar y volver a analizar, y así sucesivamente, sin actuar. 

Sobre esto dijeron nuestros Sabios (Zóhar, 258a): Sof maáse bemajshabá tejilá, cuya traducción literal es “Al final, acción; pensar primero”. Esto quiere decir que cuando te sientes a meditar, el fin que debes tener en mente es llegar a la acción, y para lograrlo, piensa y medita desde un principio. De esta forma irás eliminando ideas vanas que no tienen ningún futuro y que sólo estorban y ocupan espacio en tu mente. Otras quizá sean buenas, pero no para hoy. “Congelalas” para usarlas el día de mañana. 

Así irás limpiando tu mente de fantasías, ideas irreales o planes obvios que igualmente se darán, y podrás escoger la mejor idea, la más benéfica para tu vida, a fin de fijarla como tu meta principal y tu mayor reto. Normalmente, después de meditar de esta manera, terminarás con una sonrisa, pues como dijeron nuestros Sabios (Metzudat David, Mishlé 15:30): “No hay mayor alegría que quitarse las dudas de encima”. 

Esto se halla insinuado también en la orden de la Toráh (Debarim 25:19): “Elimina a Amalek”, que en su sentido literal era un llamado a la guerra contra el pueblo de Amalek. Pero en la dimensión del Rémez, dicen nuestros Sabios que el valor numérico de la palabra Amalek es el mismo de la palabra hebrea safek (“duda”) (ambas suman 240), para insinuarnos: “Elimina las dudas de tu vida”, porque las dudas son un ancla mental que no nos permite avanzar. 

Quien tiene mucho del elemento aire carece, entre otras cosas de decisión, ya que cada día espera ver hacia dónde soplara el viento y hasta dónde llegará. Si no es capaz de tomar control, mucho menos puede sentarse para meditar y emitir un veredicto que marque su camino. 

En la Kabalá, este proceso de decisión se define por medio de los conceptos Jojmá, Biná y Daat. • Jojmá es la primera idea que nos surge en la mente; por ejemplo, “Voy a construir una casa”, “Quiero dibujar un árbol”, “Voy a comprar una mercancía”. • Biná es el desarrollo de esa idea; implica analizar cómo, cuándo y cuánto, sopesando los pros y los contras, los beneficios y los riesgos. 

• Daat es el canal más importante, ya que representa la ejecución de todo lo analizado por la Jojmá y la Biná. 
Sin éste, seguiría la idea “rebotando” entre la Jojmá y la Biná, para nunca realizarse. Este concepto se observa también en la estructura cerebral. El cerebro está dividido en tres partes: hemisferios izquierdo y derecho, y tallo cerebral. 

El hemisferio derecho del cerebro percibe el mundo y la vida de manera muy general, y hasta fantasiosa. El hemisferio izquierdo, en cambio, lo ve con más detalle y a un nivel más realista. Al respecto, un reconocido neurólogo dijo: “El lado derecho ve el bosque, pero el lado izquierdo ve los árboles”. 

Lo increíble es que nuestros Sabios de la Kabalá enseñaron que la Jojmá corresponde al lado derecho y la Bina al izquierdo. La Jojmá es lo general y la Biná es el desglose y los detalles, lo cual, en palabras modernas, sería: Jojmá- bosque y Biná-árboles. 
El Daat está ubicado en el tallo cerebral, el cual se encarga de concretar lo pensado y llevarlo a la acción. Y justamente es esto lo que falta al elemento aire. Cabe mencionar aquí las palabras de nuestros Sabios en la Guemará (Nedarim 41:1): “Si adquiriste Daat, nada te falta. Si Daat te falta, no sirve de lo que adquiriste”. 

He aquí, entonces, la fórmula de meditación que debemos aplicar para mantener el control de los vientos de ideas y usar nuestro Daat para no quedarnos “en el aire”. 

EI Silencío Como ya vimos, perder el control de la boca nos hace hablar demasiado y, por tanto, podemos pecar, dañar y destruir; pensamos equivocadamente que las palabras “se las lleva el viento” y, en consecuencia, no medimos los resultados catastróficos del poder del habla. La rehabilitación y la corrección de todo lo anterior se logra mediante el don del silencio. No es fácil para alguien del elemento aire mantenerse sin hablar. Sin embargo, si quiere controlar la palabra y usarla sólo para lo positivo, necesita primero irse al otro extremo, por un tiempo no hablar más de lo estrictamente necesario y, cuando haya dominado el arte de guardar silencio, sólo entonces podrá hablar para bien… pero también con moderación. 

El Rey David dice: “¿Quién es el hombre que desea la vida buena?”, a lo que cualquiera contestaría con un entusiasta: “!Yo!”. A continuación el Rey David dice: “Si es así, pon un candado a tu boca” (Tehilim 34:13). Y así lo expresó Rabí Shimón en Pirké Abot (1:17): “Toda mi vida me senté entre los sabios; escuché consejos, conceptos y sabias ideas. Y si me preguntas cuál es mi mejor mensaje, te diría: no hay nada mejor para el hombre que el silencio”. Cada vez que quieras decir algo lógico, adecuado y medido, debes primero guardar silencio, pensar, analizar y medir tus palabras. 

A eso se refirió el versículo (Ejá´3:29): “Pon tierra en tu boca”, queriendo decir: sabemos que la tierra es la muralla limitante del mar; sin ella, las olas arrasarían y destruirían. Por tanto, en un sentido metafórico, debemos usar ese límite para evitar que de nuestra boca salgan “palabras-tsunamis”. 

De esta manera, evitaremos también hechos lamentables, como se vio con el patriarca Yaakov cuando su suegro Laván lo persiguió para reclamarle: “¿Por qué huiste sin avisarme? ¿y por qué robaste mis ídolos?”. Yaakov Avinu, que normalmente era una persona centrada y tranquila, en ese momento estalló y en esa situación dejó salir de su boca una maldición, diciendo: “El que te robó, que muera”, sin saber que había sido su amada esposa Rajel quien los tomó para impedir que su padre siguiera rindiendo culto a la idolatría. Aunque Yaakov Avinu no pronunció esa maldición a propósito, y menos todavía con la intención de matar a su propia esposa, estas palabras surtieron su efecto y Rajel, a la hora del parto de Binyamín, falleció con solo 36 años de edad. 

Después de tres décadas, hubo hambruna y los hijos de Yaakov viajaron a Egipto para comprar comida. Allí Yosef — el hermano al que primero quisieron matar y al que después vendieron como esclavo— era ya el virrey y el abastecedor de los alimentos; aprovechó que no lo reconocieron para hacerse pasar por un dictador malo, que los acusó de espionaje y los trato muy mal (aunque todo era un plan maravilloso de Teshuvá, como puede leerse en mi libro las Alturas de Mi Pueblo pág. 120, en la segunda edición). 

Cuando los hijos contaron a su padre sobre aquel malvado, por lógica Yaakov Avinu pudo haber soltado una maldición devastadora, pero “llenó su boca de tierra” y optó por guardar silencio, y esperar a ver qué rumbo tomarían los caminos de Hashem. Gracias a este silencio Yaakov no provocó la muerte a su querido hijo Yosef. Con esto, nuestros Sabios quieren enseñarnos que es menos riesgoso y más benéfico mantenerse callado. En cuanto al área de la acción, dicen nuestros Sabios (Abot 1:14): “Habla poco y haz mucho”, lo que aprendimos de Abraham Avinu en la forma en que recibió a sus invitados: “Pasen y tomen un poco de agua y una rebanadita de pan”, les decía. 

Y cuando ya pasaban, extendía ante ellos mesas llenas de manjares dignos de reyes. Esto también se refleja en el famoso dicho: “No hables sobres tus acciones; deja que tus acciones hablen por ti”. Además, dicen nuestros Sabios que la persona a la que otros ofenden en público y, aunque ella tenga mucho responder, guarda silencio, y se muerde los labios, debe aprovechar ese momento para bendecir a sus familiares, ya que este acto provoca que, cuando use la boca para rezar, sus plegarias sean bien recibidas en el Cielo. El Gaón de Vilna dijo al respecto: “En cada momento que la persona guarda y controla su boca, se envuelve con una luz divina que le trae bendiciones” (Igueret Hagrá). 

Los Limites del Rezo Uno de los dones del elemento aire es el poder de expresión que se manifiesta de manera especial a través del rezo: el rezo es la maravillosa oportunidad de comunicarnos con nuestro Creador, desahogarnos con él y pedirle favores. Sin embargo, como ya vimos en el capítulo anterior, también las cosas buenas (como el estudio de la Toráh) deben ser controladas y limitadas. Así, pues, en primer lugar, los rezos del día están limitados a un tiempo específico. No podemos rezar Shajrit por la noche, o Minjá por la mañana. 

Cada rezo tiene un orden establecido por nuestros Sabios, con hermosos motivos y explicaciones basados en la Kabalá, en la estructura de los cuatro mundos y en la forma en que las plegarias van ascendiendo los Cielos, hasta llegar al Trono celestial (como lo explique en la introducción al Yalkut Yosef; tomo 5). En segundo lugar, el Jazán que dirige el rezo debe tener un límite de tiempo para no extenderse y causar molestias al público pensando que disfrutan de su “agradable” voz, lo que se conoce como Tirjá detziburá. 

Aunque esté haciendo algo positivo con su elemento aire, al pasar cierto límite convierte el sublime rezo en algo fastiHashemo. En tercer lugar, también la forma de expresar las plegarias debe ser delimitada, ya que es incorrecto pedir, por ejemplo: “Hashem, ayúdame a casarme con fulana”, “Hashem, dame este negocio”, “Haz que fulano acepte mi sociedad”. Esta forma de rezar, en lugar de ser una petición, parece más una orden. Además, puesto que nadie sabe en realidad lo que es bueno para él, puede pedir algo que le resulte perjudicial. Por eso, la forma correcta de pedir algo a Hashem es, por ejemplo “Hashem mío, quiero casarme. Ayúdame. Tú sabrás con quién”, “Quiero buena manutención. Tú sabrás por cual canal y con qué socio mandármela”. 

A este respecto, el Midrash (Esther Rabá) cuenta que una vez el sabio Rabá llegó a una aldea y al finalizar el rezo en un templo, escuchó a un joven clamar frente al hejal: “Hashem, haz que fulana se enamore de mí. Quiero casarme con ella y sólo con ella”. Al terminar su plegaria, se le acerco Rabá y le dijo “Así no se reza. ¿Quién te dijo que ella es buena para ti?”. Con esto el rabino quiso decir al joven: “Controla tus instintos que persiguen la belleza, el dinero y el placer, y pide a Hashem que te dé la mujer adecuada para ti. Si insistes en que sea ésa y no otra, te la darán, aunque no sea la mejor para ti. 

Un rezo así es una falta de respeto al Creador, pues parece que dices: ‘Mira, Hashem, no me interesa la que planeaste darme. Yo quiero a fulana. Yo sé lo que es bueno para mí”. Y finalmente es posible que Hashem te la dé, pero como castigo”. El joven miró con burla al sabio que se entrometía en su vida, y le dijo: “Tú, sabio, entenderás de libros. Yo entiendo de mujeres. Ésta, con su belleza, dinero y fama, es lo adecuado para mí”. 

Relata el Midrash que al cabo de dos años, Raba fue de nuevo a esa aldea y se asombró al ver de nuevo al muchacho aquel, pero diciendo ahora frente al hejal: “¡Oh, Hashem! Llévame a mí o llévatela a ella! ¡Los dos ya no podemos vivir juntos! Ten cuidado con lo que pides, porque se te puede cumplir. Es por esto que al terminar nuestros rezos decimos: “Cumple nuestros deseos, siempre y cuando sean para nuestro bien”. 

Con esto aclaramos que si acaso nos extendemos o pedimos, o peor aún, exigimos algo que no es para nuestro bien, que quede nulo, y que recibamos sólo lo adecuado y lo positivo para nosotros. Ahora bien, aunque las plegarias son placenteras al Creador, no debemos pasarnos el día entero rezando por la manutención y esperando que nos caiga del Cielo. Hay un tiempo para rezar y un tiempo para actuar. Así lo aprendimos también del caso de la partición del Mar Rojo: durante un buen rato estuvieron parados frente a las aguas Moshé y el pueblo elevando plegarias, hasta que, sorpresivamente, Hashem dijo a Moshé: “jQué tanto rezas? Deja de hacerlo y avanza. Llego la hora de la acción”. 

Por último, la ramificación positiva del habla como rezo tiene sólo una dificultad: por pertenecer al elemento aire contiene el don de la palabra, pero también la volatilidad de la mente. En el momento del rezo puede ser que la mente vuele muchas veces ni el Cielo es su límite. De ahí que sea tan difícil concentrarnos al rezar. Para lograr la plena concentración en nuestros rezos debemos usar también la “lupa mental” para canalizar todos nuestros “rayos mentales” y concentrarlos en las plegarias dirigidas Hashem, en lugar de “lanzar flechas” sin dirección y esperar que alguna casualmente dé en el blanco, es decir: al Trono Celestial. 

El control de la mente y la boca en el momento de rezar es lo que puede ayudar a que el viento no se lleve nuestras palabras. 

Conclusión Equilibrada 

Después de analizar el elemento aire en sus aspectos positivo y negativo, busquemos el equilibrio para el beneficio de nuestra vida. Este equilibrio lo tenemos insinuado en la anatomía del cuerpo humano, que está formado por dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales, dos manos y dos pies, además de la mente, la boca y el corazón, y nos enseña que en la vida, para tomar buenas decisiones, primero debemos usar la volatilidad del viento y ver con cada uno de tus dos ojos las dos caras de la moneda; escuchar con tus dos oídos diferentes opiniones, argumentos, consejos; olfatear con tus dos orificios nasales cuál puede ser el mejor de los dos caminos; medir las acciones que realizas con tus dos manos; ver qué resultara si caminas con tus pies a la izquierda o a la derecha. 

Después de analizar bien, toma la decisión más centrada y ubica tu mente, tu palabra y tus sentimientos en un solo canal. Debido a que el mejor camino es el del medio, la dualidad de los miembros está en los extremos (oídos, pies, manos) y la unidad está en el centro (cerebro, boca y corazón), y lo que debes procurar es pensar, hablar y sentir con congruencia. Así que ahora procederemos a ver cómo se vive y se disfruta el elemento aire en equilibrio. 

• En cuanto al don de la adaptabilidad a las personas, es lograr entenderse con cualquier estilo de maestro, amigo o familiar; incluso con “la santa suegra”. Y aunque aquí hablamos del elemento aire, cabría aplicar la “regla del agua”, el único elemento en la naturaleza que se presenta en tres estados: solido, líquido y gaseoso: a veces debemos adaptar nuestro perfil al de ciertas personas y ser fríos y duros como el hielo, y con otras hay que ser como el líquido, ágil y fluyente; y con otras más, debemos simplemente “esfumarnos” y “evaporarnos”. 

Así lo dijo la Mishná en Pirké Abot “Sé ágil con los jóvenes y cómodo con los ancianos” (3:16). 

• Respecto a nuestras ideas, no es bueno ser terco ni tampoco volátil. El término medio entre estar abierto a las nuevas idas y a los cambios, combinado con firmeza en las decisiones, es lo ideal. Así lo dijo el Rey Salomón: “El que es terco y de corazón duro no hallará el bien, y el volátil caerá en el mal (Mishlé 17:20). 

• Usemos la agilidad del viento y volemos de un nivel a otro, de hacer un favor a brindar otro. Sólo recordemos que todo exceso es malo y que debemos aplicar la “ley de la ventana”: aunque el viento sea bueno, a veces hay que cerrar la ventana. Respecto al don del habla, usemos la boca para sacar sólo perlas. 

Tengamos cuidado con la lengua filosa y siempre tengamos presente la siguiente moraleja del Jafetz Jaim: una vez se le aproximó un hombre diciéndole que quería reparar todas las difamaciones que había pronunciado durante su vida. El Jafetz Jaim le dijo: “No hay problema. Sólo tráeme una almohada de plumas”. El hombre se la llevó, el sabio subió a la azotea y la rasgó dejando que todas las plumas volaran con el viento. Luego pidió al hombre que fuera a recogerlas. 

Cuando el hombre le replicó, asombrado, que eso era imposible, el Jafetz Jaim le dijo: “Así han sido tus palabras. Después que las soltaste y dañaste mentes, vidas y personas, ¿cómo puedes recogerlas ahora?”. Un último consejo: en tu vida debe haber dos cosas, una brújula y un reloj. Algunos usan el reloj y corren todo el tiempo, apurados para realizar a tiempo todas las diligencias del día; sin embargo, no usan la brújula para analizar y decidir el rumbo. Otros más usan sólo la brújula; saben exactamente a dónde ir y qué hacer, pero no usan el reloj a fin de fijar un tiempo para hacerlo. Así, para controlar tu vida primero hazte de una brújula y decide tu rumbo; y luego observa el reloj, para que puedas alcanzar la meta lo más rápido posible. Nuestro tiempo de vida es muy valioso… pero vuela. Y no importa si vives hasta los 120 años; al final, miras hacia atrás y ves qué rápido pasaron los días. 

Lo único que quedará son los hechos. Hoy en día, en Israel, hay una frase muy popular: Javal al hazmán, que traducido literalmente significa “Lástima por el tiempo”, pero se usa más como sinónimo de “buenísimo”. No me pregunten qué tiene que ver una expresión con la otra, pero así se ha acostumbrado a usar. Constantemente y ante cualquier pregunta, como: “iQué tal estuvo la boda?”, parece el traje?”, “¿Te gustó la comida?”, responden: Javal al Hazmán. 

Considero que fue Hashem quien nos mandó esta frase en esta generación, en la que la velocidad de la tecnología, el ritmo de los placeres, y la persecución constante de la manutención nos hacen perder el tiempo y no usarlo para lo que realmente vinimos al mundo. Y por eso debe resonarnos en el oído: “Lastima por el tiempo”. 

Extraído de: “El Control de la Vida”, Rab Anidjar.